La Carta de la Bolsa La Carta de la Bolsa

NO ES EL RUNRÚN, SON LOS FONDOS DE RIESGO

Moisés Romero - Viernes, 15 de Septiembre
hilos El día a día de la Bolsa se muestra más complejo. La especulación a corto vive horas bajas, aunque parezca lo contrario. Los más atrevidos especuladores, que son los que siempre abandonan el patio con el rabo entre las piernas, están desconcertados. Lógico en un mercado que acaricia el cielo y bebe la miel de la gloria en lo que es la contemplación, siempre fría y anodina, de los índices. El principal indicador del mercado está en niveles históricos, pero muchos actores y participantes no logran enderezar sus finanzas, inflar sus bolsillos. O dicho de otra manera, es muy difícil navegar por las aguas de un río lleno de máximos. En esta situación se confunden, con frecuencia, los nombres con los apellidos, los pueblos con las ciudades. El runrún parece que anima las cosas, pero la realidad es diferente, porque hoy como ayer, como hace cuatro años, son los fondos de riesgo los que manejan los hilos del gran guiñol de la Bolsa, en lo que es una magnífica representación teatral.

Hoy, como ayer y como mañana, hay que cuidar con celo los pasos a seguir. La Bolsa es un mercado plagado de trampas para cazar elefantes. Cuidado, aconsejan los más viejos, con el runrún, con esa cantinela de fondo. Atentos a los zumbidos, a los ruidos broncos y huir de la confusión de voces y  de las insistentes llamadas, de los cantos de sirena.

Septiembre, por ahora, se muestra procaz y atrevido contra el gran número de estrategas y visionarios que a principio de mes diagnosticaron un panorama pésimo por aquello del recuerdo de las estadísticas. Septiembre, han dicho, ha sido uno de los peores meses de la historia bursátil en los últimos cincuenta años. Queda, no obstante, la segunda parte y nada presagia que los adivinos vayan a acertar en sus conjeturas iniciales. O sea, que en lo que va de mes una vez más hay que romper los análisis previos.

En un mercado borracho de operaciones que aún no se han concretado y  de especulaciones sobre operaciones que podrían concretarse, pero que tampoco se concretarán, es muy díficil que los augures tumben los índices. Hay otra razón, además de ésta, que es muy poderosa: el inversor final no existe y, por tanto, los miedos que transmiten aquellos van al vacío, porque nadie los escucha.

Los runrunes invaden la actividad de los mercados, pero apenas influyen en los valores. Son los fondos riesgo los que se intercambian las cartas en las mesas de juego, en sus propias mesas de juego. Por eso, sólo suben con fuerza un pequeño grupo de  compañías cotizadas, pero  no todas las que, segun el runrún, deberían subir. Compañías, es ciero, en la cruz del anteojo.

Al profano y no jugador, le conviene mirar y dar tabaco. O esperar sentado en valores con buenos fundamentos. 

twitter.com/moisesssromero @MoisesssRomero

Moisés Romero




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