Martes, 04 de Abril de 2006
Moisés Romero
{mosimage}A Coca Cola, a la otrora todopoderosa
multinacional de bebidas gaseosas, le han sacado los colores los
paisanos de O'Grove, porque en uno de esos anuncios estruendosos los
creativos han confundido el centollo con el buey de mar, algo que no
admiten los mariscadores y tampoco deben asumir los degustadores de
tales manjares. Uno de estos habitantes del mar, según vimos en
televisión, es más peludo que otro y éste más orondo que aquél y con
tentáculos más gruesos. Un portavoz de la multinacional salió al ruedo
pidiendo diálogo y comprensión, pero el edil de la localidad, una de
las cunas del marisco, dijo nones y consiguió cambiar el spot, que es
lo suyo. Los errores se pagan y las confusiones con frecuencia acarrean
grandes males.
En la Bolsa actual sucede algo parecido. Son muchos los nuevos participantes en el mercado los
que confunden los centollos con los bueyes de mar, las merluzas con los
chicharros, los mejillones con los caracoles y las churras con las
merinas. Por eso llega luego el desamor, el desencuentro, la
desconfianza en los propaladores de rumores y de operaciones
fantásticas, que nunca se producen.
Con frecuencia, estos desvaríÑ‚Âos se concentran más en los valores medianos y pequeños
que en los grandes, aunque aquíÑ‚Â también hay insistencias y empeños
desafortunados, meteduras de pata sonadas. La acuñación que los viejos
inversores de la Bolsa de Bilbao hicieron del término chicharro para
definir valores despreciables, de bajos fondos y peores expectativas,
se ha popularizado de tal modo que incluso ha cambiado de sesgo. Tal es
asíÑ‚Â, que en la Bolsa actual existen verdaderos profesionales del
chicharro, con rendimientos espectaculares.
Pero son los menos. Además, cuando un inversor, operador, especulador o participante en el mercado queda
atrapado en la red de un chicharro lo normal es que deje muchos euros
en el empeño arduo y difíÑ‚Âcil de poder liberarse de las ataduras.
Es más fácil especular, comprar y vender, entrar y salir, en los
grandes valores y además, con menor riesgo, porque la liquidez es mayor.
Viene
a colación el caso tras el análisis de la evolución y comportamiento de
los valores cotizados en la Bolsa durante el primer trimestre. De nuevo
saltan a las primeras posiciones por rentabilidad acumulada valores de
segunda y tercera división. Pero a diferencia de ciclos anteriores, también en el ránking de perdedores aparecen chicharros que antaño hicieron las delicias del gran público.
Se observa, por tanto, un cambio incipiente en la percepción que muchos actores tienen de los valores medianos y pequeños. La actual muy bien podríÑ‚Âa ser una de esas fases del ciclo bursátil en la que lo normal es quedarse colgado de la brocha.
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