Inmigración
Santiago Niño Becerra - Jueves, 26 de Julio Uds. conocerán el caso porque se ha publicado en todos los medios.Sucedió recientemente en Bilbao. Un ciudadano boliviano, casado y con tres hijas, e inmigrante ilegal, era explotado por una empresa textil en la que, entre otras tareas, cosíÑ‚Âa escudos a camisetas percibiendo menos de tres euros por hora durante más de doce horas diarias -muchas de ellas nocturnas-, domingos inclusive. El hecho fue denunciado y juzgado, y el trabajador despedido; el final de la historia es lo sorprendente: el Tribunal Superior de Justicia del PaíÑ‚Âs Vasco ha obligado al INEM a pagar el subsidio de desempleo correspondiente al tiempo en que estuvo trabajando en la empresa textil: dos años. Hasta aquíÑ‚Â la historia.
Los comentarios que mayoritariamente he oíÑ‚Âdo en relación a este asunto han girado en torno a las horrorosas condiciones de explotación que estos inmigrantes se ven forzados a aceptar, cosa que, en muchos casos es cierta. AsíÑ‚Â mismo esos comentarios se han referido a la miseria existente en sus paíÑ‚Âses de origen que fuerza a esas personas a emigrar y a aceptar las condiciones de trabajo anteriormente referidas, lo que, también en innumerables casos, es cierto. Y, para acabar con los comentarios oíÑ‚Âdos, otros se referíÑ‚Âan a la positiva contribución que estos inmigrantes han realizado, y realizan, al PIB del reino. Si, tal vez, puede ser. Pero vayamos más allá.
Cierto es que esas inmigrantes y esos inmigrantes huyen de sus paíÑ‚Âses de origen forzados por la miseria, miseria a la que han contribuido décadas de corrupción institucionalizada por la gran mayoríÑ‚Âa de sus Gobiernos, Gobiernos que fueron sostenidos por alguno de los dos bloques durante la Guerra FríÑ‚Âa; miseria a la que también ha contribuido el crecimiento demográfico sin control habido en estos paíÑ‚Âses y que fue bendecido por diferentes credos religiosos; y miseria que se ha visto incrementada por las cláusulas leoninas de los créditos concedidos por diversos organismos internacionales y cuyos reembolsos quedaban garantizados por los ingresos por exportaciones de commodities realizadas por estos paíÑ‚Âses y cuyos montos, la inmensa mayoríÑ‚Âa de ellos incobrables, engrosaban los activos de bancos de todo el planeta. Evidentemente, las ciudadanas y ciudadanos que podíÑ‚Âan escapar de ese infierno, escapaban.
Pero claro, esas y esos que escapaban, lo hacíÑ‚Âan hacia algún lugar, pero no cualquier lugar; escapaban a paíÑ‚Âses más desarrollados que los suyos de procedencia, por ejemplo, al Reino de España. Y en el Reino de España, permitíÑ‚Âan entrar a la inmensa mayoríÑ‚Âa, y se les permitíÑ‚Âa entrar aún sabiendo que iban a ser explotadas y explotados, y a sabiendas de que podíÑ‚Âa ser frenada su entrada; porque, no nos engañemos: un Estado siempre puede impermeabilizar una frontera, siempre puede desincentivar los intentos de entrada, siempre puede expulsar a quienes consigan penetrar la impermeabilizada frontera ! si quiere.
Pero claro, si ese inmigrante ilegal de la historia que era explotado en esa empresa textil no hubiese existido porque no hubiese emigrado desde Bolivia, o porque hubiese sido interceptado en la frontera, o después, ¿Quién hubiese cosido los escudos que él cosíÑ‚Âa en las camisetas en las que los cosíÑ‚Âa?. Hallado ese otro alguien, ¿a cuánto hubiera habido que pagarle cada hora que hubiese estado cosiendo? o, caso de ser posible la automatización del proceso, ¿qué volumen de inversión hubiese tenido que afrontar la empresa textil para que un robot cosiese los escudos en las camisetas?; es decir, ¿cuál hubiese sido el coste del proceso de cosido?; en otras palabras, sin el inmigrante boliviano, ¿hubiese sido competitiva la empresa textil de nuestra historia?.
Ese maravilloso PIB que la inmigración ha contribuido a generar en el reino ha sido y es, en gran medida, PIB del tipo descrito, y su generación se ha realizado, en gran medida, del modo como se ha realizado en nuestra historia. ¡Pues que bien!, ¿no?.
Pero lo mejor viene ahora. Ese inmigrante ilegal, casado y con tres hijas; que ha estado contribuyendo a los beneficios de una empresa -privada- y que ha permitido que gentes que no hubieran podido comprar una camiseta con un escudo cosido si su precio hubiese sido mayor caso de que hubiese sido fabricada legalmente, va a ser compensado con dinero procedente de los gravámenes que todos pagamos y que integran los ingresos públicos, dinero que, si se dedica a ese menester, no se dedicará a otro.
¿Demagogia?. Pienso que no. Tan sólo la caricatura de un modelo perverso que provoca miseria, que dice a los damnificados como resolverla, que se aprovecha de esos damnificados y que juega con la sensibilidad y con la solidaridad de los que siempre acaban pagando; y todo para que alguien pueda comprarse una camiseta con un escudo cosido, para que otro alguien obtenga un beneficio por la venta y para que alguien más esté ocupada/o vendiendo camisetas con escudos cosidos; porque eso es economíÑ‚Âa, al menos, mucha de la economíÑ‚Âa española.
Lo que ese modelo perverso no ha resuelto (o, al menos, no ha explicado) es lo que piensa hacer con estas inmigrantes y estos inmigrantes cuando, independientemente del precio al que se vendan, nadie pueda comprar camisetas con escudos cosidos.
Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de EconomíÑ‚Âa. Universidad Ramon Llull.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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