DARLE A LA MANIVELA O APRETARSE EL CINTURѓN
Moisés Romero - Viernes, 29 de Abril{mosimage}Hemos vuelto a leer los informes de situación y
estrategia, que las firmas del mercado han publicado en los últimos
días, y hemos encontrado tres novedades respecto a informes anteriores.
Primera, que todas las proyecciones desvelan cansancio y desánimo en lo
que hasta ahora ha sido el movimiento bursátil global. Segundo, que
poco a poco los especialistas van tirando la toalla y dejando todo en
manos del segundo semestre. Tercero, que aparece, incluso comienza a
estar de moda, el término estangflación, tanto en Alemania como en
Estados Unidos. Esto evoca tiempos pasados, cuando los
ministros de Economía de diferentes formaciones políticas y de países
distintos se
desgañitaban con aseveraciones y promesas de que el segundo semestre
del año sería mejor, porque el presente pintaba sombrío. La historia
repite, así, muchas pautas de comportamiento de los actores, aunque los
tiempos y las personas sean diferentes. Los ortodoxos hablan de
apretarse el cinturón. Otros, de que hay que darle a la manivela, a la
máquina de hacer billetes a sabiendas de que los déficits públicos
seguirán sumidos en el caos.
No sólo los especialistas bursátiles y los mejores
estrategas del mercado confían sus expectativas de mejora al segundo
semestre del año, que es lo mismo que decir que desconfían del presente
y que temen el corto plazo. Hay instituciones, como el Banco
Central Europeo, también algunos miembros de peso de la Reserva Federal
de Estados Unidos, empeñados en airear desde hace unos días
que los pobres fundamentos económicos de ahora serán mejorados en el
futuro, "porque hay indicios suficientes que demuestran que tanto la
economía europea como la estadounidense se recuperarán con fuerza
pasados los calores del verano". En
los mercados, no obstante, comienza a acuñarse el término estangflación
como referencia del pulso económico débil tanto en Alemania como en
Estados Unidos.
Esta premonición, o acto de fe, que cada uno lo interprete como bien considere, porque a las autoridades nos les queda otra opción que las de arengar a las masas, contradice las diferentes cifras publicadas en las últimas horas en lo que respecta al estado de ánimo de los consumidores de medio mundo. El recurso al consumo privado ha sido el más utilizado en Estados Unidos y en la zona euro en los últimos años, lo que lo ha convertido en el motor del crecimiento económico. Los consumidores ven muchas nubes y los expertos auscultan el caso en busca de razones. Una de ellas, quizá la principal, es el excesivo nivel de endeudamiento de las familias en las economías occidentales, principalmente en lo que se refiere al crédito hipotecario.
El alza de los tipos de interés en Estados Unidos, que según todos los pronósticos se mantendrá en el tiempo con mesura, en el mejor de los casos, porque lo que algunos temen es que se produzcan subidas bruscas en algún momento, y los avisos reiterados de sobrevaloración de los activos inmobiliarios han puesto en guardia a los consumidores. La tercera variable, tan peligrosa como las dos anteriores, está en el desfallecimiento del empleo. Con hipotecas más caras, precios de los activos muy inflados y condiciones laborales precarias se conformaría uno de los peores escenarios de los últimos tiempos. Los analistas más fríos consideran que no hay marcha trás, salvo que la Reserva Federal de Estados Unidos siga en estado de gracia de manera perpetua y logre desactivar la bomba de relojería sin causar víctimas ni daños colaterales.
La Bolsa no es ajena a este fenómeno, porque entronca con la realidad económica y con el estado de salud de las empresas. El desastre inmobiliario, entre otros, que algunos pregonan afecta, además, a un importante número de compañías cotizadas, desde empresas puras del sector a las más diversas instituciones financieras, que han repartido créditos inmobiliarios a mansalva.
Los ortodoxos dicen que la pócima milagrosa existe y que no es otra que apretarse el cinturón, con lo que el mercado se verá obligado, así, a reconducir posiciones en todos los mercados dada la sobrevaloración de los activos. La otra alternativa, ante el desafío que representan cifras de actividad económica más débiles, es darle a la manivela, a la máquina de hacer billetes y que los déficits públicos sigan disparatados, sumidos en un enorme caos. No es buena idea, porque eso siempre se paga.
Esta premonición, o acto de fe, que cada uno lo interprete como bien considere, porque a las autoridades nos les queda otra opción que las de arengar a las masas, contradice las diferentes cifras publicadas en las últimas horas en lo que respecta al estado de ánimo de los consumidores de medio mundo. El recurso al consumo privado ha sido el más utilizado en Estados Unidos y en la zona euro en los últimos años, lo que lo ha convertido en el motor del crecimiento económico. Los consumidores ven muchas nubes y los expertos auscultan el caso en busca de razones. Una de ellas, quizá la principal, es el excesivo nivel de endeudamiento de las familias en las economías occidentales, principalmente en lo que se refiere al crédito hipotecario.
El alza de los tipos de interés en Estados Unidos, que según todos los pronósticos se mantendrá en el tiempo con mesura, en el mejor de los casos, porque lo que algunos temen es que se produzcan subidas bruscas en algún momento, y los avisos reiterados de sobrevaloración de los activos inmobiliarios han puesto en guardia a los consumidores. La tercera variable, tan peligrosa como las dos anteriores, está en el desfallecimiento del empleo. Con hipotecas más caras, precios de los activos muy inflados y condiciones laborales precarias se conformaría uno de los peores escenarios de los últimos tiempos. Los analistas más fríos consideran que no hay marcha trás, salvo que la Reserva Federal de Estados Unidos siga en estado de gracia de manera perpetua y logre desactivar la bomba de relojería sin causar víctimas ni daños colaterales.
La Bolsa no es ajena a este fenómeno, porque entronca con la realidad económica y con el estado de salud de las empresas. El desastre inmobiliario, entre otros, que algunos pregonan afecta, además, a un importante número de compañías cotizadas, desde empresas puras del sector a las más diversas instituciones financieras, que han repartido créditos inmobiliarios a mansalva.
Los ortodoxos dicen que la pócima milagrosa existe y que no es otra que apretarse el cinturón, con lo que el mercado se verá obligado, así, a reconducir posiciones en todos los mercados dada la sobrevaloración de los activos. La otra alternativa, ante el desafío que representan cifras de actividad económica más débiles, es darle a la manivela, a la máquina de hacer billetes y que los déficits públicos sigan disparatados, sumidos en un enorme caos. No es buena idea, porque eso siempre se paga.
twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero
Moisés Romero
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