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EL PETRÑ“LEO ES SÑ“LO UNO DE LOS ENEMIGOS A BATIR

Moisés Romero - Martes, 26 de Abril
{mosimage}Los organismos supranacionales suelen tirarse a veces los trastos a la cabeza y enmendarse la plana, como párvulos, cuando lo deseable es lo contrario, que trabajen en la misma dirección. Hace dos semanas la Agencia Internacional de la Energí­a dijo: "por primera vez en dos años, el riesgo para la demanda de crudo es a la baja". Acto seguido, los representantes de 184 paí­ses miembros del Fondo Monetario Internacional lanzaron al mundo un mensaje con una tremenda preocupación: el petróleo. Para cerrar la tanda, las alocuciones de última hora de John Snow, secretario del Tesoro estadounidense, hombre locuaz y entusiasta con el programa económico de su paí­s, que ha dicho que no es oro todo lo que reluce en el horizonte de la economí­a mundial. En esta representación, los inversores deciden abandonar las salas de operaciones y esperar señales claras, precisas, para volver a entrar. Muchos miran al cielo, porque con frecuencia la volatilidad intensa asusta.

La Agencia Internacional de la Energí­a ha intentado apagar el fuego del petróleo con proyecciones de una corrección de la demanda, que determinarí­an precios a la baja. Los paí­ses miembros de la OPEP abren la espita e inundan los mercados con más barriles sobre la mesa. No obstante, las reservas en Estados Unidos bajan, principalmente las de las gasolinas. Osea, que se certifica, una vez más, que la industria del refino estadounidense tiene un cuello de botella de solución difí­cil, porque lo que entra por un lado cuesta mucho transformarlo para que salga por otro y eso otro es, precisamente, el que más se consume. A los problemas de la demanda creciente de economí­as como las de China o la India se añade, por tanto, la obsolescencia de la industria de refino de la economí­a más importante del mundo.

Por eso, cuando la inflación tiende al alza, aunque su proyección, caso de Estados Unidos, no sea disparatada, los mercados sobrerreaccionan y vuelven a fijarse en los condicionantes exógenos. Poco ha durado, así­, la tranquilidad relativa en el mercado del crudo. El precio del barril del petróleo ha pasado a segundo plano en los  mercados sólo durante dos semanas. La inflación, por un lado, y la merma de las reservas en Estados Unidos, por otro, le han devuelto el protagonismo. Los hedge funds, que han perdido dinero con sus inversiones bursátiles durante el primer trimestre, según promedios oficiales, siempre disparan a todo lo que se mueve y lo que mayor agitación manifiesta ahora es el petróleo. Así­ que, vuelven a la carga.

El fenómeno coincide en el tiempo con la presentación masiva de resultados en Estados Unidos. En contra de las proyeciones manejadas en algunos medios, los resultados superan las expectativas y la relación de advertencias negativas está por debajo de lo pronosticado. Salvo sorpresas en la relación de empresas que aún no han facilitado sus cuentas, el capí­tulo de resultados empresariales es una buena noticia para las Bolsas. El empeño de algunos agitadores por comparar los resultados del primer trimestre de 2005 con los del mismo periodo del año anterior es criticado por los mejores analistas, por cuanto las bases de comparación han perdido rigor desde el estallido, primero de la burbuja de los valores tecnológicos en marzo de 2000 y segundo, la irrupción en el mercado de los sucesivos escándalos contables en Estados Unidos. En el promedio histórico, crecimientos de los beneficios del 10% son muy favorables. Esa es la tasa que se maneja en la actualidad.

No sólo de resultados y de petróleo viven los mercados. Hay muchos enemigos a batir. Eso, al menos, es lo que los inversores en la circunstancia actual piensan. Uno de los asuntos de última hora que más preocupan son las manifestaciones del secretario del Tesoro estadounidense, John Snow, cuando dice que la economí­a global está en un momento dulce, pero que los gobiernos necesitan prepararse porque los buenos tiempos podrí­an no durar siempre. Snow también ha dicho que la brecha entre el fuerte crecimiento económico de Estados Unidos y buena parte del resto del mundo tiene extraordinarias implicaciones para la economí­a mundial.

Los observadores más agudos han interpretado estas reflexiones como preparatorias para nuevos impulsos alcistas en los tipos de interés. Los gestores de prestigio insisten desde hace tiempo en que uno de los grandes enemigos de la Bolsa en la coyuntura actual es la cadencia que imprima la Reserva Federal de Estados Unidos respecto al alza prevista de los tipos de interés. Si se realiza de manera ordenada, los mercados lo digerirán de una u otra manera. Si los tipos suben de manera brusca, contundente, que el último apague la luz.




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Moisés Romero




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