Martes, 21 de Junio de 2011
Redacción
Hace ahora más de dos años desde que los principales países desarrollados demostraran un encomiable
liderazgo salvando por poco del naufragio a sus economías. Se evitó una crisis crediticia con consecuencias comparables a las de la crisis de 1929, fundamentalmente transfiriendo a la esfera pública las montañas de deuda que el sector privado había sido incapaz de afrontar. Hoy en día, el vaso está colmado. Los rescates urgentes deben dejar paso a planes de acción capaces de reducir las deudas públicas y redirigir a las economías desarrolladas hacia un crecimiento autosuficiente. Pero este desafío es mucho más complejo que cuando «sólo» se trataba de abrir las compuertas del crédito, ya que los márgenes de maniobra son extremadamente reducidos.
Es claramente en Europa donde la situación es más
explosiva: nadie se hace ya ilusiones sobre la solvencia
de Grecia, o sobre la gravedad de la situación portuguesa
e irlandesa, pero nadie está dispuesto a cargar con las
consecuencias económicas. De ello deriva una postergación
especialmente peligrosa, puesto que calma a los mercados
precisamente porque evita responder a la pregunta crucial:
¿Cómo, cuándo y entre quién se repartirán las penalidades de
la ineluctable operación de esclarecimiento en relación con
las deudas públicas?
La voluntad política europea de apoyar a la zona del euro
y su moneda ha sido impresionante hasta ahora. Era de
prever, puesto que el coste económico (sobre todo para el
sector bancario), social y político de la quiebra de un estado
miembro justifica claramente los intentos más desesperados
de evitarla. Pero doce meses después de la puesta en
marcha de los planes de austeridad, no hay más remedio
que reconocer que los esfuerzos de Grecia han sido en vano.
El déficit presupuestario griego sigue estando en el 10,5%
del PIB, mientras que su deuda pública describe aún una
trayectoria que le llevará al 155% del PIB el año próximo. Y la
única recompensa que tendrá la economía griega es sufrir una
recesión que se situará todavía en el -3% durante este año,
mientras que el partido socialista de George Papandreou, que
llegó al poder aupado por una gran mayoría en las elecciones
de 2009, tiene ahora a la oposición conservadora pisándoles
los talones. En el mismo periodo, España ha conseguido
ciertos resultados, pero los jóvenes «indignados» españoles
han llegado al límite de su resistencia al dolor (el desempleo
es del 45% entre ellos), mientras que el partido de Zapatero
ha caído hasta diez puntos por debajo de la oposición en
las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo
pasado. La valentía económica se tiñe de suicidio político.
La relativa calma que reina entre el resto no debe darnos
una impresión ilusoria, puesto que reducir radicalmente los
déficits públicos sin servirse de una devaluación competitiva
y manteniendo el crecimiento económico representa una
dificultad colosal para cualquier gobierno. Y desde este punto
de vista, el contagio del fracaso ya se ha producido. ¿Qué
dirigente político europeo está hoy en día en posición de
aceptar el desafío? ¿Silvio Berlusconi, a quien las elecciones
presupuestarias, daría credibilidad a la moneda única, pero se topa
contra el rechazo de la mayoría de los países europeos a ceder
aún un poco más de su soberanía económica. ¿Durante cuánto
tiempo más aceptarán Grecia y sus compañeros de infortunio ser
los únicos que renuncian a su soberanía, habida cuenta de que su
política económica va a estar íntegramente tutelada por la troika
FMI, Comisión Europea y BCE?
Y qué decir de la candidatura europea a la dirección general del
FMI, dulce nostalgia del liderazgo financiero al que aún sigue
aferrándose una zona europea que no percibe el anacronismo
que representa, sesenta y seis años después de que se creara en
Bretton Woods el FMI para que Europa y Estados Unidos pudieran
ayudar a los países en vías de desarrollo a superar sus dificultades
financieras?
Afortunadamente, muchas empresas privadas europeas son
capaces de sustraerse a la coyuntura reinante en el viejo
continente. Desarrollando marcas sólidas y demostrando su
capacidad de innovación y de previsión, algunas han sabido ligar
sus perspectivas de beneficios a las regiones del mundo que
registran un crecimiento duradero. No obstante, nos parece que
posponer la necesaria toma de decisiones, signo revelador de
una Europa fragmentada, constituye un engaño especialmente
peligroso para los mercados. Esta inquietud es precisamente lo
que nos lleva a aplicar una prima de riesgo substancial a nuestra
valoración de los activos financieros europeos.
En Estados Unidos, como ya anticipábamos en nuestro
informe trimestral de marzo, la economía está debilitándose
incluso a pesar de que al "quantitative easing" aún le quedan
algunas semanas de vida. Por consiguiente, allí también son
muy estrechos los márgenes de maniobra para poder abordar
una deuda pública que ya ha alcanzado el techo autorizado por
el Congreso estadounidense. Además, las negociaciones entre
republicanos y demócratas tropiezan en estos momentos con un
enfrentamiento de posturas debido a las presidenciales de 2012,
que van a constituir un desafío de primer orden para el liderazgo
económico de la Administración Obama. En este contexto, la
economía estadounidense va a volver a necesitar del liderazgo de
Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal. Este último ha
demostrado desde el principio de la crisis su independencia, que
sabe resistir ante los críticos de cualquier signo que le prescriben
contención, y que sabe construir dentro de la Fed un consenso para
realizar una política audaz pero efectiva. ¡Si pudiera seguir!
Los dirigentes de los grandes países emergentes,
evidentemente, tampoco están exentos de tomar
difíciles decisiones, pero su ventaja reside en que
tienen un margen de maniobra muy superior. Así,
con el objetivo de detener de verdad las previsiones
inflacionistas en Brasil, la discreta Dilma Roussef
aún tiene que conseguir reducir el excesivo
gasto público que su predecesor, el carismático
presidente Lula, había puesto en marcha. Los
primeros indicadores en este sentido son, a día de
hoy, muy esperanzadores. Por otro lado, justo al
contrario de sus recientes declaraciones relativas
a Estados Unidos, Italia y Japón, sin hablar de
Grecia, la agencia de calificación Standard & Poor's
acaba de revisar al alza la perspectiva de la deuda
pública de Brasil de estable a positiva, señalando
el éxito de la diversificación económica del país,
el aumento de sus exportaciones, y el apoyo que
encuentra el crecimiento en la clase media. En
la India, el gobierno debe seguir encauzando las
presiones inflacionistas sin que la subida de los
tipos de interés penalice en exceso las necesarias
inversiones en infraestructuras. En este delicado
cometido, el partido del Congreso en el poder
cuenta con un sólido apoyo a nivel nacional, y las
próximas elecciones generales no tendrán lugar hasta dentro de
tres años. La lucha contra la inflación ha tardado un poco en llegar,
pero el Royal Bank of India ha terminado por reaccionar y la inflación
importada a través de los precios de las materias primas y de los
alimentos ha empezado a descender. Las inversiones empresariales
se han estancado un poco, pero los proyectos de infraestructuras
"”especialmente viarias y aeroportuarias"” son considerables y el
PIB sigue hoy creciendo a un ritmo del 8% anual. Llama la atención
que la libertad de acción del primer ministro Manmohan Singh
también se exprese en su valentía política, que consiste en llevar
a cabo una purga anticorrupción pocas veces vista en la historia
reciente que ha mandado a prisión a un buen número de burócratas,
hombres de negocios y políticos corruptos. En China, el primer
ministro Wen Jiabao tiene el privilegio de estar al frente de una
economía dirigida y excedentaria, y no oculta su firme voluntad de
controlar la deriva inflacionista, de desarrollar el consumo interno y
de reforzar la cooperación económica con los otros grandes países
en crecimiento. A día de hoy existen dificultades, entre las que se
encuentran la aceleración de la subida de los precios desde hace un
año, la explosión de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario
residencial de las ciudades o, últimamente, las interrupciones en
el suministro eléctrico. No obstante, según nuestras previsiones el
ritmo de la inflación debería descender a partir del verano, y no será
necesario reducir el ritmo de crecimiento económico para llevar la
subida de precios a un nivel sostenible de aproximadamente el
4% al año. En cuanto a los grandes bancos chinos, presentan un
balance (ratio Tier 1 cercana al 10%), una rentabilidad (rentabilidad
media de los fondos propios del 24%) y una valoración (menos de
2 veces el activo neto) que justifican plenamente nuestra confianza
de cara a una política lúcida del gobierno en el sector inmobiliario.
Al mismo tiempo, el apoyo al consumo privado interno sigue siendo
una de las principales prioridades del plan quinquenal para el
periodo 2011-2015.
Las fuertes rivalidades entre los países emergentes se mantienen,
lo que les va a condenar probablemente a perder la carrera por
la dirección del FMI. No obstante, su dinámica de grupo ya les
ha permitido no sólo convertirse en los motores del crecimiento
mundial, sino también reducir su dependencia respecto a los países
desarrollados. En 2011, la demanda interna privada representará
el 90% del crecimiento del PIB indio, mientras que el saldo de las
exportaciones será negativo. China realiza hoy en día el 63% de los
intercambios comerciales con el universo emergente. La India, el
76%. Brasil, el 65%, y está en negociaciones avanzadas con China,
que es ya su primer socio comercial, para acordar un refuerzo de
sus intercambios comerciales. Este entorno ofrece excelentes
oportunidades de inversión.
Para las gestoras de activos internacionales, navegar a través
de este complejo periodo de transición constituye, desde hace
algunos meses, un arriesgado ejercicio. La interpretación de los
riesgos ligados a la reducción de los márgenes de maniobra de
los países desarrollados nos inspira la mayor prudencia. Por el
contrario, el análisis de las perspectivas de los países emergentes,
corroborado por múltiples visitas sobre el terreno, nos anima
a prever un regreso de la confianza de los mercados en estas
regiones. Sin embargo, está en la naturaleza de la previsión el estar
sometido a los avatares de los plazos y es evidente que desde hace
algunos meses los resultados no son satisfactorios. El hecho de que
el rendimiento de nuestros fondos de renta variable internacional
en estos veintidós años haya atravesado a veces estos frustrantes
periodos es un pobre consuelo a corto plazo. ¡No podemos dejar
de intentar afinar la elección de los tiempos! Sea como fuere, esto
nos recuerda, como al final de cada fase delicada en los mercados,
que nuestra misión consiste en prever las grandes amenazas y en
tomar posiciones en oportunidades a largo plazo, con mayor razón
cuando el mercado finge ignorarlas.
Didier Saint-Georges
¿
Redactado el 6 de junio
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