“No le voy a aburrir más, estimado director con este asunto. Años después hice una pequeña cartera de valores, especulé en el sector inmobiliario, compré algún taxi más. En la actualidad, todo se ha ido al garete: mi cartera vale un bledo, la especulación inmobiliaria me costó un ojo de la cara y a mi edad necesito un 33% más de tiempo para recaudar, si es que lo recaudo, lo mismo que el año pasado, que ya me costó sangre, sudor y lágrimas…”
“Tengo, en fin, heridas de bala, de esa guerra diaria de la vida, por todas partes. No soy un ñoñica, quizá demasiado estúpido a la hora de confiar en la gente. Estoy acostumbrado a sufrir, pero he de confesarle, estimado director, que ahora SÍ TENGO MIEDO, porque nunca he visto una CRISIS IGUAL QUE LA ACTUAL, Y LO QUE ES PEOR, UN DETERIORO DE LAS EXPECTATIVAS TAN ATROZ COMO EL DE AHORA. Creo que en la Bolsa sucede lo mismo, por muchas alharacas que hagan los índices”, me dijo ayer Basilio Holgado, un viejo taxista conocido desde hace años, que en sus escasas horas de asueto visitaba el parqué de la Bolsas de Madrid.
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Las he contado en alguna ocasión, que hasta ahora los Gobierno del Mundo Global recetan placebo a las masas, algunas de ellas ya en clara manifestación, como las revueltas en el Mundo Árabe. Sí, placebo azucarado:
En Las Trampas del Deseo (Editorial Ariel) Dan Ariely afirma que el engaño para activar el efecto placebo tiene que existir, aunque sea deshonesto, porque beneficia a mucha gente. Este especialista en psicologíÑ‚Âa del consumo sostiene que también existe en las compras: percibimos los beneficios de un producto, ante la expectativa de su eficacia, antes de abrir el monedero. Placebo procede del latíÑ‚Ân y se traduce por complacer. El término se utilizaba ya en la Edad Media para designar los lamentos que proferíÑ‚Âan las plañideras profesionales en los funerales, pero poco a poco fue utilizándose en el ámbito médico. Ya en 1811, Hooper, en su Diccionario Médico lo definíÑ‚Âa “como cualquier medicamento prescrito más para complacer que para beneficiar al paciente.
Hoy, el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) señala que “es una sustancia que, careciendo por síÑ‚Â misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este lo recibe convencido de que esa sustancia produce realmente tal acción…”
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