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Tapas Chang o la Taberna Casa Paco

Miercoles, 17 de Octubre de 2012 Redacción

La ruta de la seda, era una red de rutas comerciales entre Asia y Europa . Hoy, parece que se han invertido las tornas quedando la cosa polarizada.  La seda , cuya elaboración era un secreto que sólo los chinos conocían, muy arcano y misterioso, como misterioso ahora es el dinero que va entrando en nuestro sistema económico procedente de tierras orientales. El hombre aquel oriental que viajó, ando, conoció y acabó en España haciendo tratos y negocios,  acabando comprando tabernas y tascas al granel. Con discreción, pero sin pasar desapercibidos.

    El comercio barcelonés está mutando. Lejos del escenario tradicional del comercio catalán, vemos día a día como nuestros barrios cambian en una atmósfera de incertidumbre y transición hacia un futuro incierto, porque  el comerciante de toda la vida está desapareciendo poco a poco. Algunos propietarios de establecimientos de manteles a cuadros y pincho de banderilla se muestran muy mustios, casi melancólicos, viendo como con la crisis mitigan sus recaudaciones para acabar muchos sucumbiendo al pragmático poder del “parné” en efectivo y puesto encima de la barra con misteriosa propuesta oriental y a punta de caramelo. La tentación siempre vive entre nosotros y vale más pájaro en mano, eso deben pensar muchos taberneros. Porque igual, la comunidad oriental tenían el color del Arco Iris cuando llegaron con dinero fresco y en metálico. Y eso, no es garantía de prorrogar el negocio tradicional de la cultura catalana ni el comercio sostenible.

    En los años setenta, comenzaron a abrirse en España los restaurantes Chinos, y lo que en principio fue un mercado exótico, se ha convertido en un gran “dragón” de tasca y bodega de vino peleón. “Casa Paco” o la “Tasquecita del Jamón”, igual ya no volverán a ser lo mismo, porque la loca globalización les ha mutilado un poco sus tapas, cañas y pinchos de tortilla. Lo curioso de esta controversia, es que no cambian ni el nombre de los locales ni sus rótulos luminosos, dejándolo todo al desnudo adivino del cliente desorientado y sorprendido. Pues, no se suelen reconvertir en el tradicional restaurante oriental, ni hay más guirnalda parida que la qué el antiguo propietario dejó en prenda, Y todo esto, produce confusión y desconcierto en el ciudadano tapeador y artesano del aperitivo y del saludable vermut al mediodía.

    Caminando sobre el agua de la economía a chapotazos y dando tumbos, se corre el peligro de un gran desequilibrio económico inestable importante. Mientras, el comercio tradicional, el de toda la vida, -el botiguer- va cerrando persianas una tras otra. Herederos de...., o Viuda de...,. escasean y cuestan de ver. El negocio familiar tradicional que tanto arraigó y enraizó en Catalunya, está confuso como el mundo mismo.

El Euro y el Yuan, igual se cruzaron un día por el camino y no se dijeron nada, porque probablemente, ni se conocen. Y como la presión sobre los productos falsificados provenientes de China de prendas textiles y otros cacharritos ha hecho su esperado efecto. Los Chinos, ven como buen recaudo  y cosa segura la aventura de la restauración y el turismo. Mientras, desde un balcón atalayando se ve pasar el dinero de mano en mano, en efectivo y sin esconderse demasiado a la luz del día. Y, que si no es trato con seda, lo es con taberna que también deja beneficio aparente. Atrás quedan los rollitos de primavera y las alitas canijas de pollo, que se han pasado a la tortilla y al camarón con ojos vidriosos y melancólicos, para asombro del ciudadano de a pie, que se duerme con el sonido del chirriar bajar la persiana de Manuel, el tabernero, con farias en la boca y palillo en la oreja, sin saber si se levantará con una feliz sonrisa y simpatía oriental en el mostrador al siguiente día cuando se disponga a hacer el primer café de la mañana en Barcelona. ¡Cuidado!, porque: “el pa amb tomaquet” puede que agonice con una butifarra con “mongettes”, y los vinos de mirada añeja adobada, sufren de pena viendo el final de sus días más cerca de lo que probablemente merecerían.

    El mundo se mueve a su aire y nadie puede pararlo. Entre el sol naciente y la luna que siempre mira y sonríe a la vieja Europa. En este mundo de futuros inciertos y crisis castigadoras autoras del daño, vemos como la esencia del comercio se transmuta y conmuta, pudiendo dejando una cicatriz fría y desagradable de ver en una Barcelona cosmopolita. El comercio debe iluminar la ciudad. Porque una ciudad sin comercios es una ciudad desnuda. Y los políticos, bueno, ya se sabe que las piedras a veces, son duras y sordas.

    ¿Hace falta regularizar algún matiz de la economía del consumo desleal para no perder el histórico y tradicional comercio barcelonés?

   Parece que esto no es una novela pasajera, ni una historia de leyendas orientales que brillan por su propio sol. Porque cuando el dinero codicioso y desnudo aparece deja de formar parte de un sueño, de una ilusión. Un cielo negro llueve de pena con gotas de cristal sobre los escaparates de la Barcelona milenaria y de actividad histórica mercantil al granel.


Sergio Farras, escritor tremendista.

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