“Vende en mayo y lárgate”, estipula una de las sentencias más graves de los mercados de acciones-. Es la traducción literal de la frase original en inglés -sell in May, and go
away-. Esta máxima enlaza con otra, la que siguiendo la estela del anterior aconseja vender las acciones en mayo y olvidarse del mercado bursátil hasta que llegue octubre. O, aún mejor, hasta la primera semana de diciembre, que es la que abre la espita a la entrada de dinero en las Bolsas procedentes, en su mayor parte, de los fondos de pensiones. Muchos actores en el mercado conceden a estas frases un virtuosismo especial, que terminan consagrándolas. Ahora que amanece mayo, no parece que las cosas vayan a desentonar en esta ocasión.
Cinco meses después siguen sobre la mesa de operaciones los desperfectos causados por lo que primero fue Crisis de Crédito, más tarde Crisis Financiera y ahora un totum revolutum con matices claros de Crisis Económica. Por eso, los mejores estrategas consideran en sus revisiones apresuradas del comportamiento posible de las Bolsas que sólo cabe jugar a rebotes técnicos más o menos profundos en lo que es una tendencia bajista, que se ha consolidado en las Bolsas con el paso del tiempo. “Hay una tendencia natural, no escrita, a poner en marcha las decisiones de inversión al año natural de forma que en los últimos meses y primeros del año se hacen más inversiones en general que en los meses centrales, y ahora no va a ser la excepción”, dice un gran estratega.
A los riesgos explíÑ‚Âcitos y constatados de la Crisis de Crédito se ha unido, en esta ocasión, el deterioro de los resultados empresariales y, lo que es más importante, sus expectativas de futuro. Con los primeros resultados de 2007 en la mano, la prudencia se ha impuesto, porque las valoraciones actuales están, en su mayor parte, muy ajustadas. Es decir, el mercado está caro en términos generales por mucho que el corifeo de agitadores y analistas de otras tantas firmas de intermediación bursátil y financiera destaquen que la renta variable está barata en comparación con la renta fija y que la mayor parte de los valores líÑ‚Âderes del mercado ofrecen potenciales de revalorización muy elevados.
Tampoco está demostrado en esta ocasión que la búsqueda de oportunidades basadas en el dividendo sea acertada. Es cierto, que las empresas han impulsado su políÑ‚Âtica de remuneración en los últimos ejercicios y que algunas empresas del Ibex dan por esta víÑ‚Âa una rentabilidad superior al 5 por ciento. Pero no menos cierto es que la volatilidad patente provoca grandes movimientos intradíÑ‚Âa en los precios de los valores líÑ‚Âderes, de tal manera que de un plumazo caen las rentabilidades por este concepto, al igual que fluctúan más de lo deseado las variaciones fundamentadas en el PER previsto. Además, el dividendo no es un compromiso sine die. Puede cambiar, y de hecho cambia, a medida que se alteran las expectativas de las empresas que los abonan.
Mayo echa a andar. No hay mejores señales en el cielo de la Bolsa.
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