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URBANISMO SALVAJE

Miercoles, 01 de Febrero de 2006 Santiago Niño Becerra

Recientemente el Parlamento Europeo ha aprobado una resolución en la que se critica el crecimiento urbano desmedido que en los últimos años se ha llevado a cabo en la Comunidad Valenciana, lo que es absolutamente cierto, sin embargo hace falta llegar más allá: analizar las causas y los motivos para que se haya producido este horroroso hecho.

Por mi edad, he asistido a la destrucción sistemática de la Costa Brava gerundense, he vivido los destrozos paisajíт­sticos que se han producido en la ibicenca San Antonio, conozco de sobra las salvajadas arquitectónicas realizadas en la localidad vizcaíт­na de Bakio, sé de las tropelíт­as cometidas en la malagueña Marbella, en la pontevedresa San Xenxo, en la guipuzcoana Zarautz, en las cántabras Laredo, Castro Urdiales, e Isla, en toda la bahíт­a de Palma; en esa localidad en la que resido a unos 25 Km. de la ciudad de Barcelona.

Ante estos desmanes, entiendo que tan sólo existen dos posibles explicaciones: o los causantes e implicados, todos, son unos sádicos criminales, o, al margen de actitudes desaprensivas, debe, por fuerza, de haber alguna explicación. Y creo que, efectivamente, existe.

España, acabado el periodo autárquico que siguió a su Guerra Civil, era un paíт­s deprimido, paupérrimo, con un PIB per cápita que en 1953 equivalíт­a al de 1936, sin nada que ofrecer al exterior, pero lleno de encantos para una naciente clase media europea que ya llevaba años saliendo de la posguerra de la II Guerra Mundial; una naciente clase media sin renta para pasar sus vacaciones en lugares como Niza o Montecarlo cuajados de completíт­simos y caríт­simos servicios, pero con unos ingresos suficientes para financiar unos díт­as en lugares sin servicios, pero con sol, playa y alcohol barato.

Se juntaron el hambre con las ganas de comer. La dictadura de Franco precisaba de divisas y necesitaba crecimiento en la renta media del español de a pie, elemento que podíт­a aportar e incremento al que podíт­a contribuir una cosa llamada turismo; y a su promoción se dedicó el régimen y a esa actividad se fue dedicando un porcentaje creciente de la población española.

El modelo funcionó: entraron divisas que fueron ayudando a financiar importaciones; y las rentas medias de las zonas costeras, antes bajas y míт­seras (Baleares, a principios de los 50 era una de las zonas más pobres de España), aumentaron. Todos contentos, y los turistas, puede que más. El coste pronto empezó a verse -Benidorm es un ejemplo, Salou, otro-, pero el PIB español crecíт­a y crecíт­a, y el turismo era responsable, en gran medida, de ese crecimiento.

Como el modelo funcionaba, se continuó, pero combinándolo con un tema nuevo que empezó a nacer a finales de los 70: las segundas residencias de los españoles cuya capacidad de endeudamiento estaba en alza; y se combinó, también, con otro tema nacido a principios de los 90: las segundas residencias para extranjeros. Y en eso estamos.

Es indudable que ha habido, que hay, políт­ticos y promotores inmobiliarios desaprensivos que han manipulado a su antojo leyes y decretos, que han abusado de su poder para enriquecerse a costa de destrozar uno de los principales activos españoles; que nadie crea que justifico esas actuaciones, pero, ¿podemos imaginarnos qué hubiese sucedido en el último medio siglo en la economíт­a española, en la sociedad de España, sin ese turismo y sin esas segundas residencias?.

Muchas actuaciones en materia turíт­stica y en materia urbaníт­stica tomadas en España en esos 50 años han sido terribles; pero la tragedia de España fue -es- que estaba condenada a cometerlas, por hambre y por ganas de comer. Tremendo, ¿verdad?. Varias veces en lacartadelabolsa he utilizado el refrán "De aquellos polvos son estos lodos". Hoy vuelvo a hacerlo.

 
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.


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