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Impuesto de la demencia

Santiago Niño Becerra - Martes, 06 de Junio

La polvareda que está levantando en UK el calificado como ‘Impuesto de la demencia’ hace difícil su tratamiento al margen de la emotividad que la figura fiscal supone.

Dos matizaciones que, pienso son fundamentales.

1 – Cuando, en la década de 1950, se puso en marcha el modelo de protección social en Europa (no en España) la esperanza de vida de una persona cuando, por edad, dejaba de trabajar era de menos de diez años, hoy supera los veinte. A eso añadan que nivel de perfección tenían las analíticas clínicas, el espectro de fiabilidad de los medicamentos, la exactitud de los aparatos de diagnóstico, la viabilidad de las intervenciones quirúrgicas, y la vigilancia y el seguimiento de numerosos problemas de salud. Hoy la distancia que separa los actuales medicamentos, los instrumentos de análisis, y el conocimiento de enfermedades específicas de los de hace 65 años es sideral. Es decir, la esperanza y la calidad de vida actual es hoy inimaginable para alguien de 1955, pero ello ha sido posible gracias a los enormes avances que ha experimentado la tecnología y las técnicas sanitarias, tecnología y técnicas cuyos costes crecen exponencialmente con el tiempo. Quédense con dos datos: uno: desarrollar a partir de cero una nueva molécula de antibiótico tiene hoy un coste de entre 4 y 5 mM$ hasta que pueda adquirirse en las farmacias; otro: el precio de adquisición de uno de los equipos para el diagnóstico radiológico del cáncer cuya compra ha financiado  el Sr. Amancio Ortega oscila entre los 1,5 y los 2 M€. Es decir, la sanidad es cada vez mejor y gracias a la sanidad cada vez se viven mejor más años, pero el coste de esa sanidad es hipercreciente, y ello es independiente de que esa sanidad sea pública o privada.

2 – En general, el tratamiento domiciliario de enfermos aquejados de demencia o de artritis grave es más costoso que el de enfermos de cáncer ingresados en hospitales porque los primeros tienden a ser crónicos y perpetuos hasta su fallecimiento que puede producirse a los diez años o más, mientras que los segundos son puntuales por un período de tiempo determinado aunque más adelante vuelva a tener que repetirse.

Detrás de esa idea que la Primera Ministra de UK ha expuesto tan mal en su programa electoral y que tan requetemal ha explicado a la opinión pública subyace un megaproblemón que nadie, absolutamente nadie quiere abordar: a la velocidad con que está aumentando el coste de una sanidad que cada vez es mejor es ya imposible brindar la mejor asistencia posible a todo aquel que se determine que la necesita con los actuales esquemas presupuestarios. ¡¡¡¡Im-po-si-ble!!!!.

Cierto, en UK tienen encima de la mesa la renovación de la flota de submarinos Trident, un programa cuyo coste se acerca a los 60 mM de libras. Cierto: podría no gastarse en ese programa y gastarse en sanidad; pero de eso no está hablando nadie en UK: nadie: el Labour Party se ha declarado favorable al programa Trident. Pero suspenderlo también tiene consecuencias económicas: muchas.

Es decir, o aumentan los ingresos públicos y privados para que todo el mundo pueda disfrutar de la sanidad universal total; o deja de gastarse en ciertas cosas para gastar en sanidad; o la esperanza de vida y la calidad de esa vida desciende y se asume así. Pero bajar impuestos o no subirlos, gastar la cantidad que sea en lo que se les ocurra a los Gobiernos de turno, y apostar por una sanidad crecientemente más universal y total no puede ser. No-puede-ser. Y lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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