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De la dificultad del voluntarismo económico sin margen de maniobra

Didier Saint-Georges, miembro del Comité de Inversión de la gestora Carmignac Gestion. - Martes, 21 de Junio Hace ahora más de dos años desde que los principales países desarrollados demostraran un encomiable liderazgo salvando por poco del naufragio a sus economías. Se evitó una crisis crediticia con consecuencias comparables a las de la crisis de 1929, fundamentalmente transfiriendo a la esfera pública las montañas de deuda que el sector privado había sido incapaz de afrontar. Hoy en día, el vaso está colmado. Los rescates urgentes deben dejar paso a planes de acción capaces de reducir las deudas públicas y redirigir a las economías desarrolladas hacia un crecimiento autosuficiente. Pero este desafío es mucho más complejo que cuando «sólo» se trataba de abrir las compuertas del crédito, ya que los márgenes de maniobra son extremadamente reducidos. Es claramente en Europa donde la situación es más explosiva: nadie se hace ya ilusiones sobre la solvencia de Grecia, o sobre la gravedad de la situación portuguesa e irlandesa, pero nadie está dispuesto a cargar con las consecuencias económicas. De ello deriva una postergación especialmente peligrosa, puesto que calma a los mercados precisamente porque evita responder a la pregunta crucial: ¿Cómo, cuándo y entre quién se repartirán las penalidades de la ineluctable operación de esclarecimiento en relación con las deudas públicas? La voluntad política europea de apoyar a la zona del euro y su moneda ha sido impresionante hasta ahora. Era de prever, puesto que el coste económico (sobre todo para el sector bancario), social y político de la quiebra de un estado miembro justifica claramente los intentos más desesperados de evitarla. Pero doce meses después de la puesta en marcha de los planes de austeridad, no hay más remedio que reconocer que los esfuerzos de Grecia han sido en vano. El déficit presupuestario griego sigue estando en el 10,5% del PIB, mientras que su deuda pública describe aún una trayectoria que le llevará al 155% del PIB el año próximo. Y la única recompensa que tendrá la economía griega es sufrir una recesión que se situará todavía en el -3% durante este año, mientras que el partido socialista de George Papandreou, que llegó al poder aupado por una gran mayoría en las elecciones de 2009, tiene ahora a la oposición conservadora pisándoles los talones. En el mismo periodo, España ha conseguido ciertos resultados, pero los jóvenes «indignados» españoles han llegado al límite de su resistencia al dolor (el desempleo es del 45% entre ellos), mientras que el partido de Zapatero ha caído hasta diez puntos por debajo de la oposición en las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo pasado. La valentía económica se tiñe de suicidio político. La relativa calma que reina entre el resto no debe darnos una impresión ilusoria, puesto que reducir radicalmente los déficits públicos sin servirse de una devaluación competitiva y manteniendo el crecimiento económico representa una dificultad colosal para cualquier gobierno. Y desde este punto de vista, el contagio del fracaso ya se ha producido. ¿Qué dirigente político europeo está hoy en día en posición de aceptar el desafío? ¿Silvio Berlusconi, a quien las elecciones presupuestarias, daría credibilidad a la moneda única, pero se topa contra el rechazo de la mayoría de los países europeos a ceder aún un poco más de su soberanía económica. ¿Durante cuánto tiempo más aceptarán Grecia y sus compañeros de infortunio ser los únicos que renuncian a su soberanía, habida cuenta de que su política económica va a estar íntegramente tutelada por la troika FMI, Comisión Europea y BCE? Y qué decir de la candidatura europea a la dirección general del FMI, dulce nostalgia del liderazgo financiero al que aún sigue aferrándose una zona europea que no percibe el anacronismo que representa, sesenta y seis años después de que se creara en Bretton Woods el FMI para que Europa y Estados Unidos pudieran ayudar a los países en vías de desarrollo a superar sus dificultades financieras? Afortunadamente, muchas empresas privadas europeas son capaces de sustraerse a la coyuntura reinante en el viejo continente. Desarrollando marcas sólidas y demostrando su capacidad de innovación y de previsión, algunas han sabido ligar sus perspectivas de beneficios a las regiones del mundo que registran un crecimiento duradero. No obstante, nos parece que posponer la necesaria toma de decisiones, signo revelador de una Europa fragmentada, constituye un engaño especialmente peligroso para los mercados. Esta inquietud es precisamente lo que nos lleva a aplicar una prima de riesgo substancial a nuestra valoración de los activos financieros europeos. En Estados Unidos, como ya anticipábamos en nuestro informe trimestral de marzo, la economía está debilitándose incluso a pesar de que al "quantitative easing" aún le quedan algunas semanas de vida. Por consiguiente, allí también son muy estrechos los márgenes de maniobra para poder abordar una deuda pública que ya ha alcanzado el techo autorizado por el Congreso estadounidense. Además, las negociaciones entre republicanos y demócratas tropiezan en estos momentos con un enfrentamiento de posturas debido a las presidenciales de 2012, que van a constituir un desafío de primer orden para el liderazgo económico de la Administración Obama. En este contexto, la economía estadounidense va a volver a necesitar del liderazgo de Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal. Este último ha demostrado desde el principio de la crisis su independencia, que sabe resistir ante los críticos de cualquier signo que le prescriben contención, y que sabe construir dentro de la Fed un consenso para realizar una política audaz pero efectiva. ¡Si pudiera seguir! Los dirigentes de los grandes países emergentes, evidentemente, tampoco están exentos de tomar difíciles decisiones, pero su ventaja reside en que tienen un margen de maniobra muy superior. Así, con el objetivo de detener de verdad las previsiones inflacionistas en Brasil, la discreta Dilma Roussef aún tiene que conseguir reducir el excesivo gasto público que su predecesor, el carismático presidente Lula, había puesto en marcha. Los primeros indicadores en este sentido son, a día de hoy, muy esperanzadores. Por otro lado, justo al contrario de sus recientes declaraciones relativas a Estados Unidos, Italia y Japón, sin hablar de Grecia, la agencia de calificación Standard & Poor's acaba de revisar al alza la perspectiva de la deuda pública de Brasil de estable a positiva, señalando el éxito de la diversificación económica del país, el aumento de sus exportaciones, y el apoyo que encuentra el crecimiento en la clase media. En la India, el gobierno debe seguir encauzando las presiones inflacionistas sin que la subida de los tipos de interés penalice en exceso las necesarias inversiones en infraestructuras. En este delicado cometido, el partido del Congreso en el poder cuenta con un sólido apoyo a nivel nacional, y las próximas elecciones generales no tendrán lugar hasta dentro de tres años. La lucha contra la inflación ha tardado un poco en llegar, pero el Royal Bank of India ha terminado por reaccionar y la inflación importada a través de los precios de las materias primas y de los alimentos ha empezado a descender. Las inversiones empresariales se han estancado un poco, pero los proyectos de infraestructuras "”especialmente viarias y aeroportuarias"” son considerables y el PIB sigue hoy creciendo a un ritmo del 8% anual. Llama la atención que la libertad de acción del primer ministro Manmohan Singh también se exprese en su valentía política, que consiste en llevar a cabo una purga anticorrupción pocas veces vista en la historia reciente que ha mandado a prisión a un buen número de burócratas, hombres de negocios y políticos corruptos. En China, el primer ministro Wen Jiabao tiene el privilegio de estar al frente de una economía dirigida y excedentaria, y no oculta su firme voluntad de controlar la deriva inflacionista, de desarrollar el consumo interno y de reforzar la cooperación económica con los otros grandes países en crecimiento. A día de hoy existen dificultades, entre las que se encuentran la aceleración de la subida de los precios desde hace un año, la explosión de la burbuja especulativa en el sector inmobiliario residencial de las ciudades o, últimamente, las interrupciones en el suministro eléctrico. No obstante, según nuestras previsiones el ritmo de la inflación debería descender a partir del verano, y no será necesario reducir el ritmo de crecimiento económico para llevar la subida de precios a un nivel sostenible de aproximadamente el 4% al año. En cuanto a los grandes bancos chinos, presentan un balance (ratio Tier 1 cercana al 10%), una rentabilidad (rentabilidad media de los fondos propios del 24%) y una valoración (menos de 2 veces el activo neto) que justifican plenamente nuestra confianza de cara a una política lúcida del gobierno en el sector inmobiliario. Al mismo tiempo, el apoyo al consumo privado interno sigue siendo una de las principales prioridades del plan quinquenal para el periodo 2011-2015. Las fuertes rivalidades entre los países emergentes se mantienen, lo que les va a condenar probablemente a perder la carrera por la dirección del FMI. No obstante, su dinámica de grupo ya les ha permitido no sólo convertirse en los motores del crecimiento mundial, sino también reducir su dependencia respecto a los países desarrollados. En 2011, la demanda interna privada representará el 90% del crecimiento del PIB indio, mientras que el saldo de las exportaciones será negativo. China realiza hoy en día el 63% de los intercambios comerciales con el universo emergente. La India, el 76%. Brasil, el 65%, y está en negociaciones avanzadas con China, que es ya su primer socio comercial, para acordar un refuerzo de sus intercambios comerciales. Este entorno ofrece excelentes oportunidades de inversión. Para las gestoras de activos internacionales, navegar a través de este complejo periodo de transición constituye, desde hace algunos meses, un arriesgado ejercicio. La interpretación de los riesgos ligados a la reducción de los márgenes de maniobra de los países desarrollados nos inspira la mayor prudencia. Por el contrario, el análisis de las perspectivas de los países emergentes, corroborado por múltiples visitas sobre el terreno, nos anima a prever un regreso de la confianza de los mercados en estas regiones. Sin embargo, está en la naturaleza de la previsión el estar sometido a los avatares de los plazos y es evidente que desde hace algunos meses los resultados no son satisfactorios. El hecho de que el rendimiento de nuestros fondos de renta variable internacional en estos veintidós años haya atravesado a veces estos frustrantes periodos es un pobre consuelo a corto plazo. ¡No podemos dejar de intentar afinar la elección de los tiempos! Sea como fuere, esto nos recuerda, como al final de cada fase delicada en los mercados, que nuestra misión consiste en prever las grandes amenazas y en tomar posiciones en oportunidades a largo plazo, con mayor razón cuando el mercado finge ignorarlas. Didier Saint-Georges ¿ Redactado el 6 de junio


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