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PORTUGAL (Más)

Santiago Niño Becerra - Martes, 05 de Julio

En lacartadelabolsa ya nos hemos ocupado de Portugal, pero hay novedades con respecto a este paí­s. La economí­a de Portugal está tocada, muy tocada. En última instancia, su problema radica en que, en base al número de ciudadanos y residentes con que cuenta, no puede generar el valor que hoy debe generar un paí­s desarrollado a fin de asegurarse la estabilidad y de garantizar un nivel de ingresos suficiente -para un paí­s desarrollado- para su población.

A principios del siglo XIX, David Ricardo especulaba con la posibilidad de que Portugal se especializase en la fabricación de paño y en la elaboración de vino, que ambos bienes fuesen producidos por capitales británicos y que fuesen exportados a Inglaterra; decí­a Ricardo que, de hacerse eso, ambos paí­ses -Inglaterra y Portugal- se beneficiarí­an.

Desde que el autor inglés dijese eso, y durante más de siglo y medio, Portugal ha seguido una filosofí­a en esa lí­nea, porque: 1) no podí­a hacer otra cosa debido a sus carencias estructurales, y 2) aún pagando un coste elevado, le ha sido rentable hacerlo. Su atraso a todos los niveles y el dilatado perí­odo dictatorial en que se vio sumido el paí­s desde principios del siglo XX abonaron esa situación.

Pero la dictadura finalizó, Portugal se incorporó a UE, primero, y a la UEM, después, su economí­a creció y la ciudadaní­a portuguesa y los sucesivos gobiernos portugueses pensaron que podí­an enfocar su rumbo por otros derroteros; pero aquellas carencias, aunque, en parte ocultas, continuaban lastrando su evolución de forma tal que, aunque Portugal, por motivos polí­ticos y por intereses estratégicos, fue admitido en el club de los desarrollados, su realidad no se correspondí­a con el carnet de miembro de ese club.

Ha llegado un momento en que el que se ha puesto sobre la mesa la verdad: que Portugal está mostrando de sí­ misma una imagen que no cuadra con la realidad de su contenido. Su déficit está fuera de control, pero el problema no es el déficit, el problema es lo que motiva ese déficit.

Dense una vuelta por Portugal, pero no por los barrios elegantes de Lisboa y Oporto, si no por las pequeñas aldeas y las zonas rurales. Visiten sus hospitales, entérense de los niveles de atención de sus servicios públicos, escudriñen las casas de los portugueses de a pie, hablen con sus ciudadanos; descubrirán carencias básicas. Y si visitan sus zonas industriales, verán plantas y talleres productores de bienes de bajo valor. Luego revisen los servicios que el paí­s ofrece, comprobarán que, la mayorí­a, son, así­ mismo, de valor bajo.

Lo distintos gobiernos portugueses, conscientes de las carencias de los ciudadanos, del paí­s, han puesto en marcha planes para revertir esa situación, pero esos planes debí­an ser financiados, y esa financiación, como la generación de valor era insuficiente, ha desencadenado un déficit por el que ahora Portugal puede ser castigado y obligado a implementar recortes y saneamientos a fin de corregirlo.

El actual gobierno portugués dice que va a incrementar los impuestos y a reducir los gastos, impuestos indirectos y gasto público. Posiblemente, el déficit se corregirá y Portugal recibirá felicitaciones por ello, pero, ¿cómo quedará el paí­s?, ¿cómo sus ciudadanos?, ¿resolverá el remedio las carencias de Portugal?.

Tanto si tienen inversiones en el paí­s, cómo si no las tienen, les sugiero que vigilen muy de cerca la evolución de la economí­a portuguesa; también el estado de su sociedad. Desgraciadamente, ya hay datos que muestran que su evolución no va a pintar demasiado bien.

 

Santiago Niño Becerra. catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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