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Los crash del mercado se quedan en la mente de los inversores durante décadas

Carlos Montero - Lunes, 08 de Junio

Hace 53 años Wall Street tuvo una de sus peores sesiones de la historia. Como informó el Wall Street Journal, "El Promedio Industrial Dow Jones cayó un 5,7%, hasta 34,95, la segunda mayor caída de la historia". Fue parte de un descenso que algunos llamaron la "Caída Kennedy de 1962". A pesar de que las acciones habían subido durante más de 15 años en el rally de la posguerra, muchos inversores estaban nerviosos ese año. Como informó la revista LIFE, la psicología que subyace en el desplome de 1962 se había fijado en el crash de 1929.

Parece extraño culpar al efecto recencia por algo que pasó 33 años antes, pero así fue, dice el influyente columnista Barry Ritholtz. "El enorme impacto de 1929 y la Gran Depresión tuvo grandes y duraderos efectos que se quedaron en la memoria de los inversores durante décadas. Incluso después de que en 1954 se superaran los máximos de 1929, el shock postraumático hizo que los inversores se obsesionaran con lo que sucedió en el pasado y lo proyectaran como el resultado más probable futuro.

La cita de Warren Buffett: "En el mundo de los negocios, el espejo retrovisor es siempre más claro que el parabrisas," es aún más aplicable a la inversión.

No todas las caídas de los mercados son iguales, por supuesto, ni las reacciones a ellas idénticas. A mediados de la década de 1990, parecía que había un punto de vista muy sólido que justificaba las ganancias del mercado de valores. Varios años más tarde, cuando la burbuja tecnológica y las punto-com se derrumbaron, hubo un encogimiento de hombros colectivo de alivio. No me malinterpreten, miles de millones de dólares se perdieron, y un montón de especuladores se arruinaron. Pero el índice Nasdaq 100 había subido un 85 por ciento en 1998, y 102 por ciento en 1999, y cotizaba a una relación precio-ganancias de más de 100. No fue una terrible sorpresa cuando se derrumbó. Nadie sabía exactamente cuándo llegaría el crash, pero no fue una sorpresa cuando finalmente llegó.

Esto contrasta con el crash de 2008-09: apenas había nadie que hablara de derivados, las hipotecas subprime o el crash del mercado inmobiliario. Eso sí fue una sorpresa. A pesar de que ahora hay muchas personas que salen diciendo que ya lo vieron venir, en realidad sólo una pequeña cohorte era especialmente negativa a finales de 2007.

Había muy pocos osos en 2007. Pero hoy en día, se puede encontrar todo tipo de empresas que operan a corto, analistas que pronostican el fin del mundo, traders que odian a la Fed y devotos del Hindenburg Omen.

Por lo tanto, los paralelos psicológicos que hay ahora se asemejan a los de 1962, y la memoria colectiva de la crisis de 1929, en lugar de 2007 y el legado del estallido de la burbuja de las puntocom. En la actualidad hay una profunda reticencia a creer que la recesión ha terminado; reconocer que no se ve inflación por ninguna parte; admitir que la recuperación del mercado es más que el resultado de las acciones de los bancos centrales; hacer caso omiso de los datos económicos positivos; y no tener en cuenta la gran recuperación de los beneficios empresariales.

Como señaló Jason Zweig, el crash de 1962 es un recordatorio de que los mercados siempre han sido desordenados y que la moral de los inversores ha sido siempre frágil. Y así es hoy."


Fuentes: Barry Ritholtz, Ritholtz.com




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