La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

CAE PARTE DEL FUSELAJE

Jueves, 17 de Febrero de 2005 Moisés Romero

{mosimage}Hay una provincia al sudoeste de Irán de nombre difí­cil de pronunciar, pero famosa por albergar una planta nuclear. Un avión que sobrevolaba la zona perdió parte del tren de aterrizaje. Unos trozos de aleación ligera, que hicieron temblar a los mercados financieros. El denostado factor geopolí­tico irrumpí­a así­ en los mercados, porque hace quince dí­as la renovada Administración Bush miró a Irán como próximo objetivo bélico, precisamente por la cuestión nuclear. Así­ las Bolsas combinaron el hambre (mal de altura) con las ganas de comer (realizaciones de beneficios tras las últimas subidas). Un episodio, en cualquier caso, a considerar.

El fuselaje de un avión de pasajeros se desprendió justo cuando sobrevolaba ayer una provincia iraní­, famosa por su planta nuclear. Los teletipos escupieron rápidamente el suceso, porque Irán entra dentro de los planes de guerra preventiva para Estados Unidos. Así­ lo manifestó la renovada Administración Bush hace dos semanas. Unos trozos de aleación ligera cayendo al vací­o estuvieron a punto de provocar una debacle en las Bolsas del mundo, porque hasta que se confirmó el suceso la especulación apostó por lo peor, por el inicio de una ofensiva área en toda regla.

Hechos como éstos no superan el test de las mejores anécdotas de la historia reciente, pero son capaces de mover montañas, de provocar seí­mos en los mercados financieros. La excusa, el argumentario, es fácil de seguir en la coyuntura actual. El renacer del denominado factor geopolí­tico, tan de moda hace dos años, coincide en el tiempo con el mal de altura de una renta variable, que ha comenzado el año con arranques propios de los mejores caballos de carreras. También, con el malestar creciente en los mercados de bonos y con la inundación de carteles de SE VENDE en las fachadas de los edificios de grandes ciudades españolas y otras tantas europeas.

Hay momentos en los mercados en los que se observa un agotamiento creciente, una falta de ideas que propicia incertidumbres y que resucita fantasmas. Desde hace unos dí­as algunos visionarios han advertido de que los principales í­ndices bursátiles del mundo han alcanzado ya los niveles previstos para todo el año, como si lo estimado al comienzo de enero fuera dogma de fe, de tal modo que todo el que se aleje del camino trazado caerá a las profundidades del infierno.

La caí­da del fuselaje de un avión, salvo que golpee en la cabeza a un ciudadano, es un episodio que sólo la mecánica aeronáutica debe considerar, pero nunca los mercados financieros. La sensibilidad está, no obstante, a flor de piel y vendrán nuevos acontecimientos, de una u otra forma, que generen paroxismo como el de ayer. Hay que estar preparados, por tanto, para sucesos como éste. 

El único que no pierde los papeles es Alan Greenspan. Mantiene la tesis de que la economí­a de Estados Unidos crece a buen ritmo y que los tipos de interés están en niveles excepcionalmente bajos. Es decir, que la tendencia es al alza. El aserto es bueno para las Bolsas, porque refrenda la tesis de que la economí­a tiene músculo. Lo peor serí­a que el alza de tipos se produjera de manera brusca. Greenspan, no obstante, suele hacer las cosas con calma, que es lo que satisface a los mercados

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