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Coalición por la justicia

Viernes, 30 de Noviembre de 2007 Santiago Niño Becerra

Lo dijo Gordon Brown

Lo dijo en 31 de Julio en la sede central de Naciones Unidas, en New York City, durante su intervención. Lo que dijo veníт­a a cuento del tema de su discurso: la lucha contra la pobreza enquistada en los paíт­ses subdesarrollados. Y lo que dijo estuvo bien, pero, en el fondo, fondo, ¿a cuántas personas, fíт­sicas y juríт­dicas les importa?.

La ONU puso en marcha, en el 2000, un programa muy simple y, a la vez, superambicioso: reducir a la mitad el número de pobres en el 2015; de pobres tal y como son entendidos en estos organismos internacionales, claro: personas que tan sólo cuentan para vivir con un dólar diario. Para ello marcó ocho objetivos: los “ocho objetivos del milenio”, y en ello se puso; pero en el 2005 ya empezó a decirse que conseguir eso, reducir la pobreza a la mitad, seríт­a imposible.

No se escandalicen, por favor, pero, al final de la pelíт­cula, la pregunta es muy sencilla: reducir la pobreza, ¿para qué?. Nuestro sistema económico se fundamenta en la eficiencia, y el que vendrá después, aunque de otra manera, más va a fundamentarse en ella. En consecuencia, ¿qué necesidad hay de dedicar unos recursos a que quien está sumido en la más absoluta miseria lo esté un poquito menos?. Porque el tema es muy simple: si nuestro sistema se basa en la eficiencia y lo que se hace, todo lo que se hace, ha de estar movido por un interés -por el interés de ir a más-, ¿dónde radica el interés de dedicar recursos para que quienes ya son pobríт­simos lo sean un poco menos?.

En otras palabras, si los recursos no son ilimitados y los que tenemos, bien empleados pueden rendir un profit que permita ir a más, ¿para qué van a dedicarse parte de esos recursos escasos a que la pobreza se reduzca un poquito?, ¿significará eso que eso será lo mejor que podrá hacerse con esos recursos escasos?, es decir, reduciendo ligeríт­simamente la pobreza de quienes ya son muy, pero que muy pobres, ¿mejorará el rendimiento de los capitales y de los fondos que a tal fin van a dedicarse?.

Suena muy bestia, ¿verdad?; pero en el fondo es de lo que, de verdad, se está hablando. Las palabras lo soportan todo, y las palabras pueden servir para todo; pero, ¿para qué “va a servir” que se muera menos gente de hambre?. De Sudáfrica interesa el manganeso, el wolframio, el oro y unas cuantas cosas más; de Guinea, de Bolivia, de Nigeria, de Rusia, de Indonesia y de otros sitios parecidos, el petróleo; el algodón, de Malíт­ y de Uganda; los fosfatos, de Marruecos; la pesca de Namibia, la prestación barata de servicios de la India, la producción de manufacturas baratas de China, etc., etc.; ¡ah!, y la importación por parte de las economíт­as que la necesiten, de la fuerza de trabajo necesaria para alimentar esas economíт­as; pero, ¿interesa reducir una miajilla la miseria de Nigeria, la pobreza de Rusia, la postración de Malíт­?, ¿son un problema la falta de democracia y la corrupción imperante en muchos paíт­ses y que es causa, en gran parte, de esa miseria?.

Mr. Brown habló de “movilizar todas las fuerzas de la compasión” y se refirió a “crear una alianza mundial por la prosperidad”. ¿Cómo?, ¿con que voluntades?, ¿con qué objetivo?, ¿con qué recursos?. Otra de las caracteríт­sticas de nuestro sistema es que dice una cosa, bonita, atrayente, pero se hace otra muy distinta; asíт­ ha sido desde hace dos mil años, y asíт­ va a continuar siendo durante unos pocos más.

Sobra población en el planeta porque hay demasiada y su alto número ya no es algo bueno, sino algo muy malo, y sobra aquíт­ y allá, pero eso aún no está bien decirlo; aún hay que decir que es preciso “crear una alianza mundial por la prosperidad”, como dijo Mr. Brown en New York City. Mi pregunta, la que me gustaríт­a formularle, es, realmente, ¿lo creerá?.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economíт­a IQS. Universidad Ramon Llull.

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