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¿Por qué consideras que tienes más y mejor información que el que te vende las acciones?

Carlos Montero - Lunes, 19 de Septiembre

“¿Por qué consideras que tienes más y mejor información que el que te vende las acciones?”, me preguntó como bienvenida el director de inversiones del banco donde empecé a trabajar hace ya muchos años. No supe que contestar. Nunca había pensado en profundidad en el hecho de que toda acción/bono que se compra o se vende tiene una contrapartida que piensa generalmente lo contrario a ti. Si yo compro un valor porque pienso que va a subir lo suficiente para que compense mi ecuación rentabilidad/riesgo, lo haré a otro inversor que piense lo contrario. ¿Qué me hace pensar que mis análisis son más acertados que los suyos? 

Podría caer en la arrogancia de creer que el vendedor de mis acciones no ha hecho un análisis en profundidad de la operación, o que sus motivaciones son más emocionales que racionales, o que dispone de menos información sobre la compañía que yo. Pero si tenemos en cuenta que más del 90% de las operaciones que se mueven hoy en día es llevada a cabo por institucionales, lo más probable es que su contrapartida haya hecho los deberes convenientemente.

Es por ello por lo que muchos analistas de mercados, sobre todo académicos, consideran que hay muy pocas probabilidades de “vencer al mercado” en el largo plazo de una manera consistente. Toda la información disponible para un inversor, ya sea particular o institucional, ya está incorporada en el precio. La estrategia de los gestores valor de comprar títulos infravalorados con el objetivo de que se ajusten a sus precios objetivos en el largo plazo es falaz. Los títulos no están infravalorados por norma. Recogen la información disponible en ese momento. Los precios objetivos se basan en asunciones que pueden o no pueden darse. Son meras suposiciones financieras. Muchos analistas creen que la bolsa realmente es aleatoria, y que el hecho de que haya gestores que consistentemente superen la rentabilidad del mercado no se debe a sus especialidades cualidades, sino al producto de una distribución probabilística.

Lo anterior me hace recordar el caso de quizás el inversor más famoso de todos los tiempos: Warren Buffet. Cuando Buffet tenía veintiún años trabaja como corredor de bolsa en la compañía de su padre Buffett-Falk. La primera acción que compró para sus clientes fue GEICO. En esta época se detallaba quien eran los compradores y vendedores de cada operación a través de los certificados de acciones. El vendedor de las acciones de GEICO a Warren Buffett fue Jerry Newman, socio de Ben Graham, y uno de los inversores míticos de la historia.

“¡Qué demonios…te crees más inteligente que Jerry Newman!”, le espetaron a Buffett sus compañeros de oficina cuando se dieron cuenta de quien les estaban vendiendo las acciones de GEICO.

La historia demostró que Buffett sí fue más inteligente que Newman, al menos en aquella operación, ahora bien, la probabilidad de que usted como inversor privado sea más inteligente que decenas de programas automáticos de gestión con complicadísimos algoritmos creados por los “chicos más inteligentes de la clase”, no parece muy alta.

¿Y qué hacer entonces? ¿Dejamos de operar en bolsa?

No necesariamente. Podemos utilizar la inversión en bolsa para diversificar nuestro capital con compras a largo plazo y en momentos en los que las motivaciones del mercado para vender sean ajenos a los fundamentales de las compañías.

O bien, si usted quiere especular, les diré lo que un día me comentó uno de los traders de mercados más brillantes (y mejor pagados), que he conocido en mi carrera profesional.

“Yo generalmente no sé lo que va a hacer el mercado. Únicamente en el año hay dos o tres ocasiones en las que las probabilidades de acertar su dirección es lo suficientemente alta como para tomar riesgos de capital. Me pagan por acertar en esas dos o tres ocasiones”.




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