{mosimage}Hace una semana destacábamos desde aquí el
sentimiento generalizado de que un resultado negativo a la Constitución
Europea en
el referéndum que
se celebró ayer en Francia podría ser un serio
problema
político para la Unión Europea y un paso atrás en el proceso de
integración económica. La mayor parte de los analistas consideraban
antes del evento que un NO francés a la Constitución
podría entenderse, además, como un rechazo a la política de
convergencia
fiscal en la Unión Europea. Las dudas sobre el proceso de convergencia
provocarían también, una mayor diferenciación en el mercado entre los
títulos de deuda de los distintos países miembros de la UE. En fin,
para echarse a temblar. Ganó ayer el NO. La respuesta ya.
¿Qué harán las Bolsas si triunfa
el
NO, cuál será su comportamiento si se impone el SÍ en el referéndum
francés sobre la Constitución Europea? Estas
dos han sido las preguntas
de moda en los círculos financieros y bursátiles más dinámicos durante
los últimos días. La respuesta de los sabios es la clásica, que los
mercados son soberanos y que siempre
tienen la razón. Es decir, que hagan lo que hagan estará bien hecho. No
hay vuelta de hoja, claro. Antes de conocerse el resultado, los
analistas señalaban que lo normal, empero, es que se impusiera el
sentimiento negativo si triunfaba el NO, como ha sucedido, y que sufrieran las Bolsas un
correctivo del orden del 5%. Añadían que tras el bajón que se espera, alguién dirá, después,
que
el mundo sigue y de nuevo se recompondrá la tendencia de fondo.
En los últimos días se ha mentado mucho la bicha del NO.
Prodi,
expresidente de la Comisión Europea, ha llegado a decir que un NO desde Francia llevaría a una parálisis como poco y que el riesgo afectaría a la posibilidad de una vuelta atrás del Proceso de unificación.
Un miembro destacado de la Comisión Europea habló hace poco de catástrofe si Francia da la espalda. Hay más,
la oposición alemana parece a punto de definirse en contra del Proyecto de Constitución,
valorando que se deberían dar más contrapartidas a Alemania, pero el
actual gobierno alemán tiene mayoría para que lo aprueben las Cámaras.
Obviar la reacción inmediata de los mercados a los
resultados de ayer en Francia es algo así como esconder la cabeza
debajo del ala. Magnificar los sucesos puede resultar, del mismo modo,
peligroso, porque los mercados no suelen beber en demasía de las
agitadas aguas políticas. O dicho de otro modo, el
sentimiento que abunda en los mercados es que Europa seguirá adelante,
que el tiempo apremia y que ni las industrias ni los ciudadanos se
encerrarán a cal y canto en sus casas. La vida, en fin, continúa. Los matices de última hora son más coloristas que otra cosa.
Por eso, los expertos más fríos consideran que los
mercados volverán con rapidez a sus fundamentales, que son los que mayor
influencia tienen en el proceso de formación de los precios de los
activos cotizados. En este último caso, la pelota está ahora en el tejado de la evolución
económica y de su impacto posible en los tipos de interés europeos. El
presidente del Banco Central de Holanda acaba de decir que no espera una aceleración del crecimiento a corto plazo, pero que un recorte de tipos
supondría un riesgo para la estabilidad de los precios a medio plazo.
El mensaje, por cierto, es ya habitual entre las autoridades europeas.
Osea, que los tipos no bajarán. Al menos como auguran los mejores
agitadores.
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