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¡Qué difícil es ser racional cuando el cielo cae sobre nuestras cabezas!

Carlos Montero - Miercoles, 18 de Marzo

"Cuando la irracionalidad de las emociones se apodera de los mercados financieros, la mejor vacuna es actuar de la manera más racional posible apegados a una estrategia basada en fundamentos sólidos", comentaba recientemente el economista Guilermo Barba, y tiene razón. Ahora bien, es difícil ser racional cuando todo a tu alrededor parece que se desmorona, cuando el cielo cae sobre nuestras cabezas. Y aun así, la tierra se mueve. 

Barba habla sobre "fundamentos sólidos", y bien, ¿a qué se refiere? Según el autor, estos fundamentos derivan del análisis de la oferta y demanda presente y de las probabilidades futuras, que nos llevan a conclusiones sobre el valor que debería tener tal o cual activo en el futuro.

Por supuesto, la complejidad de este análisis está en que las condiciones de los mercados son permanentemente cambiantes en el corto plazo, lo que nos puede hacer perder de vista el panorama fundamental de medio y largo plazo.

Las buenas y malas noticias de corto plazo que disparan la volatilidad, están sujetas a circunstancias imposibles de prever. El mejor ejemplo actual de esto es la crisis financiera global desatada por el coronavirus: nadie podía saber de antemano que justo en 2020 llegaría esta pandemia, ni que causaría un (irracional) miedo global que tumbaría todo.

De aquí en adelante son dos los escenarios más probables. El primero: que por cualquier causa el temor colectivo se reduzca significativamente o de plano desaparezca durante el segundo trimestre de este año; el segundo: que la histeria se mantenga o empeore en ese período adelantando una recesión global para finales de 2020.

De los dos, somos de la opinión de que todavía el escenario más probable es el primero, pero no podemos descartar de plano el segundo.

Si es este último el que se materializa, puede apostar a que “el colapso de todo” va a continuar, incluyendo activos reserva de valor real como el oro y la plata, y aparentes como el dólar, otras divisas “fuertes” y bitcoin.

Esto puede llevar (y por desgracia seguirá llevando) a la mayoría de los inversores a caer en el “pecado” de la espera.

Ese mal es otra forma de ver la “parálisis del inversor” que hemos abordado con anterioridad, que ocurre cuando aquel que sabe en qué debe invertir, no hace nada porque no se siente seguro de que está tomando la decisión correcta. Esa persona espera un imposible: que alguien le garantice que una inversión esté “libre de riesgo”, “100 por ciento segura” para entrar y ganar en grande.

Por cierto, esa es la causa de que millones de personas caigan cada año en viejas estafas que prometen altos rendimientos sin esfuerzo, sin riesgo, pero que siempre terminan mal. Aquel que engaña, siempre encuentra a alguien que se deja engañar, diría un clásico.

Pero regresando al “pecado” de la espera en las inversiones, esta se da cuando alguna circunstancia deseada y altamente esperada se presenta -como un desplome bursátil o la burbuja de precios en algún instrumento-, pero el inversor prefiere esperar un mejor momento para comprar o vender.

Es entendible que todos queramos vender en el “pico” de una burbuja y comprar en el suelo de un desplome, pero siendo realistas las probabilidades de que uno sea ese “elegido” que vende en el máximo histórico y compra en el mínimo, son casi nulas.

¿La lección? ¡No espere! La estrategia racional que le recomendamos de compras periódicas, continuas y disciplinadas, le permite adquirir instrumentos en valor a un precio conveniente más allá de la volatilidad: si los precios suben estará feliz de haber comenzado antes; si los precios bajan seguirá reduciendo el precio promedio de compra de sus inversiones.

Eso es mucho más sensato que tratar de jugar a la lotería queriendo ser el suertudo que alguna vez compró en el suelo y vendió en el máximo. No pasará.




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