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¿De verdad estamos ante una repetición de 2008?

Lunes, 11 de Enero de 2016 Carlos Montero

La trayectoria de George Soros es lo suficientemente impresionante, sobre todo en sus recomendaciones macroeconómicas, que vale la pena tomarse en serio cualquiera de sus advertencias. Su última sugerencia es que el entorno actual le recuerda a 2008, el preludio de una de los peores mercados bajistas de la historia. La reputación de George Osborne, ministro de Finanzas de Gran Bretaña, no es tan elevada pero también ha dicho que 2016 puede ser el año más difícil para la economía mundial desde la crisis financiera.

Los mercados de acciones han reaccionado como si Soros pudiera tener razón. Las ventas masivas de los últimos días se deben a una combinación de preocupaciones sobre una desaceleración de la economía mundial y tensiones geopolíticas.

Así que, ¿estamos ante una repetición de 2008? El pensamiento general no espera una recesión (pero nunca lo hace). El Banco Mundial ha recortado su previsión de crecimiento mundial en 2016 del 3,3% al 2,9%. Tal vez uno debe mirar la tendencia en los pronósticos, en lugar de las previsiones actuales. Volviendo a 2088, los gobernadores de la Reserva Federal pronosticaban un crecimiento de entre el 1,3% al 2% para ese año. Esas previsiones eran demasiado optimistas, pero la tendencia fue correcta, ya que las estimaciones anteriores (de octubre de 2007) habían sido de entre el 1,7% a l2,5%. La caída de los precios de las materias primas y el descenso de los rendimientos de los bonos son una indicación de que los inversores están preocupados por el crecimiento.

Es cierto que hay signos de debilidad en el sector manufacturero. El indicador ISM manufacturero está en 48,2, por debajo del nivel 50 que separa la expansión de la contracción. La historia nos dice que esos niveles no tienen por qué ser indicativos de recesión, pero una caída por debajo de 45 sería una señal bastante fiable de recesión. El PMI manufacturero de China se encuentra en el mismo nivel. El comercio global también se ha ralentizado.

Por otro lado, el sector servicios (de lejos el más importante en las economías desarrolladas) es bastante sólido. Y no todas las noticias en el sector manufacturero son malas. Los nuevos pedidos alemanes subieron un 1,5% en noviembre, segundo mes consecutivo de fuerte crecimiento.

"Una visión sensata podría ser que el crecimiento mundial sigue lento, pero probablemente necesitará algún catalizador para hundirlo en franca recesión", señala The Economist en un editorial. "La geopolítica es una posibilidad; Irán ha acusado a Arabia Saudita de bombardear su embajada en Yemen y si la guerra de poder entre sunitas y chiítas se convirtiera en una guerra de verdad, tendría sin duda un impacto de gran alcance.

Pero la similitud con 2008 sólo puede sostenerse si estamos hablando de un estallido de la burbuja de la deuda, y Soros se centró específicamente en China.

Si hemos visto euforia y especulación desenfrenada (como la hubo en 2006-07), ha sido en China, en lugar de Europa o Estados Unidos.

Se ha producido un fuerte aumento del ratio deuda-PIB de China, con un aumento de 50 puntos porcentuales en los últimos cuatro años. Al igual que con el auge de préstamos subprime en los EE.UU., un rápido aumento de la deuda sugiere que los préstamos se están concediendo sin prestar demasiada atención a la calidad del crédito y que los recursos se están distribuyendo mal. El consenso general, sin embargo, es que China puede manejar una crisis de deuda; el control estatal de la economía es mucho mayor y el gobierno tiene miles de millones de dólares en reservas con las que rescatar a los bancos si fuera necesario. Además, los bancos chinos no están tan interrelacionados como en el sistema financiero occidental (como Lehman Brothers y Bear Stearns lo estuvieron). Por lo tanto, el contagio sería limitado.

Por supuesto, este control estatal significa que la morosidad no se reconoce tan pronto como en occidente y, como resultado, las empresas no van a la quiebra. Estas empresas zombies dificultan la rentabilidad de sus competidoras (incluidas las empresas occidentales). Así que el efecto contagio no será a través del sistema financiero, sino a través de las ganancias corporativas.

El temor es que las autoridades chinas, desesperadas para evitar disturbios sociales que deriven en desempleo si las empresas quiebran, elijan devaluar su moneda. El yuan se ha debilitado de una manera considerable en 2016 y los inversores han reaccionado con preocupación, pero el shock vendría de una caída mucho mayor.

Ya estamos viendo una fuga de capitales de China y las caídas bursátiles son propensas a animar más salidas.

Si China devalúa su moneda, entonces otras naciones asiáticas estarán bajo presión para hacer lo mismo, por miedo a perder su posición competitiva. Eso activará las preocupaciones sobre las empresas asiáticas que han pedido dinero prestado en dólares. Podría haber problemas bancarios en Asia.

Este es un escenario potencialmente preocupante. Si 2008 es la comparación correcta es otra cuestión. Si el caso bajista se confirma, el escenario más parecido sería 1998, cuando una ronda de devaluaciones asiáticas fue provocada por la constatación de que el crecimiento había sido impulsado por la especulación. Las economías occidentales lograron superar esa crisis. La verdadera preocupación es que los países emergentes son ahora mucho más importantes para la economía mundial de lo que lo eran en aquel entonces."

 

Fuentes: The Economist

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