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Viaje en avión

Santiago Niño Becerra - Jueves, 10 de Septiembre

Hace unos días hice un viaje en avión, en España, un vuelo interior. Llegué al asiento que me correspondía junto al pasillo y me senté sin abrocharme el cinturón porque estaba seguro que el de mi izquierda se iba a ocupar por la muchedumbre que había estado esperando en la sala de embarque. Y sí, efectivamente mi vecino de viaje llegó.

Cuando le vi detenido junto a mi asiento me quedé boquiabierto. Era absolutamente descomunal. Un gigante a lo alto y a lo ancho. Como para salir de mi asombro le pregunté si sus siento era el que estaba señalando: el de mi lado, y obviamente respondió afirmativamente. Me levanté, me hice un lado y empezó a pasar.

Se pueden imaginar el viaje que tuve: ladeado ya que el volumen de mi vecino se adentraba en mi espacio, sin poder poner mi brazo izquierdo en el reposa brazos ni un instante. Y eso que él mantuvo los brazos cruzados todo el tiempo ya que era evidente de que se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Finalmente llegamos.

Llegamos y en el automóvil que me llevó del aeropuerto a mi destino estuve meditando en lo sucedido. Aquella persona me dio el viaje, y supongo que él lo tuvo también. Esa persona tiene derecho a viajar, la compañía tiene la obligación de transportarle al igual que la tiene con el resto de los pasajeros, pero yo, en este caso, tenía derecho a disponer de todo mi asiento porque había pagado por él.

Este tipo de cosas son aquellas cosas de las que nadie habla, cosas que nunca salen, que no se comentan en foros ni en blogs, pero están ahí y pienso que deberían ser contempladas, y, sigo pensando, deberían ser contempladas por las compañías. Si no, un día, en un vuelo más largo, alguien cansado por un día que haya sido especialmente duro, va a saltar, se va a liar, y habrá una bronca que puede que tenga consecuencias.

Al tiempo.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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