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Ricos y muertos: Cómo gestionar el capital incluso después de la muerte

Redacción - Sabado, 19 de Agosto

Cuando los ricos mueren, dejan una gran fortuna de la que se deben encargar sus herederos. Y en muchas ocasiones consiguen aumentar estas fortunas. Imagínese cómo sería un país en el que todo el mundo pudiera asegurarse el voto en unas elecciones que tuvieran lugar después de su muerte. Si declaráramos nuestras preferencias en nuestro testamento, podríamos ejercer para siempre el voto hacia el candidato conservador, liberal, asiático o separatista blanco en todas las elecciones, y nuestro voto competiría con el de los vivos. Imaginemos que se erige una estructura legal encaminada a ejercer los deseos de los muertos y que la ley amparara a estos aunque sus deseos entraran en conflicto con las necesidades de los vivos, o con el bienestar de las futuras generaciones. Tenemos sólidas y abrumadoras razones éticas por la cuales rechazar una sociedad así. Creemos que la muerte conlleva la pérdida del derecho a influir en las instituciones políticas de los vivos. 

 

Otra razón de todo esto es nuestro propio deseo de que nuestros intereses y valores sean preservados por nuestros sucesores tras morir, por miedo a desaparecer del mundo sin legado ni influencia alguna. Este temor existencial es superado permitiendo a las instituciones que honren los derechos de los fallecidos con el fin de garantizar un lugar para nuestros deseos en el futuro. Pero es hora de reconocer la vanidad y el narcisismo de esta práctica y hacer lo que es realmente mejor para los vivos, que es dejar que ellos decidan por sí mismos.

Fuente: Quartz

 




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