Desigualdad - y 4
Santiago Niño Becerra - Viernes, 07 de Diciembre Hoy acabamos.En Europa las cosas no son tan diferentes, en realidad, como en todas partes, y a pesar del “modelo europeo”, la desigualdad está aumentando; cierto es que ese aumento tiene otra cara, una cara más difusa que se manifiesta de forma más etérea: de momento, en forma de caíÑ‚Âda del peso de los salarios en el PIB. Hace escasos díÑ‚Âa la Comisión Europea lo ha dicho en la edición de su informe anual “Employment in Europe” correspondiente al 2007. La entrada del informe la tienen aquíÑ‚Â y desde aquíÑ‚Â pueden ir navegando por el informe; impresiona: http://ec.europa.eu/employment_social/employment_analysis/employ_2007_en.htm .
¿Qué está sucediendo con el factor trabajo en la UE?, pues que visto desde el lado de la oferta, el peso de los salarios más el de la remuneración del trabajo realizado en régimen autónomo está cayendo en el PIB; exactamente 12,1 puntos en la UE 15 entre 1975 y el 2006. (En el Reino de España, más: 13,4 puntos).
¿Por qué ha sucedido esto?. Si leen el informe no lo encontrarán, pero la última verdad es muy sencilla: porque el factor trabajo es cada vez menos necesario para generar PIB; asíÑ‚Â de simple y asíÑ‚Â de fácil. El factor trabajo, hasta los años 80 era imprescindible para generar PIB en las economíÑ‚Âas desarrolladas, pero a partir de los 80 y, sobre todo, desde 1995, la generación de PIB se ha ido desvinculando de la cantidad de empleo utilizado, o, dicho con otras palabras, cada vez han hecho falta menos unidades de factor trabajo para generar las mismas unidades de PIB o, en esto estamos desde hace algunos años, para generar más unidades de PIB.
El informe dice que el progreso habido en la tecnologíÑ‚Âa ha jugado un papel fundamental en la evolución de la caíÑ‚Âda del peso de los salarios en el PIB, pero la cosa es más compleja que eso. Con la tecnologíÑ‚Âa, desde 1995, desde que comenzó la masificación de las TICs, se ha ido experimentando un proceso muy curioso, y nuevo: jamás habíÑ‚Âa sucedido algo asíÑ‚Â anteriormente. La tecnologíÑ‚Âa, cada vez es 1) más sofisticada, 2) más barata, y 3) más fácil de utilizar; es decir, la tecnologíÑ‚Âa, cada vez hace más cosas, cuesta cada vez menos y precisa, para su manipulación, una mano de obra de menor cualificación.
¿Qué quiere decir esto?, pues que, a) cada vez es más rentable tecnologizar (sé que esta palabra no está en el RAE, pero me encanta porque es supergráfica) procesos de fabricación-elaboración, es decir, de generación de PIB, b) cada vez es más factible utilizar menos unidades de factor trabajo, y 3) cada vez es posible usar unas unidades de factor trabajo más baratas. Si sumamos todo esto lo que nos sale es la menor participación de los salarios en el PIB.
Las consecuencias de esto son evidentes: la desigualdad crece porque al aumentar el peso del capital y al reducirse el peso de los salarios, los salarios medios reales crecen muy poco (en el reino, según algunos estudios, el 0,9% en los diez últimos años); en ello influyen elementos como el subempleo y el paro encubierto crecientes y la deslocalización de procesos económicos hacia otras economíÑ‚Âas intensivas en factor trabajo.
Y el tema no es nuevo. Lean
”(...) la perfección cada vez más creciente de la máquina moderna está (...) convirtiéndose en una ley obligatoria que fuerza a los capitalistas industriales individuales a mejorar de forma permanente sus máquinas, siempre con la finalidad de incrementar su capacidad productiva (...) (pero) la amplitud de los mercados no puede seguir el ritmo de esta ampliación de la producción. La colisión se hace inevitable”. Lo dijo Fredererich Engels, en 1882, y pertenece a su obra “Socialismo utópico y Socialismo cientíÑ‚Âfico”.
John Maynard Keynes, el monstruo, también se refirió al tema en 1936: “Los dos vicios que marcan el mundo económico en el que vivimos son, el primero, que el pleno empleo no está garantizado, el segundo, que el reparto de la fortuna y de la renta es arbitrario y falto de equidad”. “Nos afecta una nueva enfermedad de la que algunos lectores puede que aún no hayan oíÑ‚Âdo su nombre, pero de la que oirán hablar mucho en el futuro inmediato, se denomina “desempleo tecnológico”. Está sacado de una de las biblias de la economíÑ‚Âa: “TeoríÑ‚Âa General del Empleo, el Interés y la Moneda”.
Y Joan Violet Robinson bordó la jugada en su “Essays on the Theory of Employment” de 1937: “Si no existiese ningún sistema regular de subsidios de paro -o de ayuda a los pobres que sea preferible al suicidio-, un hombre que se quede sin trabajo debe ganarse la vida como sea. (...) Por lo tanto, salvo en condiciones peculiares, una caíÑ‚Âda de la demanda efectiva que reduce, a su vez, la oferta de empleo en las industrias establecidas, no conducirá al desempleo en el sentido de la inactividad total, sino que obligará a los desempleados a llevar a cabo diversas actividades: vender cerillas en el Strand, cortar leña en el bosque, cultivar patatas en sus huertos particulares (...), es natural calificar estos empleos inferiores como el desempleo encubierto”.
Hace años, tras la II Guerra Mundial inventamos un tinglado basado en que cada vez era necesaria una mayor cantidad de factor trabajo crecientemente mejor remunerada; y la desigualdad se redujo. Luego, reinventamos el tinglado reduciendo la cantidad de factor trabajo necesario, pagándolo peor y contratándolo en peores condiciones, pero lo compensamos permitiendo que ese factor trabajo se endeudase. Ahora la pregunta es: ¿queda ya algo por inventar?.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa IQS. Universidad Ramon Llull.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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