El Factor trabajo hoy
Santiago Niño Becerra - Miercoles, 03 de FebreroUn lector me remite estas dos noticias:
Y acompaña su mail con un comentario en el que distingue entre la crisis que está afectando a todo el planeta en su conjunto y a como las grandes compañías están viviendo y abordando ese crisis de modo que la han adaptado y la han convertido en ‘su’ crisis, que es la que están resolviendo.
Mi respuesta:
“Es que el trabajo hace ya tiempo que es una commodity como el cobre o el maíz con la que se negocia y que entra como ellas y con su misma consideración en el cálculo de costes. Es decir, si para fabricar X piezas en un año hacen falta 1 Tm de cobre y 30.000 horas de trabajo, se aplicará el mismo tratamiento a los posibles proveedores de cobre que a los de trabajo, que son los trabajadores. Con esos posible proveedores de cobre se negociará muy duramente contemplando precio del material, condiciones de entrega, características de facturación, plazo de entrega, precio del embalaje y del transporte, etc. Con los del trabajo es mucho más simple porque hay sólo tres variables en juego (doy por supuesto que la relación con esos trabajadores se realiza siguiendo todos los cauces legales): el número de trabajadores, la distribución de las horas de trabajo y el precio de ese trabajo.
En otras palabras: hoy se le da el mismo tratamiento a un Kg de cobre que a una hora de trabajo porque el que esa hora de trabajo la genere una persona es puramente circunstancial: si lo hiciese un robot nadie pensaría en ello; luego partiendo de ahí lo que se expone en esas noticias que me adjunta es totalmente lógico”
Hasta hace unos años, pocos, el trabajo se asociaba a la persona que lo desempeñaba, por ello un puesto de trabajo siempre se identificaba con una cara; pero eso ha dejado de ser así y menos así va a serlo en el futuro.
Una unidad productiva necesita tantas horas de trabajo y define unas características que tienen que cumplir quienes las desempeñen. Durante cinco años, cinco meses, cinco días o cinco horas; y además define si en el desempeño tienen que producirse cambios y ajustes, es decir, el nivel de flexibilidad interno. Ofrece unas condiciones en función de la oferta existente, y a otra cosa. Se ha desvinculado el trabajo de la persona, del nombre, del rostro, y se comercia tan sólo con habilidades relacionadas con un tiempo de utilización y un entorno.
Llegados a este punto el trabajo se ha convertido en una commodity.
Vuelvo a hacerlo: a recomendar la lectura de ‘El fin del trabajo’, Jeremy Rifkin, Paídós 1996.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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