Ahora a todo se le ha puesto, a todo: inyecciones de productos estimulantes, inyecciones que, únicamente, están sirviendo para aguantar, un tiempo, unos meses, ¿por qué?, pues porque hoy la situación es radicalmente diferente a la que era en la década de los 50.
El New Deal de Rossevelt fracasó, dicen, porque cuando, en 1937, se dejó de inyectar dinero, todo se vino abajo debido a que ni la velocidad ni la altura de la Economía eran suficientes para que pudiera remontar el vuelo; si, pero no. Entonces nadie vio que aquella era una crisis sistémica y que debían producirse una serie de cambios -sistémicos- para salir del marasmo en que se hallaba la economía y la sociedad; el New Deal inyectó muchos fondos, pero sin que se produjese ningún cambio sistémico, por eso, cuando los fondos dejaron de fluir, el “antiguo escenario”, el de siempre, volvió a la situación de agotamiento que había desembocado en el crash del 29.
Ahora está sucediendo algo muy parecido. La evolución de los cambios que finalmente se introdujeron en la década de los 50 ha llevado a la situación de agotamiento en la que ahora se halla el modelo; de nuevo estamos ante una crisis sistémica a la que se está pretendiendo curar a base de inyectarle fondos. Como entonces, y pñor lo mismo, la receta no funcionará, con dos agravantes: 1) la población está acostumbrada a un estándar de vida del que en los años 30, y en términos comparativos, muy pocos disfrutaban, 2) en aquellos años la dinámica sistémica apuntaba al alza, cosa que ahora es a la inversa; cierto: hoy contamos con un modelo de protección social que, aunque en vías de recorte, es infinitamente más de lo que entonces había.
A medida que los efectos generados por los estímulos se vayan diluyendo se irá despejando la dura realidad: no hay nada bajo nuestros pies, menos aún bajo los de una economía como la española de 46 millones de habitantes que ha crecido a base de ir al bulto.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.