Que la Bolsa española vive uno de los momentos más interesantes de los últimos años, justo ahora que ha vuelto a encaramarse a los niveles de 2000, en plena burbuja de los valores tecnológicos, es algo que estalla a la vista de propios y extraños. Dicen unos que la pujanza del mercado obedece a la falta de alternativas fuera de lo que es la inversión en acciones; otros, que el dinero se mira el ombligo y que la mejor propaganda, para éste o cualquier otro mercado, es el alza. Aquellos, los optimistas en nómina, resaltan la fortaleza del mercado pese a las circunstancias adversas del entorno, como preludio de nuevas mejoras. Éstos, los pesimistas incorregibles, agachan la cabeza al ver que nuevamente han errado en sus pronósticos.
Que en el mercado de acciones actual hay un intercambio de papeles entre los actores es algo, también, que se masca en el ambiente. Los fondos de inversión suplen a los empresarios en la gestión de las compañías, porque pagan lo que éstos no están dispuestos a pagar. Los empresarios de siempre entienden que rentabilizar el negocio a los precios bursátiles actuales es muy difícil, pero los fondos de riesgo se apalancan con tipos de interés que siguen siendo excepcionalmente bajos, de tal forma que con pequeños retornos de la inversión ya rentabilizan su apuesta. La cosa será diferente cuando los tipos suban más.
Han irrumpido en la Bolsa desde hace tiempo, además, amasadores de fortunas rápidas nacidas y crecidas al calor del hierro y del ladrillo. Constructores de nuevo cuño muestran y comporten su regocijo con los constructores e inmobilarios de siempre. Unos y otros intercambian papeles y sacan sus enseres a la Bolsa. Son éstos compradores natos y netos en un fenónomeno en el que los grandes bancos venden todo su emporio industrial.
Incluso algunos venden acciones de sus propios bancos. Por ejemplo, el presidente del Santander, Emilio Botín, y su hija y presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín, vendieron a mediados de agosto 200.000 acciones cada uno de la entidad cántabra, valoradas en 2,34 millones de euros, con lo que han reducido sus respectivas participaciones hasta el 0,756% y el 0,144% del capital.
Debate, en fin, tan interesante como el actual abunda poco por estos pagos ¿Por dónde se romperá la cuerda?
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