¡Tranquilos!, no voy a hablar del Estatut, que ya hablan otros bastante de él, aunque síÑ‚Â voy a referirme al nacionalismo, pero al económico.
En una reciente intervención, el presidente de la Comisión Europea, el Sr. José Manuel Duríт£o Barroso se refirió a los peligros del "nacionalismo económico" en alusión a las medidas anunciadas por España y Francia para frenar / retardar / dificultar lo que Uds. ya conocen. ¿Qué pudo querer decir el Presidente con esas palabras?.
La
integración europea, no lo olvidemos, nació por necesidad, no por
convencimiento. Tras la II Guerra Mundial, se buscó montar un tinglado
con un doble objetivo: 1) que todos los paíÑ‚Âses participantes en el
tinglado ganasen y, 2) que a través de esa ganancia se pusiese de
manifiesto que la trifulca entre los participantes era perjudicial.
A
lo largo de la segunda mitad de los 50, durante todos los 60 y en los
primeros tres años de los 70, Europa, perdón, los paíÑ‚Âses integrantes de
la Comunidad Económica Europea -¿recuerdan el nombre?- crecieron a un
ritmo nunca jamás antes alcanzado, y todo eran sonrisas.
En
los 80, y con la mirada puesta en una meta de mayor integración a fin
de superar definitivamente los problemas derivados del períÑ‚Âodo 73 - 79,
y con el objetivo de profundizar en el tinglado, diseñaron nuevas
estrategias que les llevaran a una mayor integración; y, nuevamente, se
produjo un crecimiento, no tan robusto, cierto es, pero crecimiento al
fin y al cabo.
Es decir, los paíÑ‚Âses
europeos han dialogado y se han entendido cuando las cosas apuntaban a
mejor y cuando iban bien. Y ahora, ¿cómo van las cosas?, ¿hacíÑ‚Âa dónde
apuntan?
Ahora las tensiones están a
flor de piel; ahora las cifras de crecimiento, de empleo, de
productividad, no son buenas; y ahora es cuando los paíÑ‚Âses sacan a
relucir el nacionalismo económico; no antes, cuando pintaban Oros, si
no ahora que, parece, están pintando y van a continuar pintando Bastos.
Charlar,
dialogar, llegar a acuerdos cuando todo parece bonito es fácil, acordar
algo cuando los nubarrones presagian tormenta, no lo es. El
nacionalismo, cualquier nacionalismo, tiene una carga de defensa; a
veces, esa defensa es asumible porque es digerible; otras no, porque es
limitadora y excluyente. No entro a valorar lo que los Gobiernos
francés y español están diciendo y haciendo, pero es obvio que lo que
sea que hagan es defensivo.
Y eso que
las cosas no están mal del todo. ¿Qué sucederá si, de verdad, se ponen
feas?; ¿volveremos que tener que abrir las maletas cuando pasemos por
La Junquera?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.