En la Madre de todas las Cumbres se ha dado por asumida la entrada en recesión y coincidido en que la Crisis emana de la exuberancia irracional en todos los sentidos, hasta que el corazón no ha podido más, hasta que se ha producido el colapso. Se ha certificado que el origen estuvo en la burbuja inmobiliaria hinchada con el gas letal de las hipotecas de alto riesgo, las conocidas como subprime, de Estados Unidos, que se concedíÑ‚Âan a personas con un historial de solvencia dudoso a cambio de que pagaran un interés más elevado por el crédito. Se ha cuantificado que este tipo de créditos pasó de representar el 8,5% del total en 2003 al 20% en 2006 y al 30% en 2007. Además, los tipos de interés en Estados Unidos habíÑ‚Âan permanecido en niveles históricamente bajos desde 2002 hasta junio de 2004, cuando se situaban en el 1%, pero desde entonces comenzó una espiral alcista que los llegó a situar en el 5,25%. Al mismo tiempo, el precio de la vivienda cayó y las hipotecas subíÑ‚Âan, con lo que el valor de los activos comprados con ellas disminuíÑ‚Âan. Quienes teníÑ‚Âan hipotecas subprime fueron los primeros que dejaron de abonar sus deudas y la morosidad voló. Ahora se busca el mismo proceso, pero a la inversa: bajar tipos a cero y con el dinero los Estados reponer los agujeros dejados a bancos y entidades de crédito. Por tanto, los protagonistas y el método son los mismos.
En todas las Crisis la ingenieríÑ‚Âa financiera se pone a trabajar para solventar los problemas del momento, aunque, según lo visto hasta ahora, las soluciones se convierten en parches de enormes dimensiones, que más tarde provocarán mayores convulsiones. Es decir, con el paso del tiempo la historia del desastre se repetirá, porque los dispendios que promocionan los Estados hoy hay que pagarlos algún díÑ‚Âa de una u otra forma. Es lo que se ha escrito en la Historia de los Ciclos Económicos. Veamos ejemplos de malabaristas financieros, artíÑ‚Âfices de la multiplicación de los panes y de los peces en la Era Moderna.
La sofisticación financiera que han aprobado la mayor parte de los Gobiernos del mundo permite que los bancos saquen fuera de sus balances los créditos hipotecarios, y, por supuesto, los subprime. También, además de las ya clásicas cédulas hipotecarias se inventaron unas estructuras denominadas CDO (Collateralised Debt Obligation, por sus siglas en inglés), en las que se metíÑ‚Âa en el mismo paquete la deuda buena con la mala de forma muy opaca, para que nadie lo viera, con el objetivo de transferir el riesgo de impago.
Pero, con el paso del tiempo los CDO y los CLO (con las mismas caracteríÑ‚Âsticas pero con el objetivo de transferir sólo el riesgo de créditos hipotecarios) emitidos para respaldar las subprime comenzaron a verse afectados en el mercado. Al principio, se exigíÑ‚Âa un rendimiento muy superior y después el mercado de este tipo de productos estructurados se secó completamente, afectando incluso a otro tipo de deuda. El mercado crediticio entró, asíÑ‚Â, en una grave parálisis a nivel mundial.
Restablecer, enderezar el mercado de crédito y, con ello, animar el ciclo económico es lo que pretenden los Gobiernos del mundo. La pregunta, por tanto, es ¿Cuál será la nueva invención, la nueva apuesta de la ingenieríÑ‚Âa financiera, ahora en mano de los Estados, si la economíÑ‚Âa sigue sin rular? Y ello, porque ninguna Crisis ha sido igual. Ni la de 1929, ni la de 1936 ni la de los 70, ni la de los 80, ni la de 1998. Tampoco la de 2000. Algunos dicen la actual se asemeja a la que tuvo lugar en los años 80 en Estados Unidos. Fue la Crisis de los Savings and Loans, entidades locales de ahorro que comenzaron a sufrir problemas de solvencia en torno a 1985 debido a que asumieron riesgos excesivos. Más de 1.000 de estas entidades desaparecieron y el Gobierno estadounidense tuvo que tomar cartas en el asunto para que no tuviera mayores consecuencias en el sistema financiero.
Más tarde, el fiasco del hedge fund LTCM por su exposición a la deuda rusa hizo tambalear los mercados en 1998. La suspensión de pagos decretada por Rusia ese año le dio de lleno, lo que dio rienda suelta a pérdidas en cadena en entidades financieras occidentales. AsíÑ‚Â, se produjo una gran salida de liquidez que agravó las pérdidas, afectando especialmente a los mercados del Este y a todos los emergentes en general. Sin embargo, los problemas se resolvieron en un tiempo récord -tan sólo tres meses en los que el S&P 500 llegó a caer un 19%-, debido a que la raíÑ‚Âz del problema era muy concreta.
Ya más cerca, el estallido de la burbuja.com de 2000 se caracterizó por el excesivo endeudamiento del sector empresarial y las desorbitadas expectativas de generación de beneficios del sector tecnológico, que se tradujo en una corrección de la renta variable mundial que duró un año y medio. El S&P 500 retrocedió un 49% desde su máximo de marzo de 2000 y el Nasdaq se dejó un 78%.
Cuando uno se fija, atento, al enunciado descrito y al posterior desarrollo de los acontecimientos, concluye en que el Mundo no se acabará en los próximos díÑ‚Âas; que la Crisis actual será superada, no sabemos cuándo ni cómo, y que lo más probable es que la industria de la intermediación financiera seguirá haciendo uso y abuso de la ingenieríÑ‚Âa financiera para que todo siga igual. Es lo que ha pasado hasta ahora. Es decir TODO ESTÁ INVENTADO, menos lo que afecta a la ingenieríÑ‚Âa financiera.
Más emoción por estos pagos, imposible.
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