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Emigración / Inmigración

Jueves, 04 de Julio de 2013 Santiago Niño Becerra

Fundamental: recuerden que jamás hablo de política, luego en lo que viene a continuación no hay ni una brizna de ella. Quien la quiera buscar en lo que a continuación viene, le sugiero que deje de leer en este instante.

En tiempos de paz y en el 99,99% de los casos, la emigración se produce porque quienes se van no tienen posibilidades de desarrollo económico ni social en sus lugares de origen: el ejemplo que siempre se pone: los 55 M de personas que desde Europa emigraron a USA entre 1840 y 1913: en Europa se habían convertido en población activa excedente porque el desarrollo económico de entonces no podía ocuparlas porque no las necesitaba.

Quienes emigran se convierten en inmigrantes cuando llegan, y en pura lógica, esos inmigrantes tienen que tener ante sí una panoplia de posibilidades, positivas, se sobre entiende. Qué hagan y cómo lo hagan dependerá de las circunstancias y de lo que les permitan las autoridades y el entorno de la zona o país al que han emigrado.

Evidentemente, y aunque existan puntos en común, es muy diferente el entorno al que emigraron un irlandés o un italiano que llegaron a USA en 1860, al de un español o un portugués que se fueron a Alemania en 1962, y al de un marroquí o un guatemalteco que ha venido a España en el 2002.

Tal vez aquel irlandés se instaló en Five Points, en NYC, y en él que pudo inspirarse Martin Scorsese cuando dirigió ‘Gangs of New York’; y el italiano se integró en una caravana que se dirigió hacia el Oeste, registró unas tierras en lo que sería Oklahoma para lo que tuvo que matar a algunos indios. El español y el portugués entraron a trabajar en una planta fabril situada en las cercanías de Munich en las que trabajaban, de forma totalmente legal, el tiempo estipulado y por el que les pagaban un salario para ellos de cine que, casi en su totalidad, remitían a sus empobrecidas familias. Y, tal vez, el marroquí y el guatemalteco llegaron a España con un visado de turista, se establecieron de forma no legal, y, muy posiblemente, ilegal, empezaron a trabajar en la construcción, en la agricultura o en la hostelería, también muy posiblemente sin garantías y explotados en horario y en salario, salario que, en parte, remitían a sus familias en el exterior y en parte muchos emplearon como respaldo para adquirir una vivienda.

Entre los tres casos expuestos existen puntos en común, pero las diferencias son enormes. De USA, hasta 1900 no puede hablarse como un país completamente formado: en 1890 tuvo lugar la que está considerada la última masacre de indios perpetrada por la caballería estadounidense: en Wounded Knee, Dakota del Sur. USA, al estar en formación, absorbía toda la población que llegase, sobre todo desde que finalizó su Guerra Civil: los actuales WASP son descendientes de parte de aquellos emigrantes.

En Alemania ya no fue igual. La emigración fue necesaria para arrancar la reindustrialización y avanzar en la potenciación de la economía alemana tras la II GM en un período en que, en todas partes, para generar más PIB era necesario ocupar a más factor trabajo. Pero Alemania, la RFA: adonde el español y el portugués de nuestra historia emigraron, ya estaba formada, por ello, cuando llegó la recesión del 73 a muchísimos de aquellos emigrantes les invitaron a irse, y muchos otros se fueron porque a mediados de los 70 en España o en Portugal ya había unas expectativas que en 1962 no había: pocas contra ninguna. Y ese español y ese portugués muy posiblemente, aunque tal vez menos bien de lo que pensaban, encontraron un lugar en la sociedad laboral española y portuguesa, respaldados por la familia que les esperaba a su llegada.

Los casos del marroquí y del guatemalteco, son muy distintos. Su emigración fue económica, sí, pero su establecimiento y su estancia se produjeron en demasiadas ocasiones de foama ilegal, y fueron conscientemente mantenidas por las autoridades de tal forma. Fueron los años del ‘España va bien’. Había que construir 800.000 viviendas al año y atender la estancia de muchos millones de turistas, y había que hacerlo al menor coste laboral posible a fin de que los beneficios fueran los mayores imaginables. Y como a través de la imposición indirecta y de los que estuvieran de forma legal ya se recaudarían impuestos y cotizaciones sociales, y como el crecimiento continuaba y continuaba, todo estaba bien.

Pienso que la Historia será muy dura cuando analice la inmigración española venida entre mediados de los 90 y finales de los 2000, la fase del ‘España está de moda’, lo será con respecto a cómo se administró la llegada y la estancia de esa inmigración, y lo será con cómo evolucionó el ya problema de la inmigración cuando España empezó a ir mal.

España, toda España, cometió tropelías sin cuento sobre la inmigración cuya llegada permitió y fomentó, y luego, cuando el boom acabó, se quedó sin argumentos para abordar un problema de seis millones de personas y un problemón de más de dos millones. Pienso, siempre he pensado, que la residencia en un país para extranjeros ha de estar vinculada a un contrato de trabajo; y siempre he pensado que mientras un inmigrante se halle en un país ha de contar con absolutamente las mismas garantías legales que un originario histórico de ese país.

Eso significa que su entrada debe ser registrada como trabajador porque ha de entrar ya con un contrato en la mano por un tiempo determinado para realizar unas tareas especificadas en una entidad concreta y conocida. Que ha de hacerlo contando ya con una residencia, con una remuneración conocida, con unas plazas escolares ya asignadas para sus hijos. Eso supone que los ‘papeles’ de ese inmigrante han de pasar unas verificaciones determinadas. Que su lugar de trabajo ha de contar con unas especificaciones que se ajusten a la legalidad y que han de pasar unas inspecciones de seguridad e higiene en el trabajo. Eso significa que ese inmigrante ha de contar con idénticos derechos que un originario. 

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