Memorias de un ciudadano
Santiago Niño Becerra - Miercoles, 20 de MayoHace unos días recibí un mail de un lector. Es duro porque dice cosas duras de forma dura. A un buen guionista le daría para un film aunque los de ese tipo ya no están de moda; ¿volverán?. Viene a continuación. Mentes sensibles abstenerse.
“(…) Mis padres originarios de (nombre de una provincia española), concretamente de una zona que por aquel entonces ya vivió su vía crucis particular, emigraron a (nombre de una ciudad española) en los 70 con tres hijos a cuestas y otro en camino, yo. Más tarde vino otro, en total cinco bocas que alimentar. ¿Cómo nos sacaron adelante? Mi madre pudo colarse en una empresa de limpieza, mi padre camionero de los de antes, de los que cuando volvían de viaje a los tres meses siendo yo niño lo encontraba como un desconocido.
Mi madre no se gastaba ni en el autobús, recorría unos 6 kilómetros a pie de ida y otros tantos de vuelta. Estaban curtidos para eso y mucho más, conocieron el hambre de la pos guerra y los gélidos inviernos, incluso la cárcel en el caso de mi padre por ser hijo de un rojo exiliado en Francia al que por poco los nazis (alemanes) lo quitan de en medio ofreciendo trabajo y cargando gente como borregos en uno de los famosos trenes de la muerte del que escapó tirándose en marcha y esquivando las balas en zig zag de las ametralladoras colocadas sobre el techo de los vagones.
¿Una bicicleta de niño? eso era un lujo que no se podía permitir, lo mismo que la ropa que heredaba de mi hermano mayor, ¿vacaciones? eso era para los ricos, ¿estudios? digamos que era un poco cazurro, me fue bien hasta el BUP, ahí acabó mi batalla con los libros, desafortunada mente elegí un camino equivocado al no optar por la formación profesional. Mi vida laboral comenzó pronto, a los 15 años en negro pues era ilegal trabajar hasta los 16, luego de aquí para allá, 3 meses aquí, 3 allá. Así hasta la mili que pude compaginar con otro trabajo en negro al cumplirla en mi localidad.
Los 90 también fueron duros, con veinte y pocos años éramos muchos los que queríamos trabajar y no encontrábamos curro. Al final todo llega y conseguí la ansiada estabilidad laboral, me pude independizar, comprar coche y casa nueva, casarme, tener hijos... tras 20 años de servicio y mil penurias trabajando me llegó la patada este mismo enero de 2015 con 44 años pasando a ser sustituido por más baratos y parciales (de esos que dan subvenciones en la seguridad social para quitar gente de las listas del paro, "pones uno y quitas dos que ganan menos de la mitad").
Hasta aquí la vida laboral de otro nuevo parado. Aún no me quejo, ya se lo que es vivir sin blanca y tener que buscarse la vida donde sea pero entonces era joven y ahora sé que lo tengo mucho peor por eso de la edad.
Nuestros padres de mediana edad y mayores vivieron tiempos mucho peores donde ni siquiera la libre expresión estaba permitida. Aun estando la situación como está, estamos mucho mejor que antes, eso sí, antes utilizaban las armas para neutralizar por no decir matar los mismos que disparaban a mi abuelo y ahora utilizan el dinero como arma los mismos y sus secuaces imponiendo medidas absurdas de austeridad a los pueblos mientras trabajamos por menos y pagamos con nuestros impuestos la insensatez de la avaricia de los más ricos: banca, eléctricas, petroleras...
¿Para esto se dejaron la piel nuestros padres por un futuro mejor? No me extraña que Grecia se plante, lo que me parece absurdo es que no lo haga el resto.
P.D. a mi actual pareja ex fija ya la sustituyeron por otros dos a tiempo parcial hace año y medio, se le acaba el paro en verano y sus dos hijos en edad de trabajar tampoco encuentran un miserable salario, son carne de cañón para otro desahucio.
Esta es la verdadera recuperación económica que nos quieren vender por un puñado de votos para que el sistema siga como está en la Europa gobernada por multinacionales, el rico más rico y el pobre...”
Pienso que no hay nada más que añadir.
Santiago Niño-Becerra. Catedrático de Estructura Económica. IQS School of Management. Universidad Ramon Llull.
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