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“El cambio tecnológico no sabemos hacia dónde va. Y nos afecta a todos…”

Moisés Romero - Miercoles, 11 de Septiembre

Hablo con uno de mis gurús favoritos, preocupado, ahora por la velocidad con la que se suceden los acontecimientos en todos los órdenes de la vida y por el dominio absoluto del cambio tecnológico. "Estamos atrapados por el cambio tecnológico, pero nadie sabe a dónde nos lleva. Los acontecimientos en el mundo global se suceden a tal velocidad y con reacciones tan intensas,  que toda urgencia es poca. En la actualidad, aquí y ahora, el tiempo es el factor más peligroso para la geopolítica, los negocios, las inversiones y las empresas. Todo proceso dilatorio o tardío pasará una factura, quizá impagable, con el paso de los días. Pero hay un hecho más grave: las inversiones que hoy realizan numerosas empresas, con grandes desembolsos, quedan viejas a las veinticuatro horas ¿Y qué deben hacer estas empresas, volver a gastar más y más dinero hasta quedarse descapitalizadas? La vorágine del cambio tecnológico dejará muchos muertos en el camino ¿Le afectará a sus inversiones y negocios? Depende de dónde se encuentre. Cuestión de suerte, en muchos casos..."

"Sí, hay que ser muy rápidos, más rápidos que el propio tiempo. Europa no puede permitir negociaciones duraderas con el Reino Unido. Europa es Europa y sus destructores deben hacer las maletas ya y no dar pávulo, alimentar posiciones secesionistas de Norte a Sur con las soflamas de los populistas o de filántropos como Soros, que ya hundió la libra en su día: George Soros logró en 1992 doblegar al Banco de Inglaterra, tumbar la libra esterlina y embolsarse cerca de mil millones de dólares directamente en su bolsillo y todo en tan sólo 24 horas. Luego vino la desapairición del Sistema Monetario Europeo..."

"Pero retomo el hilo inicial. Les aconsejo este magnífico enlace: La maldad líquida, de Zygmunt Bauman. El libro póstumo del pensador polaco analiza la manera en que el afán de dominación se ha hecho invisible y se ha infiltrado en todas las rutinas del hombre contemporáneo.

El fenómeno del «lavado de cerebro» tiene hoy día una presencia eminente tanto en la propaganda como en la publicidad comercial, aunque disimulado bajo denominaciones tan políticamente correctas como «publicidad», «industria de la comunicación», «relaciones públicas» o, directamente, «servicio informativo», y recurre a la variedad «blanda» del poder (por usar la terminología de Joseph Nye), en vez de a la «dura». 

Ahora, como en el pasado, los cerebros deben «lavarse» antes de ser «rellenados» de nuevo. Los asesores de prensa y de imagen contratados por los políticos que ocupan cargos o que aspiran a ocuparlos, y los «persuasores» de los que hablaba Vance Packard, que están al servicio de los vendedores de productos, tienen la lección bien aprendida y han elevado su arte a nuevas cotas insospechadas para la imaginación de Hunter y de los antiguos chinos que le sirvieron de inspiración.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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