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Los modelos nuevos

Santiago Niño Becerra - Jueves, 25 de Febrero

Recientemente recibí un mail.

“Soy un ocasional lector de sus artículos en la carta de la bolsa. Desde hace años (muchos) le voy siguiendo. Debo decirle que coincido con Ud. en muchas de sus apreciaciones, en realidad podría decir que casi en todas, pero hay una de la que discrepo especialmente o quizá esté equivocado por estar dando yo por supuesto cosas que usted no ha dicho. La opinión de la discordia en realidad nada tiene que ver con la economía, tiene que ver con el comportamiento humano y es la que se refiere a la construcción del nuevo orden mundial, lo que usted llama el nuevo modelo. Sus planteamientos me hacen suponer que usted piensa que hay alguien, un ente quizá formado por un grupo de individuos o grupo de lobbies u organización de algún tipo que marca el camino a seguir según una aparente estrategia más o menos planificada (desconocida por el gran público) de acuerdo con sus propios intereses, manejando los resortes del poder de tal manera que a medio o largo plazo se garantice que siga arrimada el ascua a su sardina. En resumen y simplificando, el nuevo modelo va a ser diseñado por alguien.

Si es así, no estoy totalmente de acuerdo. Como usted, yo creo que viene un nuevo modelo, una nueva forma de hacer y valorar las cosas (...el trabajo, las personas…) pero el nuevo modelo, pienso, no va a ser diseñado por nadie, ni siquiera creo en la existencia de un estratega que influya para ir hacia un modelo. Pienso que el modelo no va a ser otra cosa que el resultado de una pugna, de una guerra de intereses de alto nivel, no de una estrategia pensada ni mucho menos un producto de diseño. Es más caótico, mucho más incierto… e inestable y por tanto, precario. Siempre a sido así, lo que pasa (sospecho) es que ahora el mundo se está quedando pequeño y quedan menos cosas con las que distraer a quien conviene que esté distraído.

Recuerdo en un documental en el que hablaban del cambio climático, un científico de renombre del que no recuerdo el nombre ni el peso de su opinión, dijo algo que me llamó la atención con respecto al comportamiento del ser humano ante la posibilidad de cambiar de rumbo al saber que se están haciendo cosas que le llevan a su propia extinción. Este científico afirmaba con rotundidad y con cierta desazón que los cambios de rumbo de la humanidad cuando esta se dirige hacia un precipicio siempre se producen después de haber cruzado varias líneas rojas. Nunca antes, aún sabiendo su existencia y consecuencias. Los cambios de rumbo de la humanidad no son fruto de una estrategia planificada. En este sentido, afirmaba que esperaba que cuando la humanidad decida cambiar de rumbo no sea demasiado tarde para ella y que sin duda habrá dejado muchas cosas irrecuperables y de valor en el camino por el hecho de haber cruzado esas líneas rojas a sabiendas… quizá el propio futuro de la humanidad. Este es el reto al que nos enfrentamos.

A pesar de lo Apocalíptico que resulta el párrafo anterior, sí encierra algo sobre la manera de comportarse la humanidad ante determinado tipo de crisis. Pienso que la que estamos viviendo bien puede ser dirigida por este tipo de comportamientos: no hay estrategia, no hay planificación, no hay anticipación… sólo el resultado de una lucha de intereses que ante un cambio se preguntan “¿qué hay de lo mío?” y actúan en consecuencia y en función de sus posibilidades para salvaguardar “lo suyo” y de paso hacer suyo lo que puedan de los demás. Eso sí, guardando las apariencia que cada época exige. El resultado no tiene porqué ser lo mejor para el conjunto. El resultado va a ser algo a lo que el conjunto deberá adaptarse, aunque posteriormente se estudie en las escuelas de negocios como algo planificado inteligentemente por alguien.

Es obvio que una vez se ha asegurado cada uno “lo suyo” se pretenda una estabilidad… el nuevo modelo”.

Mi respuesta fue:

“Si Ud. se refiere a que yo pienso que un grupo de personas todopoderosas cuyos rostros no aparecen nunca en los medios se reúnen en salas situadas en las nubes de edificios altísimos o en islas inexpugnables de archipiélagos remotos a fin de diseñar estrategias para maximizar a sus intereses, no, no pienso que eso suceda. Lo que pienso es que sucede otra cosa.

Tras la crisis de postguerra que siguió a la I GM la productividad comenzó a crecer mucho en USA, una productividad que entonces estaba orientada a incrementar la producción, lo que se tradujo en un aumento muy fuerte de la oferta (nada en comparación con la actualidad, pero muchísimo entonces). La ocupación aumentó, pero como el modelo era muy poco flexible, aunque se concedieron cuantiosos créditos a granjeros, empresas industriales y familias, oferta y demanda no acababan de cuadrar. Los Felices Veinte (mucho más un título que una realidad) derivaron hacia una creciente especulación bursátil e inmobiliaria. Los descuadres fueron a más, hasta que el 24 de Octubre de 1929 empezó un proceso que desembocó en la Depresión. El modelo que se puso en marcha tras la crisis de 1873 se había agotado porque la realidad de finales de los veinte no cabía en un marco diseñado 50 años atrás.

Durante la Depresión millones de familias se empobrecieron, pero unas cuantas aumentaron mucho su riqueza: aquellas que habían pilotado los pilares económicos desde 1890 y que eran propietarias o copropietarias de conglomerados productivos, financieros y logísticos; y serán los mismos nombres que en la década de los treinta trazarán las tendencias del nuevo modelo que se implementará a partir de mediados de los años 40. ¿Por qué? pues porque tienen el poder que confiere el capital y la información que saben leer en la Historia: en los años treinta era impensable reimplantar la explotación obrera habida en la primera mitad del siglo XIX porque la Historia había superado eso. Con la tecnología entonces existente y con la fuerza económica del Estado había que –porque era posible hacerlo– ocupar  a la población, y pagarle salarios más elevados, y diversificar la oferta y producir más y recaudar más impuestos y dar protección social a la población y …. Y era posible hacerlo porque la dinámica Histórica impelía a hacer eso del mismo modo que el siglo XVI impelió a la expansión atlántica de España y Portugal; y como era posible hacerlo y había que hacerlo, se hizo, pero se hizo siguiendo una líneas maestras trazadas por los poseedores del capital; y el mundo fue mayormente bien. ¡Hasta África creció durante aquellos años!. Pero a mediados de los 70 esos conglomerados, esos poseedores del capital, se preguntaron si podían hacerse las cosas de otra manera para aumentar sus beneficios y las cotizaciones de sus acciones y las de sus empresas, y la respuesta fue afirmativa; y ahí empezó un cambio que ha llegado hasta nuestros días, hasta que en el 2007 cuando se manifestó el agotamiento del modelo. Y vuelta a empezar aunque no sea empezar donde se habían dejado las cosas.

El punto de atención lo marca hoy la tecnología: robótica, wetware, tecnogenética, producción aditiva, comunicación de todo con todo, … La dinámica histórica está diciendo que un nuevo modelo es necesario; y en eso se está. ¿Los mismos nombres que antes? Puede, pero no tiene porqué. La siguiente –ya ésta– pienso  que va a ser la era de las corporaciones, de la tecnología aún difícil de imaginar, la de la eficiencia; y el modelo que esas corporaciones están diseñando y que luego los políticos aplicarán en forma de leyes, va por ahí. ¿Líneas rojas?, no creo. Bastante de prueba y error, si.

No hace falta que nadie se vaya a una isla inaccesible. Lo que tenga que hablarse puede hablarse en una conferencia con base en un satélite propio”.

@sninobecerra

Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.




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