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Santiago Niño Becerra - Lunes, 01 de Agosto

Decí­a hace unas semanas en lacartadelabolsa, que los servicios que hoy son la base económica de las economí­as desarrolladas se expansionaron a medida que la rentas personales fueron creciendo y en paralelo al aumento de la capacidad de endeudamiento personal.

El Sector Servicios en enorme. En el entran tanto como ese ente últimamente tan utilizado: ?el fontanero polaco', como el informático que programa una modificación en la aplicación que proporciona datos a los operadores de Wall St.; la persona que despacha hamburguesas en McDonalds, y el neurocirujano que recompone los daños de un aneurisma cerebral; la empleada doméstica ecuatoriana y la galaxia de posibilidades que brinda la telefoní­a móvil.

Todos, absolutamente todos -casi- los expertos en tecnologí­a, en inversiones, en telefoní­a, dibujan en el próximo futuro un escenario en el que prácticamente todos los órdenes de nuestra vida podrán ser seguidos, controlados, programados y planificados por un teléfono móvil; bueno, no por un simple móvil, por un elemento del tamaño de un paquete de cigarrillos con el que podremos jugar, comunicarnos con personas y objetos, enviar y recibir todo lo imaginable que sea objeto de digitalización, y ello do quiera que nos encontremos e interactivamente; pero yo, lo siento, no lo veo así­.

Cuando las expectativas que las personas de a pie tienen de su futuro son crecientes y positivas, cuando el futuro se ve con optimismo, el presente está abierto a gastos y a endeudamientos; crece el consumo -no importa de qué-, y el PIB aumenta; pero cuando las expectativas no se muestran tan halagí¼eñas, el presente se analiza y el futuro de aquilata.

En cualquier paí­s, la distribución de renta por edades muestra que las rentas más elevadas se concentran en los intervalos de edad medios, lo cual tiene su lógica. Los adultos jóvenes de hoy son aquellos jóvenes que ayer adivinaban un futuro risueño, expectativas que fueron recogidas por los analistas de mercado, y que se enrolaron en espirales de consumo y endeudamiento; vale, sí­, pero ... ¿son igual de positivas las expectativas de los jóvenes de hoy; las de las personas de edades comprendidas entre los quince y los veinte años?.

Si vamos hacia un escenario en el que se pagará por todo lo que se use, si las expectativas no llegan a ser todo lo risueñas que algunos creen, si las rentas no permiten unos niveles de endeudamiento como en el presente, ¿destinarán a consumos no necesarios -¿lo es enviar una foto del bocadillo que ahora me estoy comiendo mientras mantengo una videoconferencia con mi amiga noruega que está en Jumilla?, ¿lo es explicarle a esa amiga lo buení­simo que está ese bocadillo?- los adultos jóvenes de mañana ingentes y crecientes fondos si esas expectativas se ajustan a lo que ahora imaginan?.

No es la primera vez que lo digo: hablen con los jóvenes; se ha dicho en innumerables ocasiones, pero hoy es más verdad que nunca: ¡son el futuro!.

 
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economí­a IQS. Universidad Ramon Llull.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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