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El colapso de la zona euro sería una oportunidad para el futuro Europa

Carlos Montero - Lunes, 06 de Febrero En el escenario actual, en el que no se puede descartar la posibilidad de una reformulación europea, con la salida de varios estados miembros de la zona euro, es inevitable preguntarse qué sucedería en caso de un derrumbe del euro. El sentimiento generalizado es que una caída del euro implicaría una caída de la UE y por contagio, un colapso de Europa. Esta tesis es defendida por la clase política europea, por la comunidad financiera, y extendida por los medios de comunicación, lo que provoca que cale en el público de manera general, y que éste sea más receptivo con las importantes medidas económicas planteadas. Pero no todo el mundo está de acuerdo.

Bruno S Frey, profesor de economía de la Universidad de Zurich, defiende que un colapso de la zona euro podría ser una oportunidad para mejorar el futuro de Europa, y lo argumenta de esta manera:

A los políticos que se dedican a la causa europea les gusta proclamar que: “Si se cae el euro, se cae la UE, y luego se cae Europa”. La canciller alemana, Angela Merkel, no deja de repetir esta afirmación. Este es un ejemplo de lo que Carmassi y Micossi llaman “declaraciones imprudentes”.

El principal problema es que la gente no ve ninguna alternativa a la presente unificación Europea. Los políticos europeos insisten en que, si el euro y la UE colapsan, estallará un completo caos. El continente europeo volverá a la situación antes de la Segunda Guerra Mundial. Varias naciones serán aisladas económicamente, e incluso se empezarán a pelear entre sí. Una guerra en el corazón de Europa, en particular entre Francia y Alemania, se toma como una posibilidad real que acecha en el fondo.

Esta visión no tiene en cuenta el hecho de que el proceso de unificación europea sólo fue posible porque Alemania y Francia dejaron de considerar a los demás como enemigos. A continuación, se vieron como el ‘motor’ del proceso de integración europea, que comenzó con el establecimiento de una unión económica y luego se amplió a la esfera política. Sin duda, es un error pensar que lo único que se necesitaba para llevar la paz a Europa era un tratado internacional.

La afirmación de que la caída del euro y la UE produciría el caos y la guerra, puede ser interpretada como una estrategia necesaria para obtener apoyo para ayudar a los países altamente endeudados como Grecia, Portugal, España o Italia. Sin embargo, las conversaciones que he tenido con personas de diversos países europeos sugieren que muchas personas realmente creen que Europa se desintegrará y que se avecinan guerras si la UE se disuelve. Yo sostengo que este punto de vista está seriamente equivocado.

El euro, la UE, y Europa están lejos de ser idénticos. Algunos importantes países son miembros de la UE pero mantienen su propia moneda (como el Reino Unido, Suecia o Dinamarca). Por el contrario, hay algunos países no pertenecientes a la UE (como Suiza) que son, sin embargo, miembros de ciertos acuerdos europeos, en particular del Acuerdo de Schengen y de diversos tratados en materia de investigación científica. Con respecto a la cultura, la ciencia, el deporte y - sobre todo - la economía, países como Noruega o Suiza son, sin duda, una parte integrante de Europa. Por lo que identificar el euro, la UE, y Europa como uno, como a muchos políticos les gusta hacer, es totalmente engañoso.

Aún más importante es el temor de que la destrucción del euro y la UE darían lugar a una catástrofe, empujando todas las naciones europeas a un abismo. Sin embargo, no es de esperar el caos que conduce a un colapso económico y político de Europa. Este punto de vista es demasiado pesimista.

Los países de Europa rápidamente formarán nuevos tratados entre sí. La colaboración se mantendrá en todos aquellos ámbitos en los que ha funcionado bien. Algunos países se mantendrán en una Eurozona recién formada y más pequeña, para la que serán diseñados nuevos tratados. Una reconstitución similar se llevará a cabo con respecto a Schengen, que a su vez abarcará diferentes miembros. Sólo aquellos países que lo consideren ventajoso se unirán a una nueva convención sobre la libre circulación de personas. Por el contrario, aquellas naciones que no encuentren esos nuevos tratados atractivos, o que no sean admitidas por los demás miembros, no se unirán.

El resultado será una red de contratos entre los países, a los que las distintas naciones se unirán a su antojo. Estos contratos no se basarán en una noción vaga de lo que Europa puede significar, sino más bien en la eficiencia funcional. Fundamentalmente, los tratados individuales serán estables, ya que serán en interés de cada miembro.

Este concepto ha sido denominado FOCJ (iniciales en inglés de Functional, Overlapping, Competing, Jurisdictions), (Frey y Eichenberger 1999).

El término “Funcional” debe interpretarse en un sentido amplio, no tecnocrático. Las funciones deben diseñarse con el fin de fortalecer la participación de los ciudadanos y el compromiso con las actividades públicas. Así, por ejemplo, la motivación intrínseca de los ciudadanos para proteger el medio ambiente natural debe reflejarse en las jurisdicciones que atienden a estas preferencias. Del mismo modo, FOCJ debe ser diseñado para cumplir con las concepciones de los ciudadanos en materia de justicia.

Una nueva forma de cooperación europea puede diseñarse en base a estos principios, debido a que la UE está ya en parte organizada en unidades funcionales. Lo más probable es que todos los actuales miembros de la UE participen en una zona de libre comercio, ya que ha demostrado ser muy productiva. Por otro lado, el déficit democrático de la UE, que se resume en la Comisión Europea, será contrarrestado. Del mismo modo, el aparato burocrático cada vez mayor en Bruselas, es probable que sea sustituido por instituciones más flexibles y mecanismos más democráticos de toma de decisiones.

Algunos podrían considerar que una red flexible de contratos y jurisdicciones puede ser demasiado complicada y engorrosa, por lo tanto, indeseable. Pero esto es sólo a primera vista. La esencia de Europa es la variedad y la diversidad en lugar del estatismo y la burocracia.

Una red de contratos, los cuales tienen un propósito funcional particular, están abiertos a todos los países de Europa y más allá. Así, por ejemplo, Turquía podría participar en los contratos con una orientación económica y en ese papel sin duda, será bien recibida por las otras naciones europeas. Al mismo tiempo, podría ser excluida de los contratos políticos, si los miembros europeos creen que Turquía todavía no cumple los requisitos necesarios con respecto a los derechos humanos.

Turquía sería parte de Europa en algunos aspectos, pero no en otros. Esto refleja exactamente la realidad, la única diferencia es que la actual UE no incluye a Turquía, pero se enreda en lo que podríamos llamar un punto muerto.

Una asociación de los estados europeos a través de contratos flexibles y de superposición, sobre una base funcional, se puede considerar deseable para abordar los problemas existentes de forma eficiente, mientras que la esencia de Europa se vería reforzada. Una posible desaparición del euro y de la UE se puede ver como una oportunidad para la evolución de un mejor futuro para Europa.




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