{mosimage}El asunto enciende los ánimos de los ortodoxos y jalea el espirítu, el ansia, de los más voraces especuladores a corto plazo. La irrupción en la Bolsa española de los fondos de capital riesgo, en línea con las tendencias de los mercados más dinámicos y maduros del mundo, ha puesto en guardia a los profesionales avisados de la vieja escuela. La reflexión que hacen inquieta ¿por qué pagan lo que pagan los fondos de capital riesgo cuando los empresarios que conocen las empresas sobre las que ofertan los fondos no han querido pagar lo mismo? ¿Quién se equivoca?
El intercambio de parejas que vive la Bolsa española desde el verano pasado alcanza un ritmo vertiginoso en los primeros pasos de 2005. Los empresarios de siempre se refugian en sus cuarteles de invierno y los fondos de capital riesgo toman las riendas, con incursiones, que no cesan, en varias compañías cotizadas. Dicen aquéllos que las empresas no valen lo que pagan los fondos de capital riesgo y que por eso no quieren participar en la orgía de entradas en compañías de capitalización media y pequeña. Argumentan los responsables de fondos de capital riesgo, que sus movimientos están muy bien medidos, ajustados a las necesidades del momento y que siempre se fijan en compañías con demostrada capacidad de crecimiento.
Las dos partes, empero, exageran sus términos y sobrevaloran sus pronunciamientos. Se jactan de su poder, cada uno en su parcela. Es normal que el empresario quiera pagar menos de lo que paga el mercado por una empresa y también, que a los fondos de capital riesgo se les vaya la mano un tanto, porque los tipos de interés siguen en mínimos históricos y el dinero fluye debajo de las piedras con mucha facilidad. Nadie debe olvidar que el fenómeno no es nuevo ni en España ni en el resto del mundo. Este tipo de fondos es viejo como la Bolsa misma. Siempre salen al calor de la mejora de las tendencias bursátiles y no siempre dejan precisamente, buen sabor de boca a sus partícipes. Con frecuencia se convierten en ratoneras, pero eso sí, ratoneras de oro.
Papeles cambiados, de cualquier modo, en el mercado de acciones, que para los analistas más fríos es fruto de la evolución de los tiempos y de la necesidad de acomodar los hábitos y costumbres a las modas del momento. Sin entrar en las diferentes filosofías, en las del empresario, porque no compra las empresas, y en la de los fondos, porque disparan contra todo lo que se mueve, la sensación cierta es que hay sobrevaloración de activos gracias al empuje de una liquidez inmensa, que se autoalimenta con tipos de interés excepcionalmente bajos.
Lo normal es que la situación se ajuste con el paso del tiempo, de tal modo que alzas mesuradas de los tipos de interés dificulten el acceso de estos fondos de capital riesgo al dinero barato, a la barra libre para todos y que, por derivación, muchas compañías, principalmente medianas y pequeñas, experimenten una cura de adelgazamiento. Por eso, los inversores deben ser temerosos de éstos y otros fondos. La historia está llena de embarazos psicológicos.
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