En general, los inversionistas interpretaron como muy negativas las declaraciones de la Reserva Federal, ya que indicaban que volvió a deteriorarse el crecimiento económico al punto de necesitar que se tomen medidas. En respuesta, cayó abruptamente la rentabilidad de las letras del Tesoro (y subieron los precios), derrumbándose además el precio de las acciones.
Los datos económicos recientes parecieron confirmar la perspectiva de la Reserva Federal. La semana pasada, al informe del mercado laboral de julio, que resultó más desfavorable de lo esperado, le siguieron los reclamos por desempleo peores de lo esperado. Las cifras de las ventas minoristas también resultaron algo desalentadoras, ya que los gastos de consumo han estado luchando por mejorar frente al desapalancamiento continuo. Además, la semana pasada trajo la noticia de que, en junio, se había deteriorado el déficit comercial, lo que probablemente disminuyó alrededor de un 0,5% el crecimiento del producto interno bruto en el segundo trimestre.
El punto favorable de este panorama macroeconómico sigue representado por las ganancias corporativas, ya que la inestabilidad en la recuperación económica no paralizó la recuperación de las ganancias. Según la temporada de informes del segundo trimestre que casi termina, las ganancias por acción registraron un alza del 84% en el segundo trimestre en comparación con el año pasado. Las compañías con altos niveles de exposición extranjera experimentaron resultados particularmente buenos; las corporaciones que tienen más del 20% de sus empresas fuera de los Estados Unidos aumentaron sus ingresos en un 16% en lo que va del trimestre.
La combinación de la rentabilidad extremadamente baja de las letras del Tesoro (la rentabilidad de las letras del Tesoro a 10 años cayó a un poco más del 2,6% a fines de la semana pasada; su nivel más bajo desde abril del 2009) y de las dificultades de los mercados bursátiles provocaron nuevamente que muchos observadores se planteen el espectro de la deflación. Algunos insinúan que los Estados Unidos están ingresando en un espiral deflacionario similar al que se vio en Japón en la década de los “90 o la versión estadounidense en la década del “30. Si bien existen similitudes entre esas décadas y el presente, una de las principales diferencias es que hoy la Reserva Federal de los Estados Unidos está realmente consciente de los errores que se cometieron en las políticas en el pasado, y está profundamente comprometida a pelear, con fuerza, en dirección opuesta para poder reducir al mínimo la probabilidad de un período de deflación a largo plazo.
Creemos que es poco probable que los Estados Unidos experimenten una deflación prolongada. A esta altura, los pronósticos económicos toman dos posibles direcciones. La perspectiva más optimista es que crezca el producto interno bruto (PIB) estadounidense aproximadamente a una tasa del 2% durante los próximos trimestres, observándose a la vez altos niveles continuos de desempleo y de baja inflación. La perspectiva más pesimista es que la economía experimente una recesión en recaída y que continúen creciendo las presiones deflacionarias. Nuestra perspectiva se inclina más hacia la primera. Aún esperamos que la economía se las arregle y crezca, siempre
y cuando continúen siendo propicias para el crecimiento las condiciones financieras. Aunque algunas áreas de la economía, como el mercado inmobiliario y el crecimiento laboral, siguen siendo bastante débiles, todavía se está avanzando en cuanto a la recuperación.
Por muchas razones, el problema actual radica en la confianza. Existe un alto grado de incertidumbre sobre ciertos aspectos, como la dirección futura de las políticas impositivas y los altos déficits, así como las elecciones de noviembre que continúan siendo un factor imponderable. Es difícil imaginar que los niveles de confianza puedan empeorar aún más que en la actualidad y esperamos que, a medida que transcurra el año, lleguen a resolverse algunos de estos problemas. Para las acciones, la perspectiva dependerá, en gran medida, del rumbo de la economía. A pesar de la disminución del precio de las acciones y de la rentabilidad de las letras del Tesoro de la semana pasada, creemos que los mercados financieros muestran que está terminando la peor parte del temor a la deflación y que es poco probable que ocurra una nueva recesión.
Durante algún tiempo, es probable que persista un fuerte escepticismo y que continúen elevados los niveles de volatilidad pero, como venimos diciendo hace algunos meses, siempre y cuando la economía no vuelva a caer en una recesión, las acciones deberían poder continuar generando ganancias.
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