La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

“No me enamoro de ninguna acción. Las conservaré el tiempo que haga falta siempre que mi método no me dé venta”

Moisés Romero - Lunes, 25 de Julio

Escribía hace unos meses David Galán @DavidGalanBolsa que "no me enamoro de ninguna acción Las conservaré el tiempo que haga falta siempre que mi método no me dé venta. Hay una gran cantidad de inversores enamorados de sus acciones que si se desploman están convencidos de que el mercado se equivoca y no saben valorar a su pequeño tesoro. Debe ser compatible ese desapego con la acción, con saber aislarse del ruido y no entrar ni en pánico ni en euforia. Simplemente, dedicarse a seguir las reglas del método previamente establecido, tan fácil de decir y tan difícil de hacer; tanto que me llevo muchos años lograrlo". Por su parte, Juan Antonio H. es uno de los miles de ahorradores que han invertido en Bolsa. Una historia, nos cuenta, de lo que nunca hay que hacer: "me obsesioné con un valor, que no voy a mentar, porque es como mentar a la bicha, y lo perdía casi todo. Analicé, me informé, pedí consejo y asesoramiento y todo iba en la misma dirección, al desastre. La culpa fue mía. Muy pocos analistas y gestores se atreven a llevarte la contraria, como si se tratara de un código no escrito, pero que la mayoría obedece. La obsesión por un valor me llevó a la ruina. Meses después encontré la solución a esta práctica perversa, sin embargo ya era tarde. La traigo a colación para que ni yo ni los inversores en Bolsa caigan en la ciénaga o, como tantas otras veces sucede, en ese panal de rica miel al que mil moscas acudieron y ya saben lo que sucedió.

Para evitar obsesionarse (enamorarse) de las acciones en las que invierten, Nick Clay, gestor de BNY Mellon IM, recomendaba hace tiempo a un inversor que invierta en renta variable global aplicar un enfoque disciplinado por el que solo se invierta en empresas que rindan un 25% más que el índice FTSE World. En cuanto el rendimiento caiga por debajo de ese umbral, lo que recomienda es venderlas. “Imponerse una disciplina objetiva resulta esencial, ya que nos protege frente a un mal demasiado común: la manipulación de la tesis de inversión”, afirma.

En su opinión, cuando una inversión funciona y la valoración aumenta, es fácil encontrar nuevas razones que justifiquen el aumento de la valoración y así poder seguir invertidos en esa acción ganadora que nos tiene enamorados. “En realidad, lo que ocurre es que la asimetría del perfil de rentabilidad-riesgo de la inversión original se está moviendo en la dirección contraria”, revela.

“Estadísticamente, que la asimetría entre la rentabilidad y el riesgo muestre un sesgo a nuestro favor nos proporciona cierto margen de seguridad frente a las incertidumbres del futuro. Sin embargo, si esa asimetría cambia, aumentan las posibilidades de que la inversión acabe decepcionando. Dicen que el amor es ciego, por lo que puede ser muy difícil darse cuenta de que estamos actuando así. Por eso es necesaria una disciplina objetiva que nos ayude en cierto modo a protegernos, para que no nos rompan el corazón”, concluye.

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Dice el Diccionario de la RAE que la obsesión es el estado de la persona que tiene en la mente una idea, una palabra o una imagen fija o permanente y se encuentra dominado por ella. Leí hace poco una reflexión que enlaza con el momento actual de los mercados: "cuando algo te obsesione, cuando algo llegue a tal extremo, solo hay que pensar en lo contrario, porque ahí está la respuesta". Obsesionados por el pasado de la Bolsa, obsesionados por el devenir. Desquiciados, que es cuando los sentimientos llegan a un extremo ¿Por qué no considerar que lo correcto es apostar, por lo contrario, hasta mantener una postura serena, reflexiva, lejos de la compulsión?

Hay lecciones magistrales escritas en el gran Libro de la Historia de la Bolsa, que permanecen vivas con el paso del tiempo. Una de ellas recala en el sentimiento contrario (otros la definen como sensu contrario), de los actores. Cuando la mayor parte de ellos se coloca en el mismo plato de la balanza, el fiel de la misma, el índice, hace justamente lo contrario para sorpresa general y regocijo de los más atrevidos. Cuando la mayoría apuesta con ganas y con mucho descaro por una caída de la Bolsa, el mercado suele subir. Y al revés. Lección magistral que hemos aprendido en muchos ciclos bursátiles ¿Va a ser este diferente?

Hay, no obstante, un apunte de valoración imposible. Se trata del miedo (¿cómo medirlo?) de los grandes actores en los mercados ¿Se han consumido ya todas las porciones de miedo de la pandemia? El miedo conduce a la irracionalidad del pánico e impide que los protagonistas de las Bolsas actúen con la movilidad suficiente. La vieja ley del sentimiento contrario arrojará luz en esta dirección, porque apenas hay otras expectativas. Si observamos la economía real y trasladamos su proyección a las valoraciones bursátiles, mejor no salir de casa. Pero la Bolsa es desde siempre anticipación en una adecuada combinación con sentimientos y percepciones, que, con frecuencia, no son los de la mayoría. De ello escribí en pleno desplome bursátil.

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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