{mosimage}Conocí a E. E., treintañero curtido, hace unos
días. Ágil como una pluma describió las visicitudes de su negocio y la
comparación, por sentimiento contrario, con la Bolsa. O lo que
es lo mismo, nuestro protagonista de hoy tiene claro que
cuando los ladrillos se resquebrajan, que es lo que él siente en su
propia carne desde hace unos meses, la Bolsa está condenada a subir.
Uno más maduro, escucha
y recuerda la veracidad de los ciclos económicos y bursátiles. El
secreto está, no obstante, en el tiempo y en la duración de los
diversos procesos inversores. O dicho de otro modo, la anticipación, el
olfato fino, puede jugar malas pasadas. La Bolsa subirá y los inmuebles
caerán, eso parece estar demostrado históricamente. La cuestión está en
saber cuándo, cómo y cuánto. Como saberlo con exactitud es
cuestión de dioses y profetas, los profesionales del mercado
se conforman, llegados a este punto, con buscar la mejor aproximación
al ciclo, que a veces tanta anticipación no es buena.
A final del año pasado se puso de moda en círculos
muy concretos del mercado la vieja teoría de los vasos comunicantes y
en concreto, el trasvase de fluidos de unos mercados a otros cuando los
flujos de dinero rebosan, que es lo que sucede en la actualidad debido a los bajos tipos de interés.
Se dijo entonces que las inmobiliarias no tenían recorrido, entendido
el caso como la especulación o inversión en ladrillos. Desde hace años
se viene repitiendo la misma cantinela y los precios de los activos
inmobiliarios, lejos de caer suben sin denuedo.
Conforme avanza 2005 parece que el cansacio es evidente.
El joven constructor, nuestro protagonista de hoy, se ha criado desde niño en el
sector y reconoce haber vivido ya varios ciclos diferentes. Apuesta, desde hace
tiempo, por la Bolsa, ya que dice que el dinero más ágil ya ha tomado
las de Villadiego en cuestiones inmobiliarias para enfilar la recta que
conduce a la renta variable. Nuestro interlocutor sostiene que siempre
que los inmueble flojean, y ahora parece que va en serio, la Bolsa se
entona.
Alarmas y sentimientos como los de este pequeño constructor, pero gran
conocedor del mercado inmobiliario a nivel nacional, son más frecuentes
en las últimas semanas en Estados Unidos. Como suele suceder casi
siempre, el primero en ponerse al frente a de la manifestación ha sido
Alan
Greenspan. La semana pasada volvió a advertir del riesgo excesivo que
han contraído las principales firmas hipotecarias estadounidenses
que, además, cotizan en Bolsa. Es la penúltima vez, en lo que va de
año, que el presidente de la Reserva Federal pone el dedo en esta llaga
tan dolorosa para una amplia mayoría dedicada en los últimos años a
invertir y especular con ladrillos. Las actas de la última
reunión de la Fed insisten en el fenómeno, entre otras variables,
como que continúa el crecimiento (pierden fuerza las tesis
estanflacionistas) y que hay que prestar mucha atención a los brotes
inflacionistas.
Greenspan, con todo, nada y guarda la ropa al
señalar que no hay riesgo de una burbuja generalizada en el mercado de
la vivienda, aunque sí existe el peligro de burbujas locales; que es muy alta la demanda de construcción, porque está apoyada en condiciones financieras favorables; que
la potencial caída de los precios (¿por tipos de interés más altos?)
sólo afectaría a aquéllos que han comprado casas de forma reciente. Suficientes mensajes para analizar.
La semana pasada Thel Wall Street Journal titulaba "El auge inmobiliario empieza a preocupar a la FED".
Destacaba que los estadounidenses están
comprando segundas, y hasta terceras viviendas para venderlas
rápidamente con fuertes ganancias. Algo así, como el nuevo maná caído del cielo.
Además
(esto no lo cita el periódico) parece que se ha entrado en un juego
similar al de la pirámide: unos a otros se animan hasta que al final
hay uno que se queda con la brocha en la mano, pero sin pintura ni
pared que pintar.
Hay más. La Asociación Nacional de Empresas de Bienes Raíces de Estados
Unidos señala que, según sus encuestas, un 23% de todas las viviendas
estadounidenses compradas en 2004 fueron adquiridas como una inversión
y otro 13% fueron viviendas para pasar las vacaciones.
Como
escribía Cárpatos hace unos días "ahora ya no se especula con la
sobrevalorada Google, ahora se
especula con la compra venta rápida de casas. La cifra de que un 23 %
de todas las viviendas estén siendo compradas como inversión
no puede dejar a nadie indiferente. Y si no que se lo digan a España,
llena de sus casas hucha, que se compran como se compran acciones de
Endesa o sellos o lingotes de oro y se dejan cerradas, mientras
nuestros hijos se van a vivir al Villacogorcio de abajo a 200
kilómetros de la ciudad donde vive su familia porque un apartamento en
la ciudad de 70 metros cuadrados, sin ninguna calidad de construcción,
le cuesta 300.000 euros."
Lo que uno se pregunta es si ante este enorme despropósito la Bolsa
va a permanecer insensible. E. E., nuestro protagonista de hoy,
considera que lo mejor en Bolsa es, siempre, seleccionar. Por si acaso.
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