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“No es extraño que todo el mundo piense que estamos locos”

Carlos Montero - Lunes, 27 de Octubre

Este fin de semana leí un curioso artículo del consejero financiero Joshua M. Brown donde pone de manifiesto las creencias irracionales de los participantes en los mercados, que fuera de ellos no tienen ningún sentido.

Aunque es un artículo que está dirigido al mercado estadounidense, sin duda hay claras analogías con el mercado europeo, y otros desarrollados. Los inversores son irracionales en todas las partes del mundo.

Les expondré las “creencias insanas de Wall Street” que recoge Brown, con un comentario personal de cuál es el motivo de ese pensamiento.

- La caída del gas y de los precios de la calefacción es negativo.

Los mercados creen que esto dañará a los beneficios empresariales de las empresas del sector, sin tener en cuenta que con una mirada de más largo plazo, un menor coste energético aumenta la riqueza disponible y por tanto la capacidad de gasto. Esto está directamente relacionado con el aumento del crecimiento económico, de los beneficios empresariales y de las cotizaciones en bolsa.

- Los despidos son una gran noticia, cuanto más mejor.

Los inversores creen que un peor mercado laboral será un freno para que la Reserva Federal suba tipos de forma anticipada. Como en el caso anterior es una visión muy cortoplacista. Un mercado laboral más débil dañará la economía, y con ella las cuentas corporativas y finalmente las cotizaciones en bolsa. El problema no es que la Fed suba tipos o no, el problema es que no los suba porque las empresas tienen problemas para generar beneficios.

- Algunas empresas tienen que ganar un beneficio determinado, hasta el último centavo para no verse dañadas por los inversores, mientras que otras ni se atreven a pensar en ser rentables y tienen el beneficio del mercado.

Es la comparativa eterna entre empresas de crecimiento y empresas valor. A las empresas de crecimiento se les favorece en determinadas circunstancias con la esperanza de que sus beneficios justifiquen los altos ratios que se están pagando por ellas. En la mayoría de los casos no lo hacen. Por el contrario, empresas consolidadas y con una sostenida generación de flujo de caja, se ven penalizadas por “aburridas”. Un sinsentido.

- Las guerras, la meteorología, las tendencias de la moda y las elecciones, se pueden predecir de forma fiable.

Los cisnes negros son aquellos hechos que no pueden predecirse con anterioridad y que tienen un efecto determinante en el mercado. Los inversores, a pesar que han sufrido muchos de ellos en sus carreras de gestores, siguen asumiendo que estos cisnes negros no se darán, o la probabilidad de que se den es muy baja. Se equivocan.

- Es razonable que el valor de una empresa fluctúe entre un 5% y un 10% dentro de cada período de ocho horas.

A veces olvidamos que los precios de las acciones lo que reflejan es el valor de la empresa cotizada. No tiene ningún sentido que una compañía valga a principios de semana 5.000 millones de euros y al final 2.500. Los beneficios pasados y la previsión de beneficios futuros generalmente son los mismos a principio y al final de cada semana. La alta volatilidad de los mercados desde el punto de vista meramente fundamental no tiene sentido.

- La persona que dirige una empresa vale 400 veces más que la persona promedio que trabaja en ella.

En muchas ocasiones tenemos ejemplos precisamente de lo contrario.

- Una empresa que vende 10 millones de coches al año vale 50.000 millones de dólares, mientras que la que vende 40.000 vale 30.000 millones porque su crecimiento es más rápido.

Volvemos a la distinción de los inversores entre empresas valor y de crecimiento, y como las segundas son primadas sobre las primeras.

Joshua M. Brown finaliza la exposición de estas creencias de la comunidad financiera con un comentario que da que pensar: “Lejos de Wall Street nadie cree en esto. Es inconcebible. En Wall Street estos son los principios fundamentales que rigen nuestra filosofía. No es extraño que todo el mundo piense que estamos locos”.




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