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Este problema podría destruir el mundo que conocemos

Carlos Montero - Martes, 30 de Julio

"El mundo sufre de un apalancamiento financiero que amenaza con destruir el modo de vida actual", me comentaba de forma apocalíptica un amigo gestor financiero en una cena este pasado fin de semana. Y es que, a pesar de las crisis financieras, y de la evidencia de que ese apalancamiento en las deudas de los gobiernos, empresas y familias debería reducirse sensiblemente para no volver a sufrir nuevas crisis, el apalancamiento no ha hecho más que crecer, y crecer, llegando a niveles récord que hacen peligrar los fundamentos de la economía a nivel global.

En este punto, me gustaría traer a estas páginas los comentarios al respecto del brillante economísta G. Barba, que ahonda en esta problemática desde un punto de vista histórico. Veamos:

En numerosas ocasiones hemos hablado sobre cómo desde el Siglo XIX, los gobiernos fueron abandonando intencionalmente el patrón oro con el propósito (después cumplido) de poder imprimir todo el dinero que quisieran y continuar así la expansión (corrupción) monetaria sin fin.

No es casual que cuando Estados Unidos acabó con lo que quedaba del referido patrón oro, se exacerbaron la inestabilidad financiera y el endeudamiento eterno de gobiernos, empresas y personas. El sistema actual está basado en la deuda, que por definición, no puede crecer al infinito porque tarde o temprano esos créditos se tienen que pagar. Posponer el problema pagando con más y más dinero creado de la nada, no es una solución, sino una postergación de la explosión de la bomba que cada día se recarga más y más.

Conviene hacer un poco de memoria para saber dónde estamos situados ahora.

En julio de 1944, unos 744 delegados de las naciones aliadas en la Segunda Guerra Mundial se reunieron en el hotel de Mount Washington en New Hampshire para discutir el nuevo sistema monetario que regiría al mundo y sería encabezado por el triunfante Estados Unidos. El conflicto estaba en su punto cumbre, pero con el exitoso desembarco en Normandía, ya se sabía que los días de Hitler estaban contados.

En dicho hotel de la localidad de Bretton Woods se acordó que el valor del dólar estadounidense se fijaría al oro a una tasa de 35 unidades por onza troy (31.1 gr.), mientras que todas las demás monedas se fijarían al dólar estadounidense. A 75 años de haberse implementado, el sistema de Bretton Woods -ya extinto- marcó el comienzo de un período de notable estabilidad económica en todo el mundo.

“Durante aproximadamente 25 años que el sistema de Bretton Woods estuvo funcionando, las crisis bancarias eran casi inexistentes. Las recesiones eran raras y la deuda global se redujo de casi el 150% del PIB al final de la Segunda Guerra Mundial, a aproximadamente el 30% a principios de los años setenta”, indica nuestro amigo Simon Black, inversionista y autor del blog Sovereign Man.

Pero todo cambió en agosto de 1971, cuando Estados Unidos abandonó intempestivamente el sistema. La razón es que la guerra de Vietnam resultó ser demasiado costosa y Washington necesitaba financiarla imprimiendo más dinero. Entonces el presidente Richard Nixon ordenó abandonar el patrón oro “temporalmente” y, desde entonces, la divisa que rige el sistema financiero global está respaldada en… deuda! Dicho de otro modo, el dólar se sustenta en la promesa de pago del contribuyente estadounidense, lo que les guste o no, significa que eventualemente los impuestos en ese país tendrán que irse al cielo.

“Desde el final de Bretton Woods, la deuda global se ha disparado a aproximadamente 200 billones de dólares, eso es aproximadamente el 225% del PIB. Las crisis bancarias y las crisis financieras se han vuelto mucho más comunes, los ‘cracks’ en los mercados financieros son más severos, las recesiones son más comunes y la inflación en todo el mundo se ha disparado”, menciona acertadamente Black. Lo irónico es que en 1944 una habitación del hotel Mount Washington costaba 18 dólares y hoy cuesta 250.

Como se puede ver, el abandono del oro y la flexibilización monetaria sin límites ha provocado varias distorsiones en los mercados. Uno de los casos más extremos es la existencia de bonos de países como Suiza, Japón, Dinamarca y toda la zona euro con, tasas de interés negativas, es decir, en vez de ganancias, entregan pérdidas. Lo peor es que hay inversionistas dispuestos a poner su dinero ahí, y de facto, pagan por prestar su propio dinero. ¡Un absurdo!

Y ojo, porque según reporta el Wall Street Journal, en Europa ya hay bonos “basura” de empresas que entregan rendimientos negativos. El mundo al revés. Esta clase de activos, llamados así porque la probabilidad de impago de la empresa que los emite es muy grande, podrían ser más comunes de lo que se piensa.

Es difícil saber si esta gran burbuja de deuda reventará pronto o aún se inflará más, y solamente hay certeza en que algún día habrá una corrección y, entre más tarde, las consecuencias serán más dolorosas para todos.

Por eso tiene sentido tomar medidas sensatas para protegerse sin importar lo que suceda después. La semana pasada, el oro estaba por encima de los 1,420 dólares la onza y en lo que va del año se ha mantenido al alza en la medida que los temores por una desaceleración o recesión global se acercan.

Hay otra buena razón para poseer oro: los suministros del metal áureo en todo el mundo están cayendo, y eso podría ser un gran motivo para los precios sean mucho más altos en el futuro.

“Nunca es una buena idea tener todos los ahorros de tu vida en un solo lugar, sobre todo en un momento en que los bancos centrales imprimen más dinero de la nada y los mercados alcistas se empiezan a agotar. Por eso asignar una porción de tus ahorros en oro tiene mucho sentido”, comenta Simon Black y respaldamos ampliamente esta recomendación.

Hace 75 años se diseñó el sistema monetario global que trajo estabilidad, pero Estados Unidos, enfrascado en su carrera por mantener la supremacía global, abandonó el oro, el dinero real que garantizaba esa estabilidad, y hoy usamos dinero fíat creado en el aire que mandó al mundo a una espiral de deuda e inflación.

Piense en cuánto costaban hace cinco años atrás (no hace falta ir más lejos) los productos, servicios o insumos básicos que usa en su vida cotidiana y cuánto cuestan hoy. Eso es el fruto (podrido) de la corrupción monetaria y el único antídoto es tener oro entre sus activos. Siempre más. Cuanto antes, mejor.




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