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Por ejemplo, España.

Santiago Niño Becerra - Viernes, 05 de Junio

Tras percutir machaconamente Gobierno, numerosos políticos y bastantes expertos, en la idea de que ‘España ya ha salido de la crisis porque está creciendo’, ahora toca abordar la idea de que ‘el nivel de paro es inasumible y es imprescindible que baje’. Al respecto algunos comentarios.

1 – Si las estadísticas dicen que el volumen de PIB está aumentando en España es porque el volumen de PIB está aumentando en España, es decir, España, en relación a los millones de PIB que generaba hace un año, o dos, o tres, está generando más. Lo que esas estadísticas no dicen es: a) de qué tipo de PIB es el que España genera, b) qué valor unitario tiene cada unidad de PIB que genera España, c) en que lugares de España se genera ese PIB, y d) como se distribuye el PIB generado.

Si España genera un millón de euros más de PIB no tiene el mismo impacto que ese PIB sea gasto realizado por turismo en siete localidades que en una sola localidad. En el sector agrario o en el industrial, un millón de PIB puede generarse exportando aceite o vino a granel, o embotellado y con marca; o en forma de semimanufacturas o de bienes acabados. Y no es lo mismo generar un millón de PIB vendiendo souvenirs en puestos de playa que programando software para empresas internacionales de tratamiento de residuos. Ni que ese millón de PIB lo generen cien trabajadores en una hora que dos en diez minutos. Ni que se genere a base de meter horas que de invertir capital.

2 – Desde que a principios del siglo XIX comenzó la Revolución Industrial, España quedó a un lado, quedó a un lado y así ha permanecido salvo zonas muy, muy concretas y con muchos reparos. (Es necesario releerlo: Jordi Nadal Oller, “El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913”. Ed. Ariel Historia). España llegó muerta al inicio de la industrialización porque lo que se había hecho en los tres siglos anteriores era incorrecto y encima se había hecho mal. Lo que significa eso es que España quedó económica y socialmente estigamatizada, y eso se trasladó a lo político: en el siglo XIX en España se produjeron diez pronunciamientos militares, y a principios del XX un aristócrata español involucrado en la política pagaba anualmente los mismos impuestos que uno de sus campesinos.

Salvo contadísimas excepciones, España carecía de base capitalista y de base industrial, pero disponía de cantidades ingentes, desmesuradas para sus necesidades, de trabajadores, de población activa; por ello España, desde la década de 1870 hasta la de 1980 fue un país de emigración, o temporal o permanente, o interior o exterior. Un factor trabajo infracualificado que realizaba tareas de bajísimo valor añadido. (Conservo indeleble en mi memoria una foto: en un cobertizo de Málaga en la década de 1920, una fila interminable de operarios llenado bolsitas de celofán con las uvas pasas. ¡Y suerte que tenían ese empleo!).

Emigración, subempleo crónico y empleo de bajo valor: esas fueron las razones por las que el desempleo en España fue tan reducido durante el franquismo. Luego llegó el contrato temporal. Ahora el empleo a tiempo parcial. Y siempre la estacionalidad. El paro en España, pienso, sólo puede reducirse a través de dos vías: o se modifica la definición de ocupado y de desempleado a fin de que parte de quienes hoy lo son dejen de serlo, o se produce una reducción en la población activa española. No hay más porque no puede haberlo.

La cosa, sigo pensando, es muy simple. España puede producir los bienes y servicios que puede producir. España no puede diseñar, producir y comercializar motores cerámicos, cazabombarderos de quinta generación o vino de 95.000 dólares la botella, porque es intrínsecamente imposible en base a su particular dinámica histórica del mismo modo que es imposible que Noruega produzca jamón jabugo cinco jotas o que en Dinamarca la temperatura media en Abril sea de 20 grados. España puede hacer lo que puede hacer, cómo puede hacerlo y donde puede hacerlo, lo que supone unas posibilidades de crecimiento, una determinada productividad, un nivel de empleo determinado, una renta media concreta. Con algunas excepciones y con ciertas variaciones, pero escasas y concretas.

Ahora bastantes políticos y algunos expertos quieren convencer a la ciudadanía de lo contrario y ello se materializa en una frase que se ha convertido en caricatura: ‘La crisis ya es historia’, frase que despierta esperanzas en parte de la ciudanía porque esa parte de la ciudadanía necesita creer, porque quiere creer que dentro de poco se podrá volver a ‘lo de antes’. Pero que aumente el número de millones a que asciende el PIB de España no es sinónimo de nada. Absolutamente de nada.

Partiendo de la base de que la tasa de actividad en España es de las más bajas de entre los países desarrollados (es decir, si fuese más elevada la tasa de actividad la tasa de paro sería superior) y analizando la evolución del número de ocupados por parado –sin entrar en el tipo de contrato ni en el número de horas trabajadas– sale una cosa curiosa. En 1985 en España habían 3,6 ocupados por cada desempleado; 5,2 en 1990 en plena fiebre preolímpica y preExpo; descendió a 3,6 en 1995, y luego al calor del crédito, del boom inmobiliario, del ‘España va bien’, se situó en 6,3 en el 2000, en 10,3 en el 2005 y en 11,7 en el 2007 justo cuando la economía española jugaba en la Champions. Cuando las luces se encendieron y la música dejó de sonar cayó a 4,0 en el 2010 y a 3,1 en el 2014. Insisto: sin entrar en el tipo de contrato ni en el número de horas trabajadas. Es decir considerando el empleo en bruto y el paro en bruto España está hoy peor que en 1985.

Es posible que sí, que el PIB de España crezca un poco más, y que el número de parados descienda, por lo que se intentará convencer a la ciudadanía de que la economía va a mejor y de que el paro está mejorando, pero la productividad por hora trabajada caerá, el poder adquisitivo en el mejor de los casos se estancará, y la desigualdad y la pobreza crecerán; porque España puede hacer lo que puede hacer, cómo puede hacerlo y donde puede hacerlo. Pero sí, España continuará pagando los intereses de su deuda pública y reduciendo su déficit. Independientemente de lo que digan los políticos en las campañas y del color de los partidos que ocupen el Palacio de la Moncloa, si, independientemente de eso. El hombre de la calle lo acabará asumiendo porque ninguna otra opción habrá. Y dentro de veinte años los abuelos contarán a sus nietos historias del año 2006 en las que ellos, los abuelos, serán los protagonistas.

No lo olviden nunca: son los mercados quienes votan cada día y quienes tienen sentido de Estado. Mr. Soros lo sabe muy bien.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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