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Primero de Mayo

Lunes, 01 de Mayo de 2017 Santiago Niño Becerra

Hoy, excepto en UK y USA y otros países, se conmemora el 131 aniversario del inicio de las protestas obreras que desembocaron, tres días después, en la Revuelta de Haymarket Square, en Chicago. ¿La causa de las protestas? Reclamar la jornada laboral de ocho horas diarias. Cinco ejecutados después en un juicio sin ninguna garantía y del aumento de la productividad que trajo la II Revolución Industrial llevaron a la disminución del tiempo diario de trabajo y a una progresivamente lenta mejora salarial: la burguesía –el capital– comprendió que el trabajador tenía que disponer de tiempo y de una cierta renta para consumir lo que producía.

También comprendió el capital que ya no era posible continuar explotando y reprimiendo a la clase obrera como hasta entonces había sucedido, a esa comprensión contribuyeron los sucesos de Chicago de 1886 y, unos años antes, la Commune de Paris de 1871 saldada con una matanza: 20.000 ciudadanos de París, obreros en su mayoría, masacrados por otros obreros franceses armados por el capitalismo alemán con la bendición de la burguesía francesa.

Mucho han cambiado las cosas en estos 131 años, pero hay una que es hoy calco de la de ayer. Entonces el trabajo era imprescindible para generar PIB, pero cada unidad de trabajo valía muy poco; ahora el trabajo cada vez es menos necesario para generar PIB, de hecho ya es posible generar PIB con cero unidades de factor trabajo, por lo que el precio de la mayor parte de las unidades de trabajo tiende a valer muy poco.

Si, viajando en el tiempo, trajésemos al presente a algún líder obrero de entonces y viese lo que sucede (si viajásemos nosotros y se lo contásemos no nos creería), alucinaría. Todas aquellas privaciones, toda aquella lucha, toda aquella represión, para volver al ‘Y yo, ¡por menos!’ a fin de conservar, u obtener, una ocupación temporal o un empleo a tiempo parcial; nada más, y con una remuneración a la baja. Y con las expectativas decrecientes de la demanda de trabajo en un escenario de robotización al alza y de Inteligencia Artificial más eficiente.

De todo ello, pienso que lo que más costaría entender a ese líder obrero del pasado es la necesidad decreciente del factor trabajo, ahora ejemplarizados en los ‘contratos de cero horas’, que, en el fondo no es más que el ‘Yo, ¡por lo que sea!. ‘Yo, ¡por lo que me quiera dar!.

No se dice, pero lo cierto es que los trenes pasan una sola vez. La clase obrera tuvo su oportunidad a principios del siglo XX para dar la vuelta a la deriva que estaba tomando el sistema económico, y la tuvo porque entonces el trabajo era absolutamente imprescindible para generar PIB y, a la vez, entre los trabajadores había ya una auténtica conciencia de clase.

Cuando la clase obrera aceptó matarse entre ella en la I GM, cuando obreros alemanes siguieron la orden de matar a obreros ingleses y estadounidenses y viceversa, cuando obreros turcos y obreros australianos, aceptaron matarse entre ellos, sabiendo que sus problemas y carencias eran idénticas y viendo todos ellos como la inmensa mayoría de sus líderes sindicales bendecían tales matanzas, la clase obrera asumió un papel de sumisión al capital. El resto ya es historia y esta necesidad decreciente de factor trabajo no es más que la evolución de aquella situación: cuando el trabajo se convirtió en una commodity más. Y, además, hoy las revoluciones ya no están de moda.

 

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Revuelta_de_Haymarket

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