La Carta de la Bolsa Imprimir Artí­culo

ADIÑ“S MUNDO FELIZ

Jueves, 10 de Marzo de 2005 Moisés Romero

{mosimage}Los mejores estrategas de la Bolsa española comentaban ayer en el comedor de un restaurante famoso madrileño, que, por cierto, éste era antes mejor que ahora en lo que respecta a sus artes culinarias, que las Bolsas del mundo vuelven a estar atascadas, con impedimentos muy serios, más allá de la propia condición fí­sica, para seguir la carrera alcista. Algún comensal llegó a mentar la bicha de una fuerte corrección. Sus compañeros de mesa mordieron los puros con fuerza, o miedo. Apuradas las copas reflexionaron sobre el final del mundo feliz en los mercados. Como siempre, quedaron las dudas, porque la felicidad aún puede ser la constante en las Bolsas. El Libro Beige, leí­do después del cierre, no enmendó la plana.

Las últimas cuarenta y ocho horas están plagadas de enigmas y malas proyecciones, fruto de la premura y del nerviosismo de los agitadores a corto plazo. De repente, los participantes en el mercado cambian los colores del decorado, de tal modo que lo que ahora es blanco se torna al instante negro, y al revés. Se trata de una locura propia de episodios de ansiedad. Los estudiosos coinciden en que cuando estos fenómenos se reproducen en el tiempo con mayor asiduidad de lo previsto lo mejor es retirarse del juego, ver y observar, porque no auguran nada bueno.

El debate en ciernes de los mejores analistas del mercado se centra en la sostenibilidad del mundo feliz en que desarrollan su actividad los mercados financieros desde mediados de agosto. Tal es la satisfación, tal el ansia de ganar dinero, que todo sube, aunque los elementos que actúan en la balanza de la oferta y de la demanda sean, por lógica, contradictorios. Todo sube en este mundo feliz del nuevo siglo. Sube el petróleo, suben los tipos de interés a largo plazo, sube la inflación real, sube el oro, sube el euro, sube el petróleo. Sube, incluso, Iberia, una aerolí­nea débil y altamente politizada desde siempre.

La cuerda que amarra la felicidad pude romperse por el lado del crecimiento económico, que es lo que aguanta todo. Después del cierre del mercado leí­mos algunos apuntes del Libro Beige de la Reserva Federal. Por ejemplo, que la economí­a estadounidense creció aun ritmo moderado en enero y febrero y que los precios se mantuvieron relativamente planos. Los empresarios consideran, no obstante, que los costes de sanidad y energí­a suben, pero que no encuentran problemas para trasladar esos costes a los clientes. Wall Street reaccionaba con caí­das.

Para que el mundo siga instalado en la felicidad, son muchos los prohombres que dan la cara. Hacer unos dí­as, Bernanke, de la Reserva Federal de Estados Unidos, quitó hierrro a la subida de los precios del petróleo. Dijo que no hay que preocuparse, porque según sus cálculos los precios del petróleo están un 25% por debajo de los niveles reales más altos de las últimas crisis. Añadió, que ahora los paí­ses desarrollados son menos dependientes, pero desconocemos si utiliza el coche u otros elementos a la hora de desplazarse .

En este Nirvana, que para los más frí­os termina, hay apuntadores que intentan sostener el edificio de la bonanza a toda costa. Otro prohombre de la Fed, Santomero, enseña sus cartas en materia de tipos de interés e insta a la Reserva Federal a que sea flexible en el manejo de la polí­tica monetaria expansiva, lo que se traduce en que no haga caso de la presión mediática y que no suba los tipos de interés.

Más regates, para que nadie se deprima y coja las de Villadiego en Bolsa. Poole, también de la Fed, quita importancia al déficit por cuenta corriente ¿Por qué preocuparse? Argumenta que no puede seguir creciendo hasta la eternidad, como en los últimos meses y que existe un aliado inesperado de la mano de la demografí­a, de tal modo que paí­ses como Japón o la propia eurozona también mejorarán el déficit por cuenta corriente, lo que redundará al final a favor de Estados Unidos. No sabemos si Poole conoce Japón y, menos aún, qué paí­ses componen la eurozona.

Las Bolsas, siempre soberanas, analizan tanta demagogia, tanto soplar la llama para que no se apague y comienzan a bajar la pendiente. Hasta ahora lo hacen con pies de plomo, sin nervios ¿qué pasará a mitad de la cuesta?

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