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Máquinas, derechos de autor y tarifa plana

Santiago Niño Becerra - Jueves, 05 de Enero

Hace unos días recibí un mail de un lector:“Las herramientas matemáticas están en continuo desarrollo y facilitan el engrasado de la rueda mercado. No es la herramienta la que falla, es la manera de utilizarla, al igual que no es la tecnología la que destruye empleo, es la manera en la que ésta se adapta al sistema; un ejemplo de ello: Internet.

 Las empresas de telecomunicaciones como (nombre de una operadora europea de telefonía) han crecido enormemente en detrimento de discográficas, cinematográficas, mensajerías y un sinfín de sectores. No fue la tecnología en sí, fue la manera de adaptarse al mundo: la tarifa plana. (La empresa referida) pone el tubito por el que va la información y nos cobra un fijo por acceso ilimitado, pero la información que descargamos no es de (esa compañía), es de otros, es como si pongo una puerta en la calle, te pido 20€ por pasar y coger todo lo que quieras, sin límite. Es una locura, pero así lo hemos hecho, lo intentamos paliar con los derechos de autor, pero es cazar dragones con tirachinas. Algo tan sencillo como poner precio por byte descargado serviría para que parte de ese precio fuera a los autores, pero fueron muy listos: en los inicios de internet ofertaban 2 tipos de contratos: pagar por bytes descargados o tarifa plana, poniendo un precio totalmente excesivo a los bytes descargados, todos compramos la tarifa plana y hoy ya es impensable un modelo justo”.

Mi respuesta fue:

“Lo de la tarifa plana pienso que fue una forma muy inteligente para crear la necesidad de Internet para, una vez se sabe que no se puede vivir sin él, pagar por acceder a los datos en función de los datos usados, primera fase, y de la importancia de esos datos que alguien determine, en una fase segunda, importancia que puede determinar la demanda, pero no sólo: el bit del último informe financiero de una corporación que es de demanda limitada puede tener un precio unitario mayor que el bit del último estreno de Hollywood. Es decir, es pasar al ‘pago por acceso al uso’ que tan bien explicó Jeremy Rifkin en ‘La Era del Acceso’.

La tecnología sí destruye empleo porque la oferta de trabajo es la que es y no se va reduciendo en función de lo que lo hace la demanda de trabajo. Partiendo de la base de que, salvo cataclismo planetario, la innovación no se va a detener, un robot que sustituye a veinte trabajadores destruye el empleo que ocupaba a esos veinte trabajadores … porque esos trabajadores que han sido sustituidos por el robot continúan formando parte de la población activa. En los años 50, 60 y 70 también se innovaba, pero la innovación no suponía la eliminación global de demanda de trabajo: podía disminuir en la colada continua de una siderurgia de Pittsburg, pero esa oferta de trabajo desplazada podía muy bien ser empleada en la sección de expediciones de la misma empresa, o en otra siderurgia de otra localidad, o como gruistas en el puerto más cercano; pero eso ya no va así: la tecnología –y aún no hemos llegado a la implantación hipermasiva del Internet de las cosas– elimina ‘demanda de horas de trabajo’ en todas partes, por lo que, o bien la población activa disminuye o el desempleo estructural será monstruoso”.

A lo que me respondió:

“Soy matemático pero trabajé de los 18 a los 25 años en el sector musical, he visto con mis propios ojos la destrucción de esa industria. Se decía que las discográficas habían quedado anticuadas pero, ¿cómo actualizarse si el producto principal que vendes está al alcance de cualquiera en cualquier sitio del planeta a un solo click, y gratis?. Pongamos el caso futuro en el que haya impresoras 3D en la mayoría de domicilios que imprimen cualquier producto material, tanto orgánico (comida), como inorgánico, ¿le diríamos a los supermercados, ferreterías y panaderos que tienen que actualizarse para sobrevivir?.

Creo que el problema no está en la tecnología, sino en la forma de adaptarse al mercado. Si a los sectores que crecen (telecomunicaciones) a costa de destruir otros sectores, en lugar de vanagloriarnos por la cantidad de empleo que crean, les pidiéramos cuentas de los empleos que destruyen, ese dinero podría servir para redirigir los desempleados de los sectores destruidos hacia la interdisciplinariedad u sectores pujantes. ¿No hay un algoritmo para calcular el empleo que destruye una empresa?”.

A lo que respondí:

“Lo ignoro, pero lo que está moviendo hoy el mundo, y vamos a seguir décadas por ahí, es la productividad, la búsqueda para mejorar de forma continuada la productividad.

Es lo que se está sugiriendo, pero es imposible que en cada casa haya una impresora para que la población se imprima todo lo que necesite, desde un recambio del tope de la pata de una silla al asa de una cacerola, pasando por la patilla de unas gafas o una servilleta o unos cordones para las zapatillas. Habrá centros de impresión por barrios o zonas y a ellos se acudirá para imprimir lo que se necesite: para fabricar la mayoría de lo que se necesite. En cualquier caso eso no invalida lo que Ud. comenta: innumerables centros de producción y de distribución cerrarán porque no serán necesarios.

La destrucción de empleo … Siempre ha sucedido. Sucedió cuando de introdujo la tecnología basada en el vapor, cuando dejó de estar de moda usar sombreros, cuando se introdujo el tractor en los campos o la cosechadora de algodón. Siempre una tecnología ha barrido a la anterior y se ha producido una readaptación de efectivos humanos y de funciones, pero ahora estamos ante una situación nueva: de demanda de trabajo, considerada en su conjunto, tiende a menos cada vez de forma más acelerada. Y no parece que eso vaya a cambiar”.

Para meditar. En esta ocasión también.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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