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El plan B del Reino Unido o cómo no se debe actuar en el ámbito empresarial

Marc Querol - Miercoles, 20 de Julio

El pasado 23 de junio, los británicos votaron la posible salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). Contra todo pronóstico, el sí al Brexit obtuvo la victoria final. Para los especuladores que decidieron ponerse a corto y aprovechar las históricas caídas de las bolsas fue un gran día. Para muchos otros, no. Entre ellos, el primer ministro, David Cameron, quien comparecería un día después para asumir la derrota y anunciar su dimisión. Theresa May, nueva primera ministra, es quien tiene ahora la responsabilidad de negociar la salida del Reino Unido de la UE.

Ante esta situación surgen algunas preguntas ineludibles: ¿Permitirá Europa un divorcio amistoso? ¿Convocará el Reino Unido un nuevo referéndum para ratificar las condiciones que Europa impondrá al Brexit? ¿Qué pasará con Escocia? ¿Y con Gibraltar? ¿Qué sucederá con los británicos que viven en el resto de países de la actual Unión Europea? ¿Y con la City londinense? ¿Cuántos puestos de trabajo se perderán en los próximos años? ¿Cuál será, en realidad, el precio que pagará el Reino Unido por la decisión tomada? 

De momento, la banca de inversión ya ha anunciado que desplazará un elevado número de trabajadores a la Europa continental. Algunas gestoras de fondos de inversión han suspendido el reembolso de participaciones en fondos inmobiliarios por la falta de liquidez ante la avalancha de peticiones de venta. Asimismo, la devaluación de la libra esterlina ha empobrecido a los británicos. Disponer de una moneda débil puede ser un revulsivo para las exportaciones, siempre y cuando exista quien compre los productos que el país fabrique. Un buen acuerdo de libre comercio entre Europa y el Reino Unido es importante para el crecimiento de ambos territorios. Sin embargo, facilitar la salida de la UE al Reino Unido es sentar las bases para que el resto de Estados decidan seguir el mismo camino. La líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, y el líder de la derecha holandesa, Geert Wilders, ya han reivindicado referéndums para que también se pregunte en sus respectivos países si desean permanecer o salir de la Unión Europea.

En política las decisiones no siempre se toman pensando en el pueblo, sino en los intereses de los propios partidos. La convocatoria del referéndum fue una idea de Cameron para intentar unificar al Partido Conservador y frenar el avance del eurófobo Partido por la Independencia del Reino. Cameron ganó las elecciones generales de mayo de 2015 con mayoría absoluta con la promesa del referéndum. Nadie se esperaba tales resultados, como nadie se esperaba que el Reino Unido acabara votando sí a la salida de la UE.

Quizás la idea de convocar un referéndum que el pueblo ni siquiera había demandado no fue una decisión lo suficientemente meditada por los conservadores. Prueba de ello es la falta de un plan B ante la victoria del Brexit. ¿Nadie valoró las consecuencias de que los votantes se pronunciaran a favor?

Las normas que rigen la política distan de las del mundo mercantil. En las empresas debe imperar el sentido común y la toma de decisiones no debe tener como único fin contentar comités de dirección o empleados, sino garantizar la viabilidad de las organizaciones. Es conveniente que las empresas no dejen su destino en manos del azar, sino que analicen riesgos y decidan medidas de contingencia apropiadas.

¿Qué impacto tendría para su negocio que un incendio carbonizara sus principales activos informáticos? ¿Qué sucedería si un virus cifrara sus bases de datos? ¿Y si una acción de sabotaje dejara inoperativas las líneas de comunicaciones?

 

 

Existen dos formas de afrontar las situaciones anteriores:

realizar proyectos de continuidad de negocio con el objetivo de analizar riesgos, definir estrategias de recuperación y desarrollar planes de contingencia que garanticen la viabilidad de la empresa en caso de desastre

 

confiar en el azar y esperar que un determinado evento adverso nunca suceda

 

Cameron confió en el azar. El Reino Unido no tenía plan B. La prosperidad de los británicos durante la próxima década está en entredicho. No haga como Cameron. Analice riesgos,  elabore planes de contingencia y evite tener que dimitir porque la suerte no estuvo de su lado. Los  inversores y los empleados se lo agradecerán.

 

Marc Querol

Senior Consultant

Aronte Enterprise Services, S.L




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