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¿El agua más importante que el petróleo? Ni lo sueñes

Carlos Montero - Lunes, 25 de Julio La semana pasada publicamos un artículo donde Willem Buiter, analista de Citigroup, hacía de vidente y pronosticaba que el agua sería más importante que el petróleo en un futuro. Veía un mercado organizado donde se cotizarían productos derivados sobre el agua. Pero ya le ha salido un crítico.

El gurú de las commodities, John Kemp, no está para nada convencido.

Si bien reconoce que las firmas de trading han soñado durante mucho tiempo las posibilidades del agua (un sueño que Enron intentó hacer realidad mediante la compra de una empresa de agua en el suroeste de Inglaterra), hay una razón por la cual el sueño murió rápidamente, al igual que Enron.

La razón: es difícil dar un motivo convincente por el cual el agua tenga que ser una commodity mundial y mucho menos un activo de inversión cotizable.

“La futurología es inherentemente peligrosa. Los analistas predicen la continuación de las tendencias existentes y no ven las tecnologías emergentes y los puntos de inflexión que cambian el mundo”, dice Kemp. Tanto las nuevas tecnologías como los grandes cambios son imposibles de predecir con exactitud debido a que son inesperados y revolucionarios. Nadie puede saber como será el mundo en 10 años, mucho menos en 25 o 30 años. Si volvemos 25 o 30 años atrás, a 1981 o 1986,  la Unión Soviética era todavía una superpotencia, Ronald Reagan y Margaret Thatcher todavía peleaban con los sindicatos, Paul Volcker luchaba para controlar la inflación y quedaban 10 o 15 años para que internet llegase a ser popular.

“Pero una apuesta segura es que el agua nunca se comercializará ni en buques cisterna alrededor del mundo ni cotizará en los mercados de futuros. Nunca habrá un mercado mundial integrado sobre el agua (precio contado), mucho menos de derivados complejos”, señala Kemp. No tiene las características adecuadas para ser una materia prima mundial y por lo tanto tampoco un activo. Para cualquier posible precio del agua, la relación valor-volumen sería muy baja para apoyar un sistema integrado global de abastecimiento (imagínese el tamaño que deberían tener los depósitos para un mercado de miles de millones de euros).

No habrá un sistema integrado de abastecimiento global por la misma razón que no hay un mercado mundial del pan, pero lo hay para el petróleo, cobre y oro. No vale la pena transportar panes alrededor del mundo en barcos, aviones y camiones. Por otro lado, la mayor parte del valor del agua no está en el producto en sí mismo sino en el valor añadido que le aportan los diferentes procesos y servicios. En el mundo existe tal cantidad de agua que nunca habrá un bajo abastecimiento a escala mundial. Hay, literalmente, océanos de agua así como grandes cantidades de agua subterránea. El valor añadido reside en la extracción, el tratamiento para hacerlo potable, la extracción de la sal del agua de mar, su transporte hasta el lugar donde va a ser usado y eliminar el agua sucia para prevenir la propagación de enfermedades.

Por lo tanto, debido a que el “valor” en el agua es un añadido, el agua nunca puede ser tratada como una mercancía en su verdadero sentido, dice Kemp. En última instancia, no hay mucho valor extraíble en el agua misma.

Si hay una manera de ganar dinero sería proporcionando servicios relacionados con el agua, de la misma manera que es negocio los servicios de transporte de energía y gas.

Kemp, aunque no considera al agua como un activo, si que podría verse asociado a uno que si lo es como la energía. De hecho, considera que a gran escala, el agua es en realidad una forma integrada de energía (un “vector energético”). El producto no es el agua sino la energía. Esto significa que sí que hay oportunidades en compañías que proporcionan servicios de agua pero no en el agua en sí misma.

“Los inversores debemos atenernos a las aburridas empresas de servicios e infraestructuras de agua y dejar los sueños del mercado de agua para los pioneros, con una gran cantidad de dinero que perder”, concluye Kemp.




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