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Las reflexiones reflexivas

Santiago Niño Becerra - Viernes, 20 de Marzo

Hace unos días fui a un acto de despedida. Un conocido se jubilaba y sus más allegados le prepararon una reunión a la que invitaron a personas con las que había mantenido una relación de una cierta proximidad; me llamaron y fui. Estuvo bien. Una copa y muchas conversaciones y muy dispersas. Recuerdos; caras que hacía tiempo que no veía; …. Insisto, estuvo bien.

El homenajeado es médico, cirujano; muy buen médico y muy buen cirujano, no una celebridad, y nunca le han dado ningún premio a la excelencia; pero es de aquellos profesionales de la medicina que combina conocimientos y humanidad, pericia y compañerismo; y lo ha hecho muy bien. Pero era funcionario.

Los funcionarios, según normativa vigente, deben jubilarse, ineludiblemente, el mismo día en que cumplen los 65 años; esa regla tan sólo tiene una excepción: a los funcionarios vinculados con la enseñanza y que impartan docencia se les permite finalizar el curso en el que cumplen dicha edad.

La persona a la que me estoy refiriendo no quería jubilarse; trabajaba en un hospital público, y a pesar de todos los actuales pesares, se sentía bien; y no, no tenía tres consultas de medicina privada, no. Ni tampoco tenía un patrimonio familiar. Tenía su profesión, su experiencia, sus conocimientos que estaba continuamente actualizando. Ahora, a no ser que se una a Médicos sin Fronteras –muy difícil que le admitan por su edad– o que se dedique a la medicina privada , todo ese conocimiento, toda esa experiencia, toda esa praxis, se perderá y nadie se beneficiará de ella.

Dirán que mi reflexión es aplicable la inmensa mayoría de personas que se jubilan, sean funcionarios, o no, y si. Pero yo sigo con lo mío: llegado un momento de la vida, un cúmulo de sabiduría que era utilizada deja de serlo por un tema de edad y todo ese cúmulo se pierde y pasa a ser un recuerdo. Ya: la renovación, la nueva oferta de trabajo, los jóvenes, … Ya, ya, pero ese desperdicio está ahí, y es ineficiente.

No sé como ligué esa reflexión con esta otra. En España este año –cinco procesos electorales– existe una clara voluntad de vender, de convencer a la ciudadanía –a los votantes– que se está produciendo una recuperación económica; que es LA recuperación de esta crisis ‘que hemos tenido’ durante años; que España puede crecer al 3,0%,; etc. etc.

Bien, por un momento creámonos que España va a crecer el 3% en el 2015. Esa situación se dará, pero convivirá con un desempleo del 23% y con un subempleo del 12%; con una situación deflacionaria provocada por un consumo insuficiente a pesar de que parte de del consumo que sí existe se está financiando con desahorro; con el 27,3% de la población en riesgo de pobreza; con un desempleo juvenil de 55%; con una deuda pública que seguirá creciendo y una deuda familiar que descenderá muy poco; con unas diferencias sociales en aumento y unas expectativas, para muchos, en declive; con un país escindido en dos grandes zonas no continuas: una que puede crecer al 4% o al 5% y otra que lo hará al 1% o al nada%, y que en cómputo global puede dar ese 3%.

En cualquier caso, y dejando a un lado ese panorama, aunque España crezca al 3% en muy poco beneficiará a España en su conjunto: recordemos la afirmación del Sr. Ministro de Hacienda cuando presentó los Presupuestos el pasado Octubre: todo lo que España creciese este año debería ser aplicado a la deuda.

¿Si? Bien. Ahora imaginen que España este año no crece al 3%, sino a una tasa sensiblemente inferior.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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