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EUROPA, con poco tiempo para cambiar el rumbo

Steen Jakobsen, Economista Jefe, Saxo Bank - Sabado, 16 de Julio La mejor manera que se me ocurre describir la miseria que se avecina para Grecia y Europa es recurrir a la imagen de la deprimente selección nacional de fútbol de Dinamarca, mi país. Al igual que Europa, en su momento fue "alguien" al alcanzar la gloria en la Eurocopa de 1992 tras derrotar a la todopoderosa Alemania en la final. Pero desde entonces mi selección ha ido de mal en peor, de una manera muy similar a lo que está ocurriendo con Europa y sus tasas de crecimiento. La actual selección es una torpe colección de veteranos que en ocasiones son útiles y otros jóvenes talentos con escasa experiencia. Siguiendo con nuestra analogía, parece que en Europa los "viejos" estados siguen creyendo que están en la cima del mundo y que tienen una cierta influencia, pero todos y cada unos de los países de Europa dan muestras de falta de creación de puestos de trabajo, adolecen de un bajo crecimiento económico y de una ínfima productividad, y en el mejor de los casos están estancados. En tanto, los más prometedores no bastan para cambiar completamente de rumbo.

Morten Olsen, entrenador de la selección de Dinamarca, es uno de los héroes de aquellos días de gloria del fútbol danés. Hace cinco años, sus ideas eran novedosas e ilusionantes, pero hoy en día todos sus rivales saben que Dinamarca siempre juega al contraataque. En Europa, sabemos que ante cualquier problema que pueda surgir, se optará por recurrir a la liquidez en lugar de buscar una solución para la falta de solvencia. La jugada ensayada de la UE sigue siendo la misma: hacer como que no pasa nada y pretender que los problemas se solucionen por sí solos. Siempre nos quedará el próximo partido o el siguiente. ¿Dónde está la buena disposición al riesgo, el respaldo a una nueva estrategia y a nuevos jugadores?

Así pues, tanto la selección de fútbol de Dinamarca como la UE cuentan con una última oportunidad: o cambian ya, o corren el riesgo de sufrir una grave derrota. El fútbol danés se juega mucho (perder la oportunidad de participar en la Eurocopa de 2012 y probablemente en el Mundial de 2014), pero lo que se juega Europa supera con creces lo anterior: el Viejo Continente se arriesga a sufrir un turbulento derrumbe.

Europa está cerca de perder a toda una generación de jóvenes en España, Irlanda, Portugal e Italia ante una tasa de desempleo juvenil que se sitúa entre el 20 y 45 por ciento. Si los políticos europeos y el BCE no quieren abandonar a toda esta generación por el camino, tendrán que saltar al campo con una estrategia de juego totalmente distinta.

En primer lugar, tenemos que dejar de creer que podemos revolotear en torno al término “quiebra”. Permítanme que les eche una mano: si sus ingresos son inferiores a sus gastos, no puede tomar dinero prestado, está acabado, finito, en situación de insolvencia y de quiebra. No obstante, todo ello no se entienda como el fin del mundo y Rusia, donde casualmente me encuentro en viaje de negocios al escribir estas líneas, es un buen ejemplo. En 1998, su falta de pago hizo mucho daño, pero en la actualidad, este gigantesco país de Europa del Este es uno de los miembros del célebre grupo de los países BRIC, que muchos esperan que encabecen el crecimiento a escala mundial hasta 2050.

Otro ejemplo lo encontramos en Finlandia. Aunque no quebró con el desplome de la URSS tras la caída del muro de Berlín, vivió la quiebra masiva de los bancos, tuvo una tasa de desempleo cercana al 20 por ciento en torno a 1994 y, ya en 1991, registró un crecimiento negativo del 6 por ciento. Hoy, Finlandia se enorgullece en Europa de ser la imagen del cambio, la inversión y la innovación. Los finlandeses optaron por enfrentarse a la realidad, luchar codo con codo contra la crisis y remodelar su enfoque.

Nos encontramos ante una nueva lección para Grecia: cuanto más se tarde en ponerle la cara a la realidad y más deuda se acumule para dar respuesta a la cuestión de la deuda, más profundo será el agujero que se está cavando, ya que el trauma inicial que deberá superar para comenzar de nuevo será más y más fuerte.

Los políticos tienden a subestimar la capacidad de sus votantes para gestionar una crisis. Si en general la población sabe lo que se avecina, podrán abordar y, de hecho abordarán, la crisis. Muchos de los políticos de la generación actual olvidaron que sus abuelos tuvieron que vivir el periodo de guerras, depresión y varios desplomes del mercado para dar forma a la era de crecimiento de mayor solidez de la historia moderna.

Durante el fin de semana, he visto que parte de la prensa apuntaba que el posible rescate de la deuda de Grecia era algo positivo. Pero no puede resultar positivo cuando el país es insolvente. Y sí, podemos observar un cierto contagio y un incremento de la volatilidad a corto plazo si Grecia toma el camino de la quiebra pero, como se dice en el deporte: el que no arriesga, no gana.

De hecho, una crisis 2.0 podría ser aquello que siempre hizo falta para crear una plataforma tanto económica como política que resuelva los problemas de Europa: es decir, una unión fiscal. No me malinterpreten; soy agnóstico respecto de la cuestión existencial de la UE, pero la UE se creó como una institución política y no económica. Europa es una edificación sin cimientos económicos: no existe un ministerio de economía.

Ha llegado el momento de adoptar algunas decisiones capitales si se quiere que el enorme experimento europeo sobreviva. La eurozona necesita un Ministerio de Economía, que probablemente debería emitir eurobonos del EFSF/ESM.

La creencia de que llegará un día en que los votantes europeos se pondrán en pie y abrazarán la idea de la UE se está desvaneciendo rápidamente. La creciente tensión social en toda Europa es una buena muestra de que el tiempo se está agotando, al igual que mi paciencia con la selección de Dinamarca. Veamos si por una vez la UE y el BCE hablan claro y se pone punto y final a unos grandes y aparentes sinsentidos e intentos de engañar a la opinión pública. De lo contrario, Europa seguirá marcándose goles en contra. Es una pena, ya que un nuevo comienzo, aunque al principio resulte doloroso, podría dar lugar a décadas de crecimiento sostenible, ya que una mayor transparencia y un menor apalancamiento traerían consigo unos mercados financieros más estables.


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