Sr. Jean-Claude Trinchet, Presidente del Banco Central Europeo.
Le dirijo a Ud. esta carta no con la intención de que tome en consideración lo que en ella digo a fin de influir en las decisiones de su equipo, si no para transmitirle mis inquietudes personales en relación al sesgo que el BCE está imprimiendo a la PolíÑ‚Âtica Monetaria europea; en tal sentido, le ruego que tome estas líÑ‚Âneas como un conjunto de opiniones que, no obstante, síÑ‚Â le ruego medite.
El BCE, desde su creación, y en mi opinión, ha seguido una políÑ‚Âtica sesgada, escorada hacia un solo lado de la singladura del ente Europa. El motivo de mis palabras es simple: el BCE tan sólo se preocupa de la inflación, pero el escenario económico está poblado por más variables que se interpenetran con dicha políÑ‚Âtica; al operar asíÑ‚Â, insisto, en mi opinión, quedan limitadas una serie de acciones del Banco que seríÑ‚Âan provechosas. Me dirá que esa forma de actuar no la decidió Ud., lo que es cierto pero, si lo he dicho, es debido a que esta puntualización es esencial para lo que a continuación sigue.
Hoy, en Europa, la inflación es un problema, cierto, pero, convendrá conmigo, Sr. Trinchet, en que ni en todos los paíÑ‚Âses las causas de esa inflación son idénticas, ni las tasas de inflación de todos los paíÑ‚Âses han alcanzado el mismo nivel; además -en todos los paíÑ‚Âses, europeos y no europeos- se da otra circunstancia: el combate de la inflación a base de aumentar los tipos de interés ya ha quedado superado.
Hoy, las últimas previsiones estiman que la eurozona crecerá, en el 2006, a una tasa situada entre el 1,7% y el 2,5% y que la inflación oscilará entre el 1,9% y el 2,5%. Independientemente de que, como Ud. conoce, en el pasado previsiones semejantes no se han cumplido y de que el 2,5% constituye la tasa de crecimiento potencial europeo, hoy, precisamente, las especiales circunstancias de cada paíÑ‚Âs -los diferentes modos de generación de PIB de cada paíÑ‚Âs- y las circunstancias nacionales de cada paíÑ‚Âs asíÑ‚Â como la circunstancia continental europea derivadas ambas de la realidad postglobal en la que nos hallamos, aún hacen más difíÑ‚Âcil de creer las previsiones realizadas.
Como Ud. sabe, Sr. Presidente, hoy la inflación no se controla a base de actuar sobre los tipos de interés, hoy la inflación se reduce aumentando la productividad. La mejora continuada de la productividad de los factores productivos -de todos, y subrayo ?todos'- es lo que lleva a una rebaja en los costes de producción -de todo-, lo que permite aumentar la competitividad, hecho que redunda en la bajada de los precios. Antes, en los 80, se hacíÑ‚Âa como Udes., los del BCE dicen; hoy, deberíÑ‚Âa hacerse actuando sobre la productividad.
Subir, sin más, los tipos de interés supone, por un lado, aumentar los costes de producción; por otro, empobrecer a una ciudadaníÑ‚Âa que se ha encontrado con ?un marrón' sin comerlo ni beberlo; por otro más, ennegrecer el futuro a muchíÑ‚Âsimas personas, tanto fíÑ‚Âsicas, como juríÑ‚Âdicas, que no han tenido ni arte ni parte, ni en las alzas de precios que se han producido, ni en el crecimiento de la masa monetaria que se ha experimentado.
Sr. Trinchet, estoy convencido de que comparte lo que estoy diciendo, y yo, creo estar adivinando lo que Ud. está pensando: que aumentar la productividad requiere de acciones que escapan al BCE y, que las consecuencias de que la productividad aumente pueden ser terroríÑ‚Âficas en las estructuras sociales de los paíÑ‚Âses europeos, sobre todo en el míÑ‚Âo; y síÑ‚Â, Sr. Presidente, le doy la razón: lo peor puede estar aliado con lo pésimo.
Sr. Trinchet, ha sido un placer dirigirle estas líÑ‚Âneas; si Ud. no tiene inconveniente, y en otras ocasiones, volveré a transmitirle mis impresiones y mis reflexiones sobre esta nuestra Europa.
Reciba un muy cordial saludo.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.