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‘Yo por menos’

Santiago Niño Becerra - Viernes, 03 de Abril

Una amiga brasileña que reside en Brasil me ha remitido recientemente un mail. En él me comentaba que ha decido renunciar al puesto que ocupaba en una compañía multinacional debido a varios motivos, entre ellos a que, por cambios organizacionales, ya no le permitían trabajar a distancia como hasta ahora. Este es su texto; como siempre no varío ni una coma:

“(…) Yo añadiria que és imposible lograrlo por mucho tiempo. Yo sí he disfrutado del Éden del work-life balance desde abril/2010 hasta febrero/2013. Mi trabajo, bien pagado, era home office, y yo tenía autonomia total sobre mi agenda de visitas y viajes, con tan solo la obligación de ir a (nombre de una gran ciudad brasileña) el último viernes de cada més prestar cuentas de los resultados: botton line.

La cereza del pastel: mi director en esta época era un ejecutivo muy sênior, la persona más polite/educada que te puedes imaginar en el mundo corporativo. Además muy culto y adorado por su equipo. Desde que salió por confrontarse a los cámbios, ya nos han pasado dos directores que juntos no le dan por la mitad.

Es la evolucion de la vida, todo evoluciona. Acabo de saber ayer que para mi puesto contrataron una persona interna a quien le ofrecieran un 40% de lo que ganhava yo.

Yo desde el punto de sueldo que llegué, para mantenerme tengo que entregar mucho más, y porque puedo elegir, digo no”-

Mi respuesta fue:

“Es el ‘Y yo, ¡por menos!’ del siglo XIX en la I Revolución Industrial. La oferta de trabajo, incluyendo la cualificada, es superior a la demanda de trabajo, luego las exigencias de la demanda aumentan y las remuneraciones disminuyen, y si no te gusta la puerta es muy grande y hay un montón esperando.

Ya sé que a toro pasado es bastante fácil hacer un análisis, pero ahora se comprenden las facilidades de acceso a los estudios universitarios de los años 60, 70 y 80, facilidades en todos los sentidos: precios asequibles, becas generosas y créditos en condiciones ventajosas, aumento en el número de escuelas universitarias y de universidades, residencias para estudiantes, … Y a eso se añadió la oferta de centros privados. La ventaja del número elevado de titulados es que la probabilidad de obtener una cantidad más que suficiente de candidatos crece. Los gastos de formación los pagamos todos a través de impuestos (no en las privadas, pero esa vía es en si misma un negocio) y luego se benefician quienes necesitan a esos titulados, y si el mercado asigna un puesto de barrendero a un abogado, es porque, esa es la lectura, ese abogado algo ha hecho mal.

Claro, otra opción hubiese sido una asignación regulada de recursos: escoger a las/los mejores en función de unas necesidades y darles lo necesario. Pero entonces las remuneraciones y las condiciones tendrían que ser otras: más elevadas y mejores. Y desde luego no podrían ser las que tu detallas. Y esta situación va a más porque crecientemente la forma como has obtenido un conocimiento o una cualificación es menos importante, lo importante es que la tengas; y hoy, es tan fácil ser un experto en algo simplemente buceando en Internet. (Al menos de momento)”.

Mi amiga no va a tener ningún problema en encontrar otra opción que le interese porque es una gran profesional, pero el tema va infinitamente más allá de mi amiga. El sistema ha estado creando una oferta de trabajo cualificado enorme de la que sólo se necesitan a los mejores elementos a cambio de unas condiciones muy bajas. A no ser, claro, que se sea un megacrack y se tengan unos contactos de Jefe de Gobierno para arriba.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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